Lujo o indigencia
Lo que ha machacado la crisis es el punto medio, la moderación. La realidad huye despavorida hacia los extremos más alejados, sin que nadie en este momento pueda prever el trayecto que todavía le queda por recorrer en ambos sentidos. Mientras las bolsas de pobreza aumentan dramáticamente cada día, el número de tiendas gourmet que deciden abrir sus puertas en las principales ciudades crece como nunca antes lo había hecho. O lo marginal o lo exclusivo. No hay margen para clasificaciones intermedias.
Este dianóstico es fácilmente transportable a todos los ámbitos de la experiencia y de la economía, y, por supuesto, al del arte –que, a día de hoy, y sin que podamos aventurar que sucederá mañana, todavía forma parte de este mundo. Las galerías españolas agonizan, están perdiendoactualidad y, en la mayoría de los casos se ven obligadas a diversificar su política empresarial con tal de sobrevivir. Su futuro más inmediato es el de actuar como «consultores de urgencia» y «low cost» de las maltrechas administraciones, ante la imposibilidad fehaciente de vender una obra. Pero, mientras que las transacciones comerciales en el ámbito galerístico han quedado reducidas a su expresión más pírrica e insuficiente, existe una suerte de mercado de lujo, un «circuito A» que día tras día genera noticias de impacto en las secciones de cultura de todos los medios del mundo: me refiero al de las subastas de obras de arte y todo tipo de objetos de enorme valor histórico que, en este momento, y, quizá por el efecto contraste, están alcanzando precios tan espectaculares como obscenos.
Es indudable que el número de movimientos en el interior de este perímetro de exclusividad crece por momentos y que, a resultas de ello, nos encontramos en pleno proceso de reconfiguración del mapa de las principales colecciones privadas del mundo. Dentro de unos años podremos comprobar las cristalizaciones más significativas de esta forma extrema de coleccionismo, que, más allá incluso de la finalidad especuladora, expresa ante todo una demostración de poder y autoridad en un momento en el que, desgraciadamente, a la cultura sólo le quedan dos alternativas: el lujo o la indigencia.