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Lo que Platón puede enseñar a los candidatos

Desde la antigüedad los grandes pensadores se han esforzado en inculcar a los políticos una lección esencial: que la ley y una justicia equitativa para todos los ciudadanos deben estar por encima de cualquier circunstancia social o política
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La juntura entre filosofía y política es una constante desde los tiempos en que surge la idea de ciudadano y el primer sistema de participación política representativa, es decir, desde la Grecia clásica. Cuando hoy vemos que los políticos, deseando recabar el apoyo de sus conciudadanos, a los que quieren representar, evocan las ideas de los filósofos con mejor o peor fortuna en sus debates públicos, no podemos sino reparar en esta constante que define, por cierto, la ya lejana aparición del empeño por edificar una teoría política con bases filosóficas, que se suele atribuir a Platón y Aristóteles. Pero, a la zaga de estos dos padres del pensamiento político occidental, otros muchos pensadores posteriores han escrito sus inolvidables lecciones a los políticos, desde Maquiavelo a Marx, pasando por Kant o Hegel. Lo cierto es que, desde muy temprano, el debate político en la antigua Grecia estuvo condicionado, cuando no directamente ocupado, por las propuestas de los pensadores. La discusión en torno a la forma de gobernarse mejor ocupó preferentemente a los griegos en la antigüedad, no solo a los teóricos de la filosofía política, sino también a los ciudadanos que se esforzaban en poner en práctica determinadas doctrinas políticas en las diferentes ciudades-estado, algunas de ellas incluso de carácter utópico. En primer lugar, la discusión en torno a los modelos de estructuración política –monárquico, oligárquico o democrático– se atestigua desde antiguo, como recoge, curiosamente en boca de personajes persas, el historiador Heródoto.

Teoría y «praxis»

Desde las reformas de Clístenes, que dotó a Atenas de un gobierno participativo mediante un sistema de asambleas («ekklesía» y «boulé», sobre todo) sobre la base de un nuevo cuerpo de ciudadanos independiente de criterios económicos y a partir de circunscripciones electorales que rompían los vínculos tribales, territoriales y familiares, la escena natural y espacio público para la teoría y «praxis» política será la democracia ática.
Especialmente será la Atenas de la sofística, transitada por maestros del pensamiento político que ofrecían sus lecciones a los ciudadanos interesados en destacar con brillo en la asamblea pública con su oratoria en defensa de sus propuestas, el laboratorio conceptual clave de la confluencia más memorable entre filosofía y política en la antigüedad. Protágoras o Gorgias eran algunos de los que enseñaban a los jóvenes políticos a bregar en la «ekklesía» e impresionar con su retórica, gestos, ideas y recursos expresivos a sus conciudadanos para que votaran sus propuestas. Ciertamente sus lecciones tenían fama de ser efectivas y de poner en primer plano la idea del pacto, pero también se les achacaba cierto relativismo y la creación, a la postre, de una escuela de demagogos que llevó a la democracia ateniense a tomar erradas e incluso inhumanas decisiones en el curso de la política internacional, como el comportamiento hacia algunos aliados de Atenas en la guerra contra Esparta que transmite Tucídides. La sofística supuso la médula espinal de las enseñanzas políticas en la democracia ateniense, que luego vería también una notable contestación. En la relación entre filosofía y política de la Atenas del siglo V a.C., destaca el citado sofista Protágoras, uno de los primeros intelectuales que cuestionaron las convenciones sociopolíticas en el marco de la democracia ateniense, y, en su lado opuesto, el legendario Sócrates, que ya había formulado una ética política con valores absolutos y de índole radical que, como es sabido, comportaría su perdición. Decía las verdades incómodas que gran parte del demos, halagado por la sofística, no quería oír. Frente a los problemas de cierta praxis política que, como la democracia, había demostrado graves defectos, en el siglo IV a.C., punto de inflexión histórico y socioeconómico, surgirán propuestas filosóficas, a veces utópicas, en un debate cuyo guante recogerá los responsables de la «Tagespolitik».
Ahí aparece la inmensa figura de Platón, que viene a representar la reacción antisofística y contraria a la deriva relativista de la democracia griega. Platón es el primero que intenta dar una fundamentación filosófica a la teoría política. Nacido en 428 a.C. y sólo un joven cuando la arbitrariedad de la restauración democrática ateniense condena a muerte a su maestro Sócrates (399), Platón intentará aplicar sus ideas políticas, recogidas en una extensa obra a lo largo de varias décadas. La única experiencia política material de Platón se da en sus viajes a Sicilia, cuando intentó hacer del joven Dionisio II un político sabio, aunque de nuevo la brecha entre la teoría y la práctica acabó, como en el caso de la democracia ateniense, en un desastre. Sabemos de esta experiencia real de Platón por la «Carta VII», cuya autenticidad implicaría que su interés en la filosofía tiene un origen ético-político. Sus diálogos muestran divergencias en cuanto a la política muy significativas y que siguen dando problemas a los estudiosos y han sido leídas a modo de evoluciones del pensamiento platónico o a la falta de algunos textos. El problema de su filosofía política tal vez sea armonizar su obra y comprender la «República», el «Político» y las «Leyes», sus tres diálogos principales sobre la organización política y la figura del político, en conjunto.

Maestro y discípulo

El caso de Aristóteles es muy diferente, pues sólo se conserva un tratado suyo sobre la política, aunque parece que escribió bastante más sobre el tema. Su «Política» fue muy influyente no solo en su época sino en la posteridad, pese a su estado problemático en cuanto al texto y su conservación. Su contraste con su maestro Platón es de gran interés en la historia de las ideas políticas y hay que recordar que fue testigo de excepción del ascenso del reino macedónico a la categoría de potencia hegemónica. Desde joven estuvo vinculado a la familia real macedonia, pues su padre, el médico Nicómaco, y luego él mismo prestaron sus servicios en la corte, él como preceptor de Alejandro Magno, el monarca que cambiaría el mundo antiguo. Aunque se suele considerar a ambos, Platón o Aristóteles, maestro y discípulo, como los primeros teóricos sistemáticos de la filosofía política y maestros de sendos gobernantes, las bases del pensamiento político griego son antiquísimas y no remontan sólo a Heródoto o a los sofistas, sino a los llamados presocráticos, como Pitágoras o Tales, que se caracterizaron por la preo-cupación por la convivencia en la polis, y aún más allá.
En efecto, la filosofía anterior había teorizado abundantemente sobre la sociedad perfecta y la mejor constitución política e incluso cabe sondear una filosofía política en la propia época homérica, en algunos detalles que nos hablan de un incipiente pensamiento político. Tanto Platón como Aristóteles y, en general todos los teóricos de la política griega, se esforzaron en transmitir a los políticos la necesidad de garantizar el imperio de la ley sobre cualquier otra circunstancia. El «nomos» griego, ley y justicia equitativa también, ha de ser, aun hoy, la gran lección de la teoría política a la praxis en la cosa pública.