Madrid, cultura viva
El Estado del Bienestar trató a la cultura como un capítulo más de la asistencia social. Correspondía al poder público financiar con presupuestos crecientes, vía subvenciones, toda la creación. La prestación de estos servicios se realizaba directamente desde el sector público sometido a las normas garantistas de la función pública. En España ha sido así desde el franquismo. Sin embargo, la crisis económica ha venido a poner patas arriba el modelo, cambio que se describe bien en la afirmación de Pierre Lescure, gurú de la «excepción cultural» francesa, con la que discrepo por ser, la española, una cultura global y globalizante que no necesita discriminación positiva alguna para crecer y menos para sobrevivir, quien ha reclamado que «hay que convencer a la gente de que la cultura no es gratis».
Ya no hay dinero para todo y no lo volverá a haber como en el pasado. Ante esto, el Ayuntamiento de Madrid ha reducido en casi un 40% los presupuestos del área, que no los fondos globales para la cultura. Aun así la pujanza cultural de Madrid, que no se mide sólo por su peso en el erario público, está más viva que nunca y nadie puede negar que Madrid sigue ostentando no sólo el título de gran capital de la cultura, sino también la indiscutible capitalidad de la cultura en español.
Trabajar, innovar y emprender
La vitalidad de la cultura en Madrid puede medirse con datos exactos: 2,1 millones de espectadores disfrutaron en 2012 de las actividades culturales del Ayuntamiento de Madrid. Datos empíricos para un sector muy dado a los tópicos y a las generalizaciones, que alimentan el alarmismo interesado y el juicio fácil, especialmente por aquellos que al calor del «dinero para todos» (sobre todo para los que más gritaban y gritan y sus grupos industriales) tenían ya montado su modus vivendi vedado a otros. Los teatros municipales han duplicado su público sin merma de la calidad. Las exposiciones en Cibeles tienen resonancia mundial y complementan al Prado, al Thyssen y al Reina. Pronto inauguraremos la cuarta biblioteca pública en la legislatura. Los presupuestos han bajado, pero la cifra total que Madrid Destino (la nueva empresa municipal que gestiona la cultura en Madrid) dedica a la cultura se mantiene estable. El secreto está en que la aportación que realiza el Ayuntamiento representa hoy, menos del 50% del total (unos 90 millones de euros), frente al casi 90% de tan sólo hace dos años. ¿Cuál es la fórmula para este éxito? Sencilla: trabajar, innovar y emprender. Adelantarnos al cambio para garantizar así el derecho de los ciudadanos a acceder a la cultura. ¡Ah!, y muy importante, tener una alcaldesa con las ideas claras que no sólo nos ha dejado hacer sino que nos marcó el camino. ¿Cómo se hace? Actuando sobre la gestión de nuestros espacios y estimulando la creación con fórmulas diferentes a la clientelar subvención.
En el primer aspecto de la gestión, se están adoptando conceptos que hasta hace poco pertenecían al mundo de la empresa privada: presupuestos equilibrados, racionalización del gasto, economías de escala, objetivos o incentivos, son palabras que ya aplicamos en las artes. ¿Por qué las compañías externas no pueden asumir riesgo y compartir ingresos con la Administración para sufragar la luz, seguridad y limpieza que consumen? ¿Por qué hemos de ceder de forma gratuita y a discreción los espacios públicos, en ubicaciones prime, con altos costes de mantenimiento a empresas que buscan el beneficio con el salvadidas del dinero del contribuyente? ¿Para comprar su favor o su voto con el dinero de todos? Viejos tiempos... ¿Por qué en lugar de subvencionar no buscamos colaboraciones de otro tipo, como hacemos con instituciones privadas que crean cultura y de la buena?
No podemos seguir funcionando con viejos modelos ante los nuevos retos. Hoy adquiere una especial importancia el papel de la colaboración público-privada también en la cultura. Un cambio de modelo en el que Madrid se ha convertido en pionera y en línea con la tendencia de las grandes capitales. Es indicativo el hecho de que «The New York Times» elogiara recientemente el modelo de colaboración público-privada de Matadero, materializado en el convenio con Red Bull para la Nave de Música, proponiéndolo como la fórmula más eficaz de promover la cultura en tiempos de crisis.
¿Y las subvenciones? En un país como España, que acuñó la palabra liberalismo y liberal, resulta una ardua tarea serlo. También en la cultura. Todos, ricos y no tanto, han aprendido a acudir a las administraciones a solicitarlas. Los poderes públicos, demasiado a menudo, sólo han perseguido tener tranquilo el patio y comprar voluntades repartiendo dinero a espuertas. Las subvenciones, perpetuadas en el tiempo, han generado un perverso exclusivismo clientelar, ineficiencia y despotismo creativo. Ellas son las causantes de que la democracia real no haya llegado todavía a muchos sectores de la cultura. Los datos no engañan: producciones teatrales millonarias que se quedan en Madrid y no giran, guiones pagados en los cajones, teatros vacíos. Era todo tan fácil como perverso. Como dijo alguien, «el dinero público no es de nadie», y yo añadiría, más bien de algunos.
Rememoro las frases de un amigo dichas al calor de los conflictos que genera este adaptarnos a los nuevos tiempos con la vieja guardia: creo que la cultura sobrevivirá cualesquiera que sean las circunstancias. No me creo a los que dicen que sin dinero público para ellos no existiría la cultura, porque la propia historia lo desmiente. No hay más que ver las condiciones en que han creado los artistas desde que el mundo es mundo. No creo que porque vengan Hollywood o los musicales de Broadway arrasando se vaya a acabar el buen cine independiente o el mejor teatro europeo. Siempre habrá gente con una cámara haciendo lo que quiere, como John Cage, que trabajaba en un taxi y seguía componiendo su música. O los pintores y poetas españoles que continuaron haciendo obras maestras incluso durante el franquismo, a pesar de la censura y el entorno. Creo que la creación se daña cuando los poderes públicos la apoyan como hasta ahora. Se vuelve cómoda, mediocre, facilista. El arte necesita batirse en aguas bravas, no en piscinas de agua tibia donde se le arruga la piel. Precisa de la marejada, el temporal y la tormenta. El Ayuntamiento de Madrid, con su alcaldesa al frente, ha incentivado con nuevos instrumentos el talento, y a la vista están los resultados. La calidad no está reñida con la austeridad si se gestiona de forma distinta. Sí lo está con los viejos clichés. Madrid, con una cultura libre de ataduras, acrecienta su carácter abierto e innovador de ciudad emprendedora. Viva, muy viva, heredera, generación tras generación, del mejor legado cultural de una gran nación como España. ¡Hasta pronto, Madrid!
*Presidente de Madrid Destino y Madridec Ayuntamiento de Madrid