“Lo que arde”: así se extingue la España rural
Oliver Laxe regresa a su Galicia natal con la historia de un pirómano que vuelve a casa
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Oliver Laxe regresa a su Galicia natal con la historia de un pirómano que vuelve a casa
Amador le cuenta a su madre que los eucaliptos tiran para el cielo que se las pelan pero que, a cambio, estrangulan con su malla de raíces toda la posible vida alrededor. “Si hacen sufrir es porque sufren”, replica Benedicta. En su intento por salvarse, por erigirse y tomar aire, la España rural sufre y hace sufrir. Es una lenta extinción, un sordo incendio, que arrampla con una forma de entender el mundo que para Oliver Laxe, director de “Lo que arde”, encierra mucha nobleza.
“Son valores ancestrales, una humildad y un desapego muy nobles”, señala. Él es tan cosmopolita como arraigado. Nació en Galicia y ha vivido en Londres, París y Marruecos, entre otros sitios. Con “Lo que arde” ha regresado a la casa de la madre, un pequeño pueblo de la Galicia más apartada, que ha visto ir poco a poco desapareciendo. Ellos y su forma de entender la vida, la enseñanza que conllevan para el resto. “Vivimos en un mundo en el que el sacrificio ha perdido su esencia. Me refiero a hacerse sagrado a través del dolor. La sociedad está organizada alrededor de evitar sufrir. Y cuando la naturaleza te esculpe el ojo (como sucede con Amador y Benedicta, protagonistas del filme), te hace pequeño pero te trasmite un sentido. En la ciudad hay una angustia atroz que hace que seamos como niños. Hemos perdido la aceptación, la sumisión en el buen sentido ”.
Amador y Benedicta son, dice, la “resistencia pasiva” de ese mundo en descomposición. Pero “Lo que arde” no es una tesis de la España vacía, ni siquiera un retrato antropológico. Antes que nada es una mirada emotiva y poética a través de una trama concreta: el regreso de Amador, que hace años incendió a posta un bosque cercano, a su pueblo tras pasar por prisión. Es la vuelta de un espectro, un alma en pena que, como los eucaliptos, apunta al cielo, a la redención, pero sufre y hace sufrir. No será fácil encontrar de nuevo un lugar en un contexto que no sabe cómo salvarse del vacío.
Laxe ha trabajado siempre en los márgenes, con actores no profesionales. Con el dúo Amador-Benedicta (ambos intérpretes amateurs del mismo nombre), magníficos, su particular estética y filosofía y la excelente fotografía de Mauro Herce, “Lo que arde” ha logrado hacerse un hueco en la agenda y apunta a reconocimientos varios en la temporada de premios. Y es que, aunque a Laxe nunca le ha faltado el apoyo de Cannes -esta misma cinta fue premiada en la sección “Un certain regard”-, en España no había logrado trascender de dicho escaparate. De todos modos, el niega ser un cineasta marginal. “Estoy en el centro del cine, en Cannes, pero eso dice mucho de la idea que tenemos del cine”, señala.
Las impactantes escenas de incendios hablan del virtuosismo de la dupla Laxe-Herce. El propio director estudió para bombero forestal a fin de integrarse con sus cámaras en los equipos de la Galicia rural. “Un incendio te pone en contacto con la muerte, allí sientes una gran conexión con tu vida, tus percepciones se despiertan”. Los bomberos se sorprendían, cuenta, al verlos con sus equipos de cine en medio de aquel infierno. “Tuvimos que ganarnos su respeto, pero vieron que estábamos ahí, con ellos, y que para nosotros esta película era importante”, concluye.