Los fantasmas de los Alba
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Aunque el actual Duque Carlos no tenga mascota, ayer a las visitas que llegaban al palacio de Liria salía a recibirlas Pepe, el perro salchicha de Eugenia Martínez de Irujo. Es de agradecer que Jason ya sea historia: hubo un tiempo en que el díscolo Cayetano tenía un león correteando por Liria, hasta que el rey de la selva creció y alguien se dio cuenta de que era incompatible con el ser humano. Además del loro, las tortugas y los perros de la Duquesa Cayetana, que luego los enterraba en el jardín posterior del palacio con sus nombres puestos en las lápidas de mármol, Liria también contó con caballerizas para los caballos de competición de Cayetano. Los mozos de cuadra los paseaban por las praderas, perfectamente segadas, con las crines al viento, algo que ni Buckingham puede permitirse. En esta nueva etapa de apertura, las caballerizas se han convertido en tienda, con un amplio abanico de objetos a la venta: desde un euro que cuestan las postales, hasta los 1.196 euros de un facsímil de carta de Cristóbal Colón, pasando por las delicatesen de la Casa de Alba, a corbatas, bolsas o tazas, todas creadas por la misma empresa, Palacios y Museos, que abastece el merchandising de Patrimonio Nacional. Y como buen palacio, también dispone de fantasma, además de la presencia intangible del de Cayetano, que el día 23 contraprograma la expectación de la apertura de Liria con la presentación de su incendiaria biografía, está otro que nadie ha visto pero que Jesús Aguirre, segundo marido de la Duquesa Cayetana, siempre estuvo convencido de que vagaba por las estancias palaciegas. Él fue el que contrató al primer bibliotecario para que pusiera orden en el fastuoso patrimonio. Al parecer, Cayetana leía muchas biografías y en inglés, y el actual duque siempre dice «lo que no sé se lo pregunto al archivero, que para eso lo tengo». Fernando y Carlos Fitz-James Stuart Solís son perfectamente conscientes del patrimonio que alguna vez heredarán.
Rentabilizar el patrimonio
Ambos jóvenes saben que solo ellos pueden quedarse a solas por la noche a contemplar el primer dibujo de América hecho por Cristóbal Colón o leer la lista escrita de su puño y letra de los navegantes que le acompañaron. Algo realmente emocionante y único, como también lo es la Biblia de Alba o los últimos testamentos de Fernando el Católico (hubo más de 30). El trabajo de apertura que está llevando a cabo el actual Duque Carlos es ingente, ya que en el poco tiempo que lleva «en el poder» ha rentabilizado un patrimonio que corría el peligro de ser pasto de subasta y escarnio de prensa amarilla.
El Palacio de Liria ahora luce con otro aire, las estancias están más despejadas, han desaparecido las flores de plástico que llenaban algunos jarrones bellísimos de Sèvres y otros objetos que convivían con las piezas de Limoges. Se mantienen retratos familiares del actual Duque y de sus hijos, de los Condes de Barcelona, de los Reyes Juan Carlos y Sofía y de Felipe y Letizia, todos ellos enmarcados en plata y situados bajo impresionantes obras de Tiziano o lámparas de Meissen. Hay aire acondicionado nuevo, personal uniformado que cuida los 14 salones visitables, moqueta roja que protege el valioso suelo de madera y las alfombras persas. Además, las catenarias evitan que los visitantes deambulen por las salas. El recorrido dura unos 65 minutos y se acompaña de una audioguía explicativa.