Manuel Rebollar: «El caos es ingobernable y esa es la gracia»
En «La vida sin Murphy» elimina al destino de la ecuación y analiza «fenómenos» como que la tostada siempre caiga por el lado de la mantequilla y los gatos, siempre de pie.
Creada:
Última actualización:
En «La vida sin Murphy» elimina al destino de la ecuación y analiza «fenómenos» como que la tostada siempre caiga por el lado de la mantequilla y los gatos, siempre de pie.
Llevamos media vida acordándonos de la pobre madre de Murphy cada vez que la tostada se nos cae por el lado de la mantequilla, pero eso acabó. El escritor Manuel Rebollar ha decidido salvarnos de esta maldición a través de treinta y cinco microrrelatos, muy bien ilustrados, que le dan la vuelta a Murphy y a toda su familia, y nos ayudan a ordenar el caos con mucho humor. ¿Cómo lo ha conseguido? Matándolo en «La vida sin Murphy» (Enkuadres), no podía ser de otra manera. Un libro que merece la pena leer para ver el mundo desde otra perspectiva y tomar las riendas de nuestras vidas. «Me di cuenta –dice Rebollar– de que al final siempre andamos echándole la culpa a ese Murphy, a ese destino. Y eso es como echar balones fuera. Hay que coger el timón de la propia existencia. La culpa no es siempre de Murphy, pero, por si lo fuera, yo te lo mato y el resto ya es cosa tuya». Así, sin Murphy, seguramente caminaremos más tranquilos, sin pensar que no podemos evitar que, si está escrito, se desplome la viga sobre nuestra cabeza.
Mirar antes de cruzar
Claro que Hawkins decía que incluso quien cree que no hay más porvenir que el señalado mira antes de cruzar. «Hay estudios que demuestran que el hecho de que se caiga la tostada por el lado de la mantequilla no es un problema de la tostada, es decir, estudios que han costado mucho tiempo y dinero en los que se llega a la conclusión de que si las mesas midieran, no sé, dos metros cincuenta de alto, a la tostada le daría tiempo a dar una vuelta completa y nunca caería del lado del mermelada. Al parecer, los “científicos” han lanzado tostadas y tostadas hasta demostrarlo, por eso la primera parte de mi libro se llama precisamente así: “Tostadas”».
Normal, después de matar a Murphy en el primer microrrelato, Rebollar ya se atreve con las tostadas y con lo que haga falta. Aunque luego se ocupa de otros personajes que suelen tener mucha más suerte que las tostadas y siempre caen de pie, los gatos. «Sí, porque también se han hecho estudios sobre su capacidad para girar sobre sí mismos y caer de pie; así que yo incluyo un estudio sobre la paradoja. Y luego hablo de tostadas y gatos y me pregunto qué pasaría si en las patas de un gato pusiéramos una tostada con la mermelada mirando hacia el suelo o si lanzásemos a ese animal atado a la tostada. Una de las dos leyes no se podría cumplir, porque, o el gato cae por la espalda, o cae por la mermelada. Y también se han hecho estudios sobre este tipo de cosas en Norteamérica, faltaría más...».
La mala suerte
Le digo a Manuel que hay que ver la cantidad de dinero y tiempo que tienen para perder los norteamericanos y coincide conmigo, claro. Y yo con él, en las ganas de matar a Murphy. Menos mal que, en la última parte de su libro ya está muerto y enterrado y aparece ese mundo sin él. «Y también mi punto de vista. Creo que hay que bombardear a ese Murphy que todos llevamos siempre en la cabeza y que hace que el día que quedas con la chica que te gusta te salga una espinilla, o que al pantalón que te quieres poner esa noche especial se le rompa la cremallera. Son detalles que a lo largo de tu existencia achacas a la mala suerte: la fila de al lado que corre más que la tuya, el autobús que esperas que nunca llega mientras pasan todos los demás... Murphy, siempre Murphy. De ahí mi interés en matarlo. Primero pensé acabar con él en un corto, pero, al final, me decidí por los microrrelatos». Que son lo suyo, porque Rebollar es profesor de Lengua y Literatura y hay mucho de literatura en todo microrrelato que se precie. Por eso la encuentro en los de Rebollar, que tienen inicio, nudo y desenlace y desde luego intención. En otros no consigo verlo tanto. «El microrrelato, aunque lo parezca, no es una invención del siglo XXI. Ahora está teniendo más expansión por la velocidad a la que va todo y porque sobre todo los más jóvenes demandan brevedad, y hay micro relatos que hasta caben en un tuit. Se supone que cualquier persona con un poquito de curiosidad puede intentar escribir uno y que todo lo que se escribe de manera breve lo es; pero yo creo que un microrrelato debe cumplir las mismas normas que un relato». No sé si eso es posible en los de una sola frase. «Esos se llaman nanorrelatos. Aunque la terminología solo sirve para poner etiquetas, que es lo que parece que necesita el ser humano. El nanorrelato podría estar emparentado con el aforismo de toda la vida, con los refranes. Lo que pasa es que ahora todo el mundo piensa en hacer un micro. Y hacerlo se puede, que sea bueno ya es otra cosa».
Eso sí, si es bueno, puede serlo tanto como una novela. Tan rica puede estar una tapa como un cocido. «El caso es alimentarse de buena literatura, tenga la extensión que tenga. Y contar las peripecias de los personajes en un tiempo y un espacio con narratividad. Aunque, eso sí, el microrrelato requiere mucha elipsis narrativa y exige mucho al lector. Tiene que poner de su parte, porque solo le ofreces pinceladas de lo que pasa; omites información y le haces un guiño. El resto lo tiene que poner él». ¿Y si lector entiende los relatos de «La vida sin Murphy» conseguirá ordenar el caos? «No. El caos es ingobernable. Pero la gracia está en que el caos no sea ordenado. Si no, la vida sería muy aburrida».