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Locos por Tutankamon

El Ashmolean Museum de Oxford dedica una muestra a la huella que dejó en nuestra sociedad el descubrmiento de la tumba del faraón

CARA A CARA. Carter examina la momia del faraón
CARA A CARA. Carter examina la momia del faraónlarazon

El Ashmolean Museum de Oxford dedica una muestra a la huella que dejó en nuestra sociedad el descubrmiento de la tumba del faraón

Tutankamon no es sólo un faraón. Ni tampoco una momia más. Con la aparición de su tumba lo que el mundo descubrió fue la arqueología. Las fotos convirtieron la máscara del joven rey Tut en un icono y los egiptólogos no tardaron en descubrir que la historia también podía ser «kitsch». Como ha ocurrido recientemente con la imagen de Guy Fawkes, popularizada a partir del cómic y el filme de «V de Vendetta», la civilización del Nilo impregnó el cine, la música, los libros, las camisetas, los calendarios y hasta el fondo de las vajillas. Nada escapaba al influjo de su brillo. Hubo una laca que en su nombre recogía una referencia evidente hacia esta cultura. Tampoco tardaron en surgir películas que recogían viejas amenazas latentes, como «La momia», protagonizada por Boris Karloff , o el lujo presumible que tuvieron las resinas de entonces, como la «Cleopatra» de Cecil B. DeMille (después vendrían Elizabeth Taylor y Richard Burton para mostrarnos lo que es capaz de hacer Hollywood con la historia –nada bueno, por lo general– y enseñar al mundo lo que se entiende por «glamour»). Hoy, todavía, podemos rastrear su huella en la decoración de bolsos, pulseras y hasta en determinados y chirriantes dorados. El papiro volvió a estar de moda, después de hundirse en el olvido durante siglos, y cientos de hogares conservan una hoja de este material con incomprensibles jeroglíficos en los que se supone que está el nombre latino de alguien. ¿Para qué? No se sabe.

- Maldiciones y otras fantasías

El Ashmolean Museum de Oxford dedica este verano una muestra al descubrimiento de Howard Carter y a la repercusión que tuvo en el siglo XX. Nada más filtrarse las primeras imágenes del hallazgo, publicadas en «The Times», la imaginación de la sociedad quedó absolutamente cautivada con la historia de este faraón y su prematura muerte. El posterior, y repentino, fallecimiento de los responsables de la expedición, que sacó de la oscuridad del tiempo estos tesoros, consiguió espolear toda clase de supersticiones y rumores sobre remotas maldiciones (algo que todavía puede rastrearse en las adaptaciones modernas de «La momia») o los riesgos de entrar en la última morada de estos gobernantes. Si Napoleón puso de moda la Esfinge volándole la nariz a cañonazos, el eco de los ritos del Antiguo Egipto y los restos de los templos que todavía asomaban entre la arena del Sáhara, consiguió lo que parecía imposible: que Tutankamon pareciera una imagen de Andy Warhol más que un máscara funeraria. En los años siguientes al descubrimiento, los símbolos egipcios, desde los que aparecían en la escultura y los bajo relieves hasta lo que se leen en su escritura, impregnaron la cultura y la mercadotecnia. No sólo se hicieron broches con escarabajos, también se hacía ropa con estampados que evocaban la pintura y los signos de esos milenios, y hasta se anunciaron limonadas con el nombre «King Tut». Bajo esta influencia se han creado sillas, decorado fondos de bandeja, inspirado cortes de pelo, patentado marcas, inventado lámparas y dado alas a la publicidad, que ha buscado en el Egipto de los faraones más de una idea feliz. Desde esa época no ha decrecido el interés por aquella sociedad. En las décadas posteriores a la aparición de la sepultura de Tutankamon, cualquier evento relacionado con ella despertó un inmenso interés (algo que ya provenía de antes, como demuestra el espoleo de las tumbas egipcias y la demanda de momias que existió durante un tiempo en el mercado). La fiebre no ha desaparecido. Continúa vigente. Una prueba es la reproducción facsímil de esta célebre tumba (para evitar el deterioro de los miles de visitantes que cada año acuden a verla al Valle de los Reyes) y que todavía la máscara de este faraón, una de las grandes joyas arqueológicas de todos los tiempos, se utilicen en las protestas políticas, apareciendo en grafitis callejeros.