Lluís Homar: «Es ley de mercado que la industria olvide a los veteranos»
Muy curtido en los escenarios, estrena hoy un «thriller» en el que interpreta a un peculiar psiquiatra: «Anomalous», de Hugo Stuven.
Muy curtido en los escenarios, estrena hoy un «thriller» en el que interpreta a un peculiar psiquiatra: «Anomalous», de Hugo Stuven.
Hablar de Lluís Homar (Barcelona, 1957) es citar a uno de los actores más reconocidos de nuestro país. Han pasado cuatro décadas desde que se convirtiera en uno de los miembros fundadores del Teatre Lliure de Barcelona, y actualmente compagina el teatro con el cine y la televisión, donde no hemos dejado de verle en los últimos años. En su nuevo trabajo cinematográfico, «Anomalous», que hoy se estrena, encarna a un misterioso psiquiatra en el que es el primer largometraje de Hugo Stuven. Un «thriller» donde la realidad y la distorsión de la mente están muy unidas.
–¿Cómo llegó a sus manos «Anomalous»?
– A través de mi representante, y leí el guión. De entrada había cosas que me atraían, como que se rodara en inglés o entre Barcelona y Nueva York. Me pareció que se trataba de un guión con personalidad, genuino. Conocí a Hugo y rápidamente nos pusimos a trabajar.
–En la cinta se le da mucha importancia al poder de la mente, ¿qué secretos ha descubierto sobre ella?
–No puedo contar mucho para no desvelar el argumento, pero descubrí cosas que creía que eran más producto de la ficción y existen en la realidad. Hasta donde puedo contar, interpreto a un psiquiatra que tiene un paciente esquizofrénico, y le propongo una terapia, que se grabe en vídeo para que se cerciore de que las voces que oye no existen.
–La cinta mezcla terror y «thriller». ¿Ha cambiado en los últimos años lo que nos produce miedo? ¿A qué tenemos miedo ahora?
–Bueno, yo ahora mismo le tengo miedo a Trump. A mí me gusta pensar que la película posee un punto de «thriller» psicológico con algo de cine fantástico y sazonado con unas pizcas del cine de terror. En este caso, más que los efectos para sacudir al espectador, lo importante es la atmósfera opresiva que sacude a los personajes y el miedo a lo desconocido, a sentirte desprotegido... Mi personaje representa al ser humano, al sentido de la culpa y a que todos escondemos algo. Cuando alguien viola nuestra privacidad nos provoca terror.
–¿Compara a Trump con una película de terror?
–Sí, escuchando las declaraciones que hace con respecto a las distintas razas y al género femenino, me parece que se ha comportado como un canalla. Que un señor así tenga un sitio de responsabilidad tan grande da mucho miedo. También el hecho de que el contrincante no haya estado a la altura.
–Además, le hemos visto en la serie «Bajo sospecha». ¿Qué le aporta la televisión?
–Es una herramienta fabulosa, que tiene una capacidad enorme para adentrarse en los hogares. Gracias a participar en espacios en los que he creído, los hemos podido dar a conocer.
–Parece que las audiencias han dicho que no habrá tercera temporada.
–Eso pasa con las televisiones privadas, que basan su funcionamiento en los ingresos y tienen su propio criterio, que no es el único. Ellos son quienes deciden.
–El teatro es otro de los géneros que nunca abandona. Sigue actuando en la obra «Terra Baixa».
–Sí, he empezado la gira en castellano después de hacerla en catalán. Para mí es maravilloso interpretar esta obra. Estoy solo en el escenario, pero existe un gran equipo de trabajo detrás. Hace dos años que la estrené y auguro una larga vida para ella.
–Viendo todos los proyectos en los que está involucrado, parece que tiene suerte con los tiempos que corren para los actores.
–Así es. Este año lo tengo muy cogido con el teatro, salvo «Anomalous». Afortunadamente, excepto hace tres o cuatro años –que sentí el vacío de no tener trabajo–, el hecho de poder alternar la escena con cine y la televisión hace que cuando algo va a la baja pueda echar mano de lo otro.
–¿La industria se olvida de los actores veteranos?
–Bueno, es ley de mercado. La imagen tiene esta cosa más caprichosa, que obedece a la industria, que se apoya en criterios mercantiles. Una cara más guapa y más joven vende más; en el teatro los valores están más compensados. La ventaja que tengo es que genero mis propios proyectos y entonces puedo evitar vivir ese tipo de fluctuaciones.
–El ministro de Cultura ha renovado cuatro años más. ¿En qué momento se encuentra la cultura en nuestro país?
–Creo que a la cultura, afortunadamente, aunque lo pretendan, nadie se la puede cargar. La gente que nos dedicamos a esto nos crecemos ante la adversidad, y el público responde. El problema que sigue habiendo es que no se considera que la cultura sea un bien de primera necesidad. Cuando falta lo material, lo que hay que alimentar es lo intangible, el alma.
–¿Nos tendríamos que fijar más en nuestros vecinos?
–Sólo hay que mirar a Francia, donde cuidan la cultura y todo lo que tiene que ver con su patria. También mirar cómo está el IVA cultural en Europa... Se dice que la cultura es un enemigo y hasta que no dejemos de pensar así no cambiará nada.