Literatura

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Luis Alberto de Cuenca: «Me hubiera gustado ser Barbanegra»

Ha ganado el Premio Nacional de Poesía, una de sus cuentas pendientes, con su libro «Cuaderno de verano», un conjunto de poemas que reflexionan con ironía y humor sobre la nostalgia y la angustia.

Luis Alberto de Cuenca
Luis Alberto de Cuencalarazon

Ha ganado el Premio Nacional de Poesía, una de sus cuentas pendientes, con su libro «Cuaderno de verano», un conjunto de poemas que reflexionan con ironía y humor sobre la nostalgia y la angustia.

El tiempo va dejando en el alma un poso de nostalgias y taciturnidades que van puliendo la mirada y dejando un velo tejido con impresiones y sensaciones distintas, en ocasiones, hasta enfrentadas, contradictorias. Un sedimento de experiencias de toda clase y cuño, y que no es más que una acumulación de nuestras memorias vitales, esas que vamos construyendo en el día a día, cuando la suerte sonríe o llegan teñidas de pesimismo: la angustia, la amistad, las ilusiones, el desengaño, la esperanza... Luis Alberto de Cuenca va fijándose en el almanaque un poco de reojo, repitiéndose ese latinajo célebre que enseñan en el bachillerato: «Fugit irreparabile tempus». De esa cuenta ha surgido «Cuaderno de vacaciones» (Visor), que le ha valido el Premio Nacional de Poesía y que es una notaría de sus impresiones recientes y últimas, pero con la depuración que siempre exige el verso.

–¿De dónde viene este libro?

–Es un homenaje a esos cuadernos escolares que antes solíamos rellenar los niños durante el verano para no olvidarnos de los conocimientos que nos enseñaban en el colegio. Me he acordado de ellos porque en el verano, en las semanas de vacaciones, se tiene tiempo para asentar las ideas de la cabeza, madurar lo que se quiere decir, expresarlo en verso y, en definitiva, poner en limpio los apuntes sucios con los que se ha trabajado en invierno. Hay quien necesita escribir a diario. Yo cuando lo hago más es en verano.

–Ha depositado en estos poemas sus inquietudes inmediatas.

–Conforme se cumplen años van aflorando determinados temas, pero yo los abordo con humor y con ironía. Todo el mundo siente la pulsión de desaparecer, de la enfermedad, pero yo lo hago de una manera que todos los seres humanos pueden sentirse hermanados conmigo.

–¿Qué le aporta la poesía ahora?

–Rimbaud es el caso de un escritor que a los 18 años lo había contado todo. Jorge Guillén, ya cerca de los 70, publicó «Homenaje». A partir de cierta edad, la poesía comienza a hablar de los temas que configuran la existencia del hombre: el miedo, la satisfacción, la fidelidad. Pero en mi obra, por encima de los tonos, hay una gran unidad. No creo que existan diferentes poéticas. Es una que se desarrolla con el tiempo.

–Refiriéndonos a usted, resulta imposible no mencionar la integración que ha logrado entre la llamada «alta cultura» y «cultura popular».

–Mi poesía es muy literaria. No es de quiosco. Pero en ella coinciden esas dos culturas. Me influyen tanto una como la otra. La baja cultura está constituida por literatura pulp, comics, películas de géneros... pero es que aquí también se pueden encontrar verdaderas obras maestras, al igual que la alta cultura ha generado también cosas horrendas.

–Después de una vida de libros, ¿es posible que una noche en la calle valga más que cien lecturas, como insinúa usted?

–Todos los que hemos pasado la vida entre libros, en las bibliotecas, sentimos la nostalgia inevitable del hombre de acción, de la vida del aventurero y se piensa que se podía haber sido un guerrero en una época épica del mundo. Pero has pasado tu existencia en un despacho.

–¿Y qué le hubiera gustado ser?

–Siempre me he quedado en el mundo de la literatura, pero me hubiera gustado ser como esos aventureros del espacio, como John Carter o Flash Gordon. O, por supuesto, como esos míticos piratas de hace varios siglos, ser como Barbanegra o Morgan.

Un glorioso futuro para los clásicos

Dice una sucinta semblanza biográfica que Luis Alberto de Cuenca comenzó en Derecho pero que acabó ganando su vocación filológica y literaria. El escritor, que también ha desempeñado diferentes trabajos relacionados con el mundo de la cultura –ha sido director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Estado de Cultura–, ha reconciliado la cultura popular con la clásica; ha escrito canciones y, al mismo tiempo, traducido a los grandes escritores del pasado. «Los clásicos, a la larga, saldrán victoriosos. Su permanencia está asegurada. Ahora, los colegios y las escuelas están más preocupados por la literatura contemporánea que por la intemporal, pero internet difunde a nuestros clásicos y los pone al alcance de todos. Les auguro un futuro glorioso».