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Luis Rosales: «Si nos hubieran consultado, Federico se hubiera salvado»

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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Salen a la luz los papeles personales del académico con información sobre el asesinato de Lorca.
El 16 de agosto de 1936 cambió la vida de Luis Rosales. Ese día, por la tarde, un grupo de hombres armados, capitaneados por el ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, se presentó en el domicilio granadino de los Rosales para arrestar a quien era invitado de la familia: Federico García Lorca. Poco después, Lorca era asesinado entre Víznar y Alfacar.
Luis Rosales, académico y Premio Cervantes, realizó a lo largo de su vida numerosas declaraciones públicas sobre aquellos acontecimientos, pero rechazó poner en papel su versión del suceso. Por eso, resulta una verdadera excepción los apuntes que este diario ha localizado en el Archivo Histórico Nacional, en Madrid, donde se guarda el archivo personal del autor de «La casa encendida». Los apuntes de Rosales aportan algunos matices sobre la detención y la muerte de Lorca a manos de uno de los principales protagonistas del drama. Para entender mejor esta documentación tenemos que remontarnos a un día antes del inicio de la tragedia, al 15 de agosto de 1936, cuando en Víznar se celebra el día de la Asunción de la Virgen. Hasta el pueblo se acercó desde Granada Ramón Ruiz Alonso para participar en la festividad y es allí donde habló con el tesorero del acuartelamiento de Víznar, Antonio Rosales, hermano de Luis. Según varios testimonios –entre ellos, los de Gerardo, sobrino de Luis Rosales, y el general Fernando Nestares, hijo del capitán José Nestares, responsable militar de la zona–, Antonio habló con Ruiz Alonso de la incomodidad que le suponía la presencia en casa de sus padres de un enemigo, de un intelectual de izquierdas y que pensaba podía ser una mala influencia para su hermano Luis. La confesión fue también escuchada por Juan Luis Trescastro, un matón que acompañaba al ex diputado. Esa misma tarde, Ruiz Alonso redactó la denuncia contra Lorca, aprobada por el gobernador civil José Valdés Guzmán. La familia Rosales y Emilia Llanos, una buena amiga del autor de «Bodas de sangre», habían dispuesto que Lorca fuera llevado a otro escondite el día 16, probablemente la casa de Manuel de Falla.
Luis Rosales creía que no era necesaria la orden de detención. Existe un largo manuscrito del poeta de cuatro páginas, sin fecha, encabezado con los versos «Tal vez/ el asombro es un parto,/ ya en la vejez/ de la vejez», donde da su versión de los hechos». Éste es el único texto largo que se conserva en el archivo de Luis Rosales sobre aquellos hechos de su puño y letra. Existen otros documentos que vienen a complementar lo dicho: son borradores de cartas del escritor a investigadores del crimen. Las sucesivas versiones que realizó el propio Rosales invitan a pensar las dudas que tenía sobre cómo aclarar de una vez por todas el tema. Un buen ejemplo es esta misiva, probablemente no enviada, en la que, por desgracia, no se aclara el nombre del destinatario de la misma:
«Muy señor mío:
Contestando a su carta, le doy los datos que me pide. Federico García Lorca fue fusilado por los rebeldes (falangistas). La detención, una verdadera expedición, a cuyo frente iba Ramón Ruiz Alonso. La acusación que se hizo para asesinarle es que era espía ruso. La sentencia de muerte fue dictada por el gobernador civil. La noticia de su muerte, publicada en los periódicos de Granada, fue la siguiente: “Se ha encontrado a Federico García Lorca Lorca en el campo muerto por heridas de bala (se quería simular que había muerto en combate)”. Ninguno de estos datos es verdad. De todos los males que pueden sobrevenirnos el peor es la guerra civil.
Atentamente, Luis Rosales»
La Prensa granadina no publicó ni una sola información sobre la muerte de Lorca en agosto de 1936. Parece que Luis Rosales se estaba confundiendo con el certificado de defunción del poeta, redactado el 21 de abril de 1940, en el que se afirmaba que «falleció en el mes de Agosto de 1936 a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra». Lo que sí es cierto es que Lorca, como dice Rosales, «fue fusilado por los rebeldes (falangistas)». El gobernador Valdés era falangista aunque, como le dijo a Narciso Perales, «a mí lo de nacionalsindicalismo me da tres patadas en el estómago y lo tengo enfermo». Por su parte, Ruiz Alonso se presentó en el hogar de los Rosales con camisa azul, tal y como han recordado los testigos de la detención.
En el archivo del autor de «Abril» hay cartas interesantes. Por ejemplo, de la correspondencia con Rafael Martínez Nadal, íntimo de Lorca, se deduce que quería escribir un libro conjunto con Rosales de carácter autobiográfico, proyecto que no prosperó. Hay también misivas redactadas por algún testigo presencial de los hechos. Eso podemos leer en una nota de dos páginas fechada en abril de 1984. La firma un granadino llamado Luis Vilches Ávila, buen amante de la música, que le recuerda que:
«yo soy paisano tuyo. Nos conocimos presentados por Alfonso Moreno Redondo que fue, como recordarás, Jefe de Propaganda del Movimiento. Trabajé a las órdenes de tu hermano Antonio, como secretario de la parte musical. Con vosotros conocí a a Federico. Como Secretario del Maestro de Capilla D. Valentín Ruiz Aznar, le recogí la música a un poema tuyo al Capitán Fernández que, por si no lo tienes, te envío adjunto una fotocopia. (...) Por otra parte, tuve la desgracia de estar en Víznar cuando llevaron a Federico con D. Agustín Escribano, y cuando los mataron, que si voy por allí podría decir donde lo enterraron».
Vilches Ávila o se inventa la información o le falla la memoria, porque el catedrático Agustín Escribano fue asesinado en Víznar el 11 de septiembre de 1936, casi un mes más tarde que Lorca. Entre los papeles de Rosales hay una misiva más de Vilches, pero sin más datos sobre la muerte del poeta.
La búsqueda en el archivo de Luis Rosales demuestra que nunca quiso escribir sobre el crimen de Granada. Sin embargo, puede que la clave esté en los dos últimos versos de su poema «Autobiografía»: «sabiendo que jamás me he equivocado en nada,/ sino en las cosas que yo más quería».