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Luis Gordillo: «La pintura puede ser un coñazo enorme»

Sevilla dedica a partir del viernes una retrospectiva a este artista incansable que no se muerde la lengua al hablar.
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Sevilla dedica a partir del viernes una retrospectiva a este artista incansable que no se muerde la lengua al hablar.
Luis Gordillo no vive en Madrid capital. Decidió poner unos kilómetros de tierra de por medio quizá para tener que pisar la ciudad cuando ya ha pateado bastante el estudio y hay algún cuadro que se le resiste. Bueno, los estudios, en plural, porque tiene dos. Enormes, un punto destartalados, pero no fríos. En ellos, sobre el suelo, en las paredes, encima de las mesas, está el pintor, su esencia, esa ironía con la que va bañando cada una de las respuestas de esta entrevista. Están inundados con sus obras y llenos de luz. Ya rebasa los ochenta años (nació en 1934) y a estas alturas ha pintado mucho. El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) le dedica a partir del 7 de octubre una antológica, «Entre la figuración y la abstracción, la acción» donde colgará parte de su vida y en la que ha tenido también que sacrificar a algunos de sus «hijos» porque todo no puede caber.
Estarán presentes desde el informalismo, el pop-art, la contaminación pintura-fotografía y sus años 80 y 90 hasta su trabajo actual. Se encuentra muy encima de ella, pero deja hacer y respirar a Juan Antonio Álvarez Reyes, director del centro. Nació en Sevilla y mira la ciudad desde la distancia, que no con distancia. Cuando el pop ya estaba consolidado allende nuestras fronteras, él fue uno de los artistas que decidió ponerle el sello «made in Spain» y atreverse con unas obras que crearon una escuela sólida. Ahí se adelantó, quizá porque al informalismo llegó ya pasado de horas. En sus manos tiene galardones tan importantes como el Premio Nacional de Artes Plásticas y el Velázquez. La ironía le sigue acompañando en su viaje. ¿Cómo si no se entiende firmar una obra con el título de «Blancanieves y el Pollock Feroz»?
–Una antológica no sé si le impone cierto respeto o ya está acostumbrado a estas alturas.
–Ya estoy acostumbrado, aunque le voy a decir una cosa: noto, por ejemplo, con respecto a la que me dedicó el Museo Reina Sofía en 2007, que tuvo bastante éxito, como si desde entonces a ahora me hubiera convertido en estrella. Sí, es la sensación que tengo. Hasta aquella exposición yo era un artista meritorio que había ido escalando poco a poco. Y ahora ya formo parte de la historia, pero debe ser por la vejez, es lo que me digo. Y me parece simpático.
–¿Es ironía, señor Gordillo?
–Es simpático tener esa sensación, además, yo creo que la ironía es buena, pero se trata realmente de lo que siento.
–¿Ha supervisado el montaje, la selección de obras de esta exposición de Sevilla?
–En casos como éste no sé de quién es la autoría, quién ha hecho esto o aquello, el diseño del espacio, etc. En la del Reina yo dibujé los planos, coloqué las obras, me preocupé prácticamente de cada detalle, no pude hacer más. Estuve encima porque una exposición de envergadura es algo absolutamente personal, es como pintar un cuadro con tus propias obras. Siempre he tenido protagonismo porque lo he querido yo, nunca cedo del todo el testigo. La de Sevilla está montándose y con los adelantos de la técnica me van mandando fotos, me envían vídeos. Está todo bastante estudiado previamente porque la selección es muy importante. He pintado más de medio siglo, que se dice pronto, y mis obras cambiaron con el tiempo, y es necesario, porque todo no cabe, hacer sacrificios y saltarse algún capítulo; puede resultar triste, pero es una cuestión de saber limitar, de elegir.
–Habla de las nuevas tecnologías. ¿Las utiliza en sus obras? Me viene a la cabeza David Hockney, por ejemplo.
–Yo he mezclado la pintura con la técnica desde siempre. En los 70, en los años de la pintura-pintura, tenía mucha obra con fotografía en blanco y negro. Siempre me he debatido entre el gesto y el control y las fotografías han tenido un protagonismo muy destacado en mi trabajo. Antes de la llegada del ordenador he trabajado con el «offset», la serigrafía, con el laboratorio de color... Lo digital resulta de una riqueza abrumadora y se está introduciendo de una manera imparable en el mundo del arte. Nos está dando a los pintores muchas oprtunidades
–¿Y pueden estar reñidas las tecnologías con el pincel?
–Puede que sí. Lo que hay que saber es cómo conjugar este tipo de artefactos nuevos y cómo saber sacarles partido pictórico. Por ahora, conviven, pero no me extrañaría que la pintura tal como la conocemos pudiera llegar a desaparecer. Es más, a ciertos niveles le digo que ha desaparecido ya. No hay más que mirar a Kassel, por ejemplo, o a algunas bienales donde es absolutamente minoritaria, aunque en otras ferias como la Fiac de París tiene casi el monopolio. ¿Por qué? Pues porque es una feria con una caracter eminentemente comercial. Es una cuestión básica: un cuadro es más fácil de colgar en una casa y por tanto de vender. Una instalación lo tiene más complicado.
–¿Usted ha vendido bien su obra?
-Mi obra no se vende demasiado bien, no nos vamos a engañar. Aquí, en España, no, yo creo que porque no vende nadie. En México, por ejemplo, sí, y en Alemania bastante bien. La crisis ha arrasado con fundaciones, cajas y bancos, y ahora nadie compra.
–Pero vive de su pintura.
–Así es, aunque no se vende bien yo no me puedo quejar porque vivo estupendamente. Pero me ha costado mucho llegar a esta situación.
–¿Es que no existe coleccionismo en nuestro país?
–En España no existe ni un coleccionismo importante ni valiente. A este nivel somos bastante pobres y vivimos en una situación elemental; otra cosa es el plano artístico, ahí tenemos un muy buen nivel, aunque no excepcional. Sigue faltando el apoyo al artista
–¿Qué es el «gordillismo»?
–Es un término que se inventó en los años setenta el crítico Santiago Amón después de que yo expusiera en la Maeght de Barcelona. Era el momento de la Nueva Figuración madrileña, con artistas como Chema Cobo o Alcolea. Duró poco.
–¿Ha creado escuela?
–Bastante y para mí es un orgullo. Siempre me ha interesado el trabajo de los jóvenes, hacia donde iba, cómo los artistas de la Nueva Figuración miraron hacia mi obra. Se interesaron por lo que hacía y por cómo lo hacía. ¿No es un orgullo ver cómo artistas jóvenes estudian tus catálogos? Para mí es el mayor premio.
–¿Es de los artistas que cada día se mete en el estudio a pintar?
–Lo hago, sí. Yo vivo para esto, para pintar. En el estudio hay mucha vida. siempre hay algo que hacer, ordenar, ver. Las obras llega un momento en que se acumulan. Hay bastante lío, sobre todo en el mío y cuando vas siendo conocido, la cosa se va complicando. Yo cada día trabajo más, me toca lidiar un toro muy pesado. Al estudio hay que ir todo los días. Yo lo hago y si quiero más espacio me marcho a Madrid. Y me doy una vuelta.
–No sé si a estas alturas le llega el aburrimiento...
–Aburrirme de pintar no es la palabra. La pintura puede ser un coñazo enorme, en cuanto a dificultad y cansancio. Pintar me cuesta muchísimo trabajo cada día. Puede ser alguna vez incluso como un martirio, una tortura.
–¿Y tiene algún cuadro colocado contra la pared?
–A veces, cuando no puedo solucionar el cuadro y parece que me vence lo dejo una temporada. Ahí se queda. Pasa en ocasiones que te obsesionas con la manera de resolverlo, con acabarlo, te metes presión y es peor porque eres incapaz de ponerle un final. Entonces es mejor volverlo de espaldas porque si lo dejas así un tiempo después puede arreglarse. Es como darle oxígeno. A mí me pasa algunas veces. Y no es malo.