Luis Alberto de Cuenca: «Veo la poesía con buen pulso y plural»
Luis Alberto de Cuenca, poeta. «Outsider» en tiempos del e-book, ha participado en el ciclo «Poesía en Vandalia»
Acaba de participar en el IV ciclo «Poesía en Vandalia» que organiza en Sevilla la Fundación José Manuel Lara junto a Andrés Trapiello. Versos, confesiones, notas de literatura a pie de página de un otoño cultural que defiende contra viento y marea la libertad que otorgan los libros en tiempos de zozobra. Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) permanece fiel a sus pasiones infantiles de lecturas nocturnas de Shakespeare sin miedo al sueño matutino en sus clases de niño de El Pilar. Poeta, filólogo, columnista, investigador, «blibliópata», letrista de la Movida; un «outsider» en tiempos del e-book.
-¿Está el patio para leer versos en público?
-La poesía es un hecho connatural al ser humano, por lo que siempre haya personas habrá poesía. No es ningún tipo de excepción a las actividades humanas y va a durar lo que duren los seres humanos. Efectivamente, con la que está cayendo parecería una osadía leer poemas en público. Siempre ha habido problemas y nos creemos que vivimos un momento crucial, pero todos los momentos han sido muy cruciales para las generaciones que los han ido viviendo.
-Además, la poesía salva y anuncia. Los poetas, al fin y al cabo, también son profetas.
-Lo que pasa es que los profetas lo que hacían es anunciar y desvelar el futuro, pero la poesía, que yo sepa, aún no tiene esa cualidad. En cualquier caso tiene algo de llaves que abren las puertas del misterio.
-«No sufro con el parto de crear versos». Explíqueme eso.
-Porque crear es vivir más, con más intensidad, con más fuerza y con más brillo. El acto creativo, en muchos puede considerarse un acto fatigoso o penoso, en mí la verdad es que no. Me divierte escribir poesía y cuando me acuerdo la escribo. Me parece tan lúdico y tan luminoso, que puede llegar a olvidárseme que tengo que escribir poesía, lo que es señal de que no es una obligación, sino una devoción. Cuantas más devociones tengamos y menos obligaciones tengamos, mejor.
-¿Y la poesía española está bien de salud?
-Yo la veo bien, no soy de los que piensan que está enfermita. La veo con buen pulso y plural, porque en este momento no hay una tendencia dominante muy clara. Se escribe de una manera según las generaciones y según las escuelas. Todo vale siempre que tenga una calidad. El único cedazo que debe utilizarse es el de la calidad y la bondad de un solo creador. En este sentido, creo que hay bastantes creadores de alta calidad.
-Entre ellos su gran debilidad llamada Pere Gimferrer, que acaba de publicar «Per Riguardo» en la colección Vandalia.
-Tengo una gran debilidad por él y este último libro, como siempre, es sorprendente por su calidad y su claridad a la hora de entender la poesía. Como dije el otro día, «Arde el mar» y «La muerte en Beverly Hills» fueron una revelación y lo siguen siendo.
-También contó sus desvelos por Shakespeare.
-Lo de Gimferrer es una debilidad, pero lo de Shakespeare es una profesión de fe, es una religión, para mí lo es todo. Leí a Shakespeare cuando tenía 12 años y ponía el despertador a las cinco de la mañana para seguir leyendo lo que había dejado la noche anterior. Shakespeare es para mí como una enfermedad.
-¿Mantiene esa mirada infantil?
-Sigo mirando el mundo con una mirada ingenua, sigo siendo el niño que fui y creo que eso le pasa a muchos creadores y a mucha gente. Vas evolucionado y creciendo sin perder la mirada de la niñez.
-¿La Movida fue tan dorada como nos contaron?
-Siempre que se mira hacia tiempos pasados se tiende a mitologizarlos, pero yo no me arrepiento en absoluto de leer ese poema que leí sobre ese periodo. Es ditirámbico, elogioso, pero aquello fue una explosión de vida impresionante que pocas veces está al alcance de la mano de la gente.
-«Bibliópata», filólogo, poeta, ensayista, cinéfilo..., ¿realmente, qué es Luis Alberto de Cuenca?
-Pues como todo el mundo, somos muchas máscaras, muchas facetas y creo que soy todas esas cosas, pero lo que más me gusta es lo de poeta. No por esa cursilería de esas personas que son como seres raros que están enfrentados con el mundo. Me gusta la poesía porque todas las facetas de mi personalidad apuntan hacia el hecho del poema, mis poemas son abiertos, comunicativos y quieren tender puentes con el lector. La poesía es como un arte de arte.
-Tiene libros hasta en la cocina. ¿Me recomienda alguna receta literaria?
-La claridad, la sinceridad y la emoción. Sinceridad, que puede ser ficticia, pero que ofrezca la sensación de que el poema puede ser verdadero, que tiene credulidad para emocionar al lector. Sin emoción no hay poesía.
El viejo maestro Gimferrer
Luis Alberto de Cuenca es un gran seguidor de Pere Gimferrer, al que considera uno de sus referentes. Cierto es que que también admite influencias de los «novísimos» y de la generación del 50, pero tiene una especial predilección por la voz poética de Gimferrer, al que en alguna ocasión ha definido como uno de mis «más viejos maestros pese a su juventud». Precisamente el autor catalán estrena poemario en la colección Vandalia: «Per riguardo» (Con cuidado), formado por doce poemas escritos en italiano y traducidos por el escritor Justo Navarro. Este último, como De Cuenca, también se declara admirador del poeta nacido en Barcelona. De hecho, en el libro recuerda que Gimferrer fue editor de su primera novela, «El doble del doble».