Victoria Álvarez: «En este libro, las mujeres son más fuertes que los hombres»
La autora española presenta «El sabor de tus heridas», la última entrega de su saga «Dreaming Spires»
La autora española presenta «El sabor de tus heridas», la última entrega de su saga «Dreaming Spires»
Con «Tu nombre después de la lluvia» y «Contra la fuerza del viento», los dos primeros volúmenes de esta trilogía de aventura victoriana, Victoria Álvarez llevó a sus lectores de Irlanda a Nueva Orleans. Ahora, los invita a viajar –nada menos que en globo aerostático– a la ciudad de Karlovy Vary, en Bohemia. Oliver, Alexander, Lionel y Theodora, entre otros personajes, buscan a Chloë, la hija de Oliver, que ha sido secuestrada. «El sabor de tus heridas» (Lumen) cierra la saga que durante cuatro años ha tenido a miles de lectores en vilo y ya las redes sociales están repletas de anticipación. Justamente a través de Twitter y Facebook, donde Álvarez tiene más de siete mil seguidores, la autora se comunica con muchos de sus lectores y escucha sus sugerencias. Una de ellas, con la que ya ha entablado amistad, le sugirió una escena que de hecho aparece en «El sabor de tus heridas». «Le mandé el libro con un “post-it” en la página en que ocurre lo que ella me sugirió. Lloró una barbaridad», cuenta Álvarez.
–Ya que se trata del final de la saga de «Dreaming Spires», empecemos por el principio, ¿cómo surgió la idea de crear este periódico y estas historias?
–Durante años estuve leyendo periódicos de la época, españoles principalmente, pero también franceses y victorianos, para mi tesis de arte. Como también me gusta mucho la tradición inglesa de fantasmas y he leído mucha literatura victoriana de ese tema, las dos primeras novelas que publiqué tocaban el asunto del espiritismo. Entonces, mientras estaba haciendo mi tesis me pregunté: con lo que le gustaba a la sociedad victoriana esto del espiritismo, ¿no había un periódico que lo reflejara, una especie de «Cuarto Milenio»? Estuve investigando y no lo había, así que me dije: “Pues tendré que hacerlo yo”. De ahí surgió la idea del periódico y los tres amigos, y luego ya fueron los casos que tocan en el primero y el segundo libro, en los que se ocupan de investigaciones para el periódico. En «El sabor de tus heridas», se trata de algo más personal. El periódico ya ha muerto y ahora han secuestrado a la hija de uno de los tres protagonistas. Están descubriendo cosas del pasado de los Dragomirásky, los antagonistas de la historia, pero no para escribir un artículo, sino porque se les va la vida en ello.
–En esta novela, la reencarnación es un factor importante, ¿por qué?
–Además de que me interesan el espiritismo y las reencarnaciones en general, la idea en este caso viene de un relato de Edgar Allan Poe que se llama «Morella», que va de una mujer que muere en el momento en que nace su hija. De alguna manera, es la transmigración de las almas. Siempre me pareció muy impactante ese relato, porque me preguntaba qué sería de ese padre que ha perdido a su mujer, pero de alguna manera todavía la tiene, aunque no como querría. Me pareció interesante jugar con eso, porque en este libro están investigando a los Dramomirásky y su linaje, y esto le salpica a todos los protagonistas.
–¿Qué hay de steampunk en «El sabor de tus heridas»?
–Creo que esta saga no tiene tanto steampunk. En el primer libro, el profesor Alexander ha creado una máquina con la que puede percibirse la presencia de ectoplasmas, lo que normalmente sólo pueden hacer los médiums. Esa idea me gustó, porque mis protagonistas creen en lo paranormal, como todos en su época, pero lo someten a la ciencia; ellos son cazadores de la verdad. Esa máquina evidentemente no existe –la diseñó mi novio, que es físico–, y creo que ése es el toque steampunk de la novela, que es como retrofuturista, porque crea una maquinaria que no existió en la época victoriana, pero imagina cómo podría haber sido y qué cambios podría haber supuesto si hubiera existido.
–¿Por qué eligió Karlovy Vary como telón de fondo?
–(Risas) Es una ciudad que no suele salir en novelas. Fui a Praga hace muchos años con mis padres y me llevaron a Karlovy Vary, y me encantó. Praga me gustó mucho, pero Karlovy Vary es el derroche del siglo XIX. Me gustaba el concepto de balneario elitista para la aristocracia en medio de las montañas. Cuando fui, me dije: “Algún día escribiré una novela sobre esto”. El primer libro de la saga bebía mucho de la tradición anglosajona de fantasmas y en el segundo llevé a los personajes a Nueva Orleans, incluyendo así el vudú. En éste quise apartarme del cliché y tomar de la tradición y el folclore centroeuropeo. Como sabía que la novela tenía que terminar en Hungría, porque el antagonista es húngaro, me pareció interesante coger el tema de Centro Europa y, ya investigando, vi que hay un folclore superinteresante con el que no estamos familiarizados en esta zona de Europa. Hay un momento que hablan de las rusalki, que son una especie de espíritus de la región de Bohemia, y luego está el conflicto que había en Europa contra el avance de los turcos, de Solimán el Magnífico. Y, claro, como quería tomar de este esquema distinto de folclore, pensé: ¿dónde pueden ir los protagonistas? No podía ser una gran capital porque no podían dejarse ver, así que Karlovy Vary me pareció perfecto. Y creo que a la gente le está sorprendiendo, porque muchas de mis lectoras no lo conocían.
–¿Fue difícil despedirse de estos personajes?
–Llevo cuatro años con esta saga, eso te genera una empatía tremenda. Y al lector también. La gente que lee el tercer libro de una saga es el lector más fiel que puedes tener, porque está implicado, necesita saber qué pasa. Sí me dio mucha pena al terminarlo, pero lo que siempre hago con mis novelas es interconectarlas. En la primera novela de esta saga, por ejemplo, hay un momento en que necesitan consultarle una duda a una médium, y esa mujer es la protagonista de la primera novela que publiqué. Hay dos personajes de esta saga que sé que voy a sacar en otro proyecto, así que la sensación de pena la siento más hacia los que sé que no van a seguir. Es una sensación agridulce: te alegras de ver la saga terminada y, al mismo tiempo, es una parte muy importante de ti que queda allí. Para mí, es casi como si los personajes de Lionel y Theodora fueran reales, porque llevo muchos años pensando en ellos.
–¿Qué puede contar de ese proyecto?
–Estoy escribiendo una novela y una novela corta. Siguen teniendo ambientación de época, pero en épocas distintas las dos, ninguna es actual. Y son realistas, en esta oportunidad no hay nada paranormal. Me apetecía probar otra cosa. Y, la verdad, estoy contenta con cómo está quedando. Al mismo tiempo estoy dando vueltas a otros proyectos que tengo. Yo tardo muy poco en escribir, porque tardo muchísimo en planificar. A veces estoy dos o tres años documentándome sobre una época o una ciudad, pensando la trama y haciendo la división en capítulos, y cuando me pongo a escribir tardo, a lo mejor, tres meses. No tengo el síndrome de la página en blanco porque sé exactamente lo que va a pasar.
–Cuando escribió «Tu nombre después de la lluvia», el primero, ¿ya sabía que sería una saga?
–Sí, ya sabía cómo iba a terminar. Sabía que en cada uno de los libros iban a investigar algo. Pero lo que más le ha llamado la atención a los lectores ha sido lo personal, cosa que a mí me sorprendió. En el segundo, por ejemplo, los personajes estaban investigando un barco hundido en el Mississipi. Es la trama que más me gusta, mi favorita, pero cuando la gente lo leyó, en lo que menos se fijaban era en lo que estaban investigando. Lo que querían saber era sobre la historia de Lionel y Theodora.
–Las mujeres del libro tienen poco de victorianas, son más bien mujeres muy fuertes (Amber, Verónica, Theodora)...
–Las mujeres de los primeros libros no gustaron tanto como éstas, porque ellas respondían al prototipo victoriano de mujer angelical y puro. Verónica salía muy poco en el primer libro, pero la gente me decía: queremos ver más de Verónica, es un personaje con mucha personalidad, muy rebelde. Por entonces, yo ya estaba terminando de escribir el segundo, en el que Verónica sale mucho, igual que Theodora. Lo hice por alejarme de esos estereotipos de la época. Lo que vemos en la literatura de Dickens y de Oscar Wilde son los prototipos femeninos que la sociedad victoriana, muy moral, quería vendernos. No estaba bien visto que una mujer fuera independiente, que gestionara sus propios negocios y tuviera sus ideas. Una mujer como Verónica no sería aceptada en la sociedad victoriana. Me pareció interesante plasmar lo que no se ve en los libros, pero que estoy segura que existió. Creo que en esta novela ellas son más fuertes que los hombres o, más bien, más resistentes.
–¿Puede confesar cuál es su personaje favorito?
–Theodora (risas). Seguida por Lionel. Pero creo que es porque hacen un buen tándem. Me gusta mucho ella porque es un personaje absolutamente leal, tiene una deuda de vida con los Dragomirásky y está dispuesta a lo que sea por ellos. De hecho, en los dos primeros libros hace cosas que moralmente no están bien y no le importa. Creía que estaba haciendo el bien. Pero en este libro eso cambia. En los otros ella es muy «femme fatale», pero ahora lo ha perdido todo. Nadie espera ver a este personaje así, pero recogerá los trozos de su desastre y se volverá a construir para demostrar que ella es más fuerte.