«Los días de la nieve»: La sombra «luminosa»
Autor: Alberto Conejero. Director: Chema del Barco. Intérprete: Rosario Pardo. Teatro del Barrio. Madrid. Hasta el 13 de mayo.
Alberto Conejero vuelve en cierto modo a los mismos lugares que ya transitó en su éxito teatral más sonoro hasta la fecha: «La piedra oscura». Si en aquella ocasión la figura de Lorca servía como pretexto argumental para indagar en el encuentro, la concordia y aun la comprensión entre los muchísimos y variados damnificados por la guerra –vencidos o vencedores–, en «Los días de la nieve» es Miguel Hernández, proyectado en su viuda Josefina Manresa, el sugerente personaje histórico en torno al cual el dramaturgo ha construido esta historia que, como necesaria continuación vital de todo lo anterior, habla ahora de la superación de aquella tragedia por medio del amor y del recuerdo. Mientras trabaja en un taller de costura durante los años 80, Manresa repasa, ante una interlocutora que nunca aparece en escena y para la que prepara un vestido, algunos de los acontecimientos que marcaron el devenir de su vida y de la de su marido en los aciagos años de la contienda o próximos a ella. En sus remembranzas de aquel tiempo, no se atisba un sentimiento claro de rencor o de venganza; acaso sí de incomprensión ante ese belicoso y recurrente afán del hombre por hundir el mundo en las tinieblas de la muerte. Pero en ella, en su memoria, se mantiene irreductible el pálpito sereno y amoroso hacia el poeta, hacia los hijos, hacia otros familiares y amigos también perdidos, hacia el modesto entorno en el que trataban de abrirse camino juntos. «Yo estoy encantada de hablar de Miguel –dice–; de lo que yo quiero hablar de Miguel». Apoyándose en los propios poemas y cartas del escritor oriolano, que se filtran sutilmente a veces en los parlamentos de la protagonista, Conejero hace un ejercicio de exquisita elegancia literaria para revestir tanto lo crucial como lo accesorio de una verdad poética que no se aleja nunca de la sencillez del personaje. En la dirección, Chema del Barco, exprime con inteligencia esa lograda ternura que irradia el texto, haciendo que la protagonista hable de su pasado casi al desgaire mientras se mueve por el taller concentrada, durante toda la obra, en sus tareas de confección. Para rematar la faena, Rosario Pardo hace un formidable trabajo interpretativo jugando adecuadamente con el ritmo de su discurso para llevar de la mano al espectador, con aparente naturalidad, por los vericuetos de una memoria emocional, la de un ser humano cualquiera, en la que, por encima de todo y a pesar de todos los pesares, prevalece lo que puede haber de hermoso en la existencia.
LO MEJOR
Hay una bonita simbología en el vestido que expresa el necesario viaje hacia la vida, hacia el amor
LO PEOR
El intento de convertir el monólogo en diálogo queda un poco artificioso