«Los girasoles» ya no son amarillo limón
Por imposible que pueda parecer «Los girasoles» (1889) de Van Gogh acusa el paso del tiempo. Tiene el cuadro vida propia
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Por imposible que pueda parecer «Los girasoles» (1889) de Van Gogh acusa el paso del tiempo. Tiene el cuadro vida propia.
Por imposible que pueda parecer «Los girasoles» (1889) de Van Gogh acusa el paso del tiempo. Tiene el cuadro vida propia. Sus colores se marchitan, pierden la tonalidad originaria en un juego parejo al de la vida. Son plantas, al cabo, que una vez sacadas de su hábitat natural sufren un inexorable deterioro. Se secan, aunque languidezcan durante siglos sin que seamos capaces de percibirlo. Seguramente el holandés no cayó en la cuenta de que el lienzo, archireproducido y famoso hasta el agotamiento, acabaría por convertirse en icono. Él, que sobrevivió a duras penas en vida y no tuvo la dicha de ver cómo su fama, después de muerto, se multiplicaba exponencialmente.
El Museo de Amsterdam, que aloja gran parte de las obras del artista que se sajó una oreja (¿o se la cortaron? ) ha estudiado a lo largo de dos años los cambios que han experimentado las tonalidades de amarillo y han saltado las alarmas. Van Gogh utilizó, a tenor de las conclusiones, dos gamas diferentes y una de ellas está perdiendo viveza y vitalidad. Se oscurece con el paso del tiempo y se opaca. Es el veredicto del escáner de rayos X. Aunque no se preocupen aún porque para el ojo humano no es visible y si lo desean (y el museo lo permite) pueden sacarse un «selfie» con el cuadro (éste u otro, que lo mismo le va a dar al visitante) con la obra de fondo para enviar por el grupo de whatsapp. Los pétalos, debido a las mezclas que utilizó el pintor, transformarán su color; sin embargo, las partes anaranjadas del fondo apenas se degradarán, pues la pintura usada es menos sensible al reloj del tiempo y los cambios medioambientales.
Y toda esta experiencia ha sido posible gracias a un proceso laboriosísimo que se denomina «mapeo químico» que ha permitido ver con todo detalle a los investigadores de Amberes, Perugia y Delft incluso la dirección de las pinceladas y la composición de algunos de los pigmentos, más sensibles que otros de los utilizados. Quién se lo iba a decir a Vicent cuando concibió esta serie en Arles, al pintor presente en la lista de las diez obras más caras vendidas en una subasta con un meditabundo doctor Paul Gachet (más de 73 millones de euros pagados) que sus emblemáticos girasoles mueren por sus pétalos. Parece que no es un caso aislado en la producción del pintor, que se sirvió de este amarillo cromo en otras obras más, o de sus contemporáneos, que utilizaron pigmentos semejantes a los del holandés. ¿Necesitarán estas plantas más luz para seguir la ruta del sol y quitarse de encima ese tono entre marrón y verde oliva? En manos de los expertos queda.