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Luis Valls: «El dinero no compra la libertad, que es lo único que no nos pueden quitar»

En «Desapego y libertad» recoge el legado de su tío, uno de los banqueros más influyentes de la España del siglo XX.
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En «Desapego y libertad» recoge el legado de su tío, uno de los banqueros más influyentes de la España del siglo XX.
Hubo un tiempo en el que los banqueros eran de fiar. Respetaban nuestro dinero, sin asumir desmedidos riesgos. Luis Valls-Taberner forjó un estilo propio de hacer banca. Presidente del Banco Popular entre 1972 y 2004, durante su mandato la entidad fue considerada la más rentable del mundo y el mejor banco de Europa. Una situación bien distinta a la actual, en la que anda inmerso en una ampliación de capital que ha contribuido a su descalabro bursátil –este año se ha dejado en torno al 45% en Bolsa–. Su sobrino, con el mismo nombre y apellido, le homenajea en «Desapego y Libertad».
– ¿Fue su tío un banquero inclasificable?
–Fue un banquero, pero también un humanista con inquietud intelectual. Tenía un fuerte desapego del dinero, votos de pobreza, como miembro del Opus Dei.
– ¿Por qué ese título?
– A mayor desapego de las cosas, mayor libertad. Para mi tío el dinero era la materia prima, pero vivía desprendido completamente de lo material. Entendía que el dinero servía para cubrir necesidades y cumplir algunos deseos, pero nada más. Pensaba que mientras los bienes se poseen, la riqueza no. Se fue del mundo como vino.
–Pues está considerado como uno de los banqueros más influyentes de la España del siglo XX...
–Le gustaba influir, no mandar. Jugó un papel en la trastienda del franquismo, la transición y la democracia mucho más importante del que se ha contado. Fue clave en el nombramiento de Juan Carlos de Borbón, así como a la hora de normalizar las relaciones entre el PSOE y la banca, en 1982, cuando todo el mundo pensaba que sería nacionalizada. Fue el primer banquero en conceder un préstamo al PCE tras ser legalizado y en posicionarse a favor de la democracia después del 23F.
– Banco Popular fue considerado varios años la entidad más rentable del mundo y la mejor de Europa...
–Respetaba mucho el dinero de los demás, y no asumía riesgos de manera especulativa. Ojalá haga autocrítica y vuelva a la senda que nunca debió perder para recuperar la confianza de empleados y accionistas.
–Pero ese respeto por el dinero de los demás se ha perdido.
– Incluso se piensa que el dinero público no es de nadie.
– Tuvo varios rifirrafes con Ruiz- Mateos...
– Fueron compañeros de la obra. Ruiz-Mateos era el empresario más importante de España, pero cuando se metió en problemas buscó protección. Mi tío le aconsejó de la mejor manera. Al no ser capaz de ayudarle a encontrar una solución fue objeto de sus iras. Mi tío sufrió con este episodio, porque empañaba su integridad. Ruiz-Mateos escribió una carta años después para pedir disculpas.
–¿Era austero su tío?
–Desde luego.
–Alguna propina le daría...
–Nunca. Sólo he heredado el retrato de Antonio Gutiérrez, que representa ese espíritu liberal, y una pluma, que refleja la vocación frustrada que tuvo con el mundo del periodismo. Decía que su mayor ambición pasaba por saber y conocer, porque era lo único que podía permanecer en la persona. Lo material te lo pueden quitar, pero no la educación o la cultura.
–Hoy en día todo es objeto de comercializarse.
– Vivimos en un mundo completamente dominado por el dinero, pero el dinero no compra la libertad, que es lo único que no nos pueden quitar.
– Ya nadie se fía de los banqueros. Han perdido la credibilidad que tenían...
–La profesión está denostada. Que las cajas hayan tenido que ser rescatadas con dinero público es un insulto a la sensibilidad de las personas que lo pasan mal. Hoy prima el afán de vender sobre la obsesión de servir.
– ¿La excelencia es compatible con los errores?
– Claro. Todo el mundo dice que de los errores se aprende, pero pocos los confiesan. La clave para que Banco Popular lograra ser el más rentable del mundo fue la autocrítica. Mi tío consideraba los errores como gajes del oficio. La cultura de la excelencia es contraria a la de la autocomplacencia, que es donde empieza el declive de las personas y de las organizaciones.
–Usted se ha llegado a cartear con Mario Conde.
–Sí. Es una historia bonita, de amistad. Conde fue el producto de una época. A mí me interesaba mucho conocer la otra cara del éxito, la versión humana de un hombre que habiendo estado en lo más alto consumía sus días en la cárcel.
–¿Y qué descubrió?
–Que el éxito es peligroso en España. Me dijo que nunca quiso ser banquero, y que aceptó el cargo por circunstancias externas. El coste de haberse dedicado a la banca, influido por el poder, la vanidad o el éxito, ha resultado muy elevado.