María Zambrano encuentra la paz
El teatro Valle-Inclán del CDN estrena «La tumba de María Zambrano (Pieza poética en un sueño)», de Nieves Rodríguez Rodríguez, un homenaje a la figura y al pensamiento de la filósofa malagueña
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El teatro Valle-Inclán del CDN estrena «La tumba de María Zambrano (Pieza poética en un sueño)», de Nieves Rodríguez Rodríguez, un homenaje a la figura y al pensamiento de la filósofa malagueña.
María Zambrano fue enterrada entre un naranjo y un limonero en el cementerio de Vélez-Málaga. En su lápida reza una leyenda del «Cantar de los Cantares»: «Surge amica mea et veni» (Levántate, amiga mía, y ven). Su largo exilio tras la guerra no fue solamente físico, también académico. Su obra era prácticamente ignorada en España hasta que José Luis Aranguren publicó en «Revista de Occidente» el artículo «Los sueños de María Zambrano» en 1966. «La tumba de María Zambrano (Pieza poética en un sueño)» es una obra escrita por Nieves Rodríguez Rodríguez que trata de recuperar la memoria de la filósofa española, primera mujer en recibir el Premio Cervantes (1988). Se estrena en el teatro Valle-Inclán del CDN bajo la dirección de Jana Pacheco, con Óscar Allo, Isabel Dimas, Aurora Herrero, Daniel Méndez e Irene Serrano en el reparto.
La pieza se articula a partir de la única obra dramática que escribió Zambrano, «La tumba de Antígona» y, como ésta, surge como un sueño, un mundo onírico que invita a soñar. En una noche de verano, un Niño Hambriento se refugia en el cementerio y, ante la tumba de la escritora, pronuncia las palabras de su lápida. Una María Niña le da de comer, pero fuera hay muchas personas pasando hambre, física e interior, que buscan la paz . Ella intentará desesperadamente encontrar esa última palabra que buscó toda su vida, la palabra perdida, única, secreto del amor divino-humano, que alimente ante la incertidumbre social y política que vivimos: paz. Porque según Nieves Rodríguez, en esencia, la obra podría definirse como «la búsqueda de una paz colectiva». Su filosofía «tiene que ver con una razón mediadora, pacifista, de confianza...Tanto ella como otras filósofas del siglo XX tuvieron que responder de forma resistente ante tanta violencia y desigualdad, porque ese fue el siglo de la violencia. Como ocurre con los nacionalismos últimamente, que son generadores de violencia y siguen haciendo necesaria la razón mediadora».
La pieza nace «por mi amor hacia ella –explica la autora–, me he enfrentado a ella desde el estudio académico de su obra y he tratado de hacer un trasvase a la creación poética o literaria, al teatro, como hizo ella en “La tumba de Antígona”, de donde tomo el título. No es una biografía, no hay cronología histórica, aunque incluya alusiones a pasajes concretos y a personas fundamentales en su vida, como su padre o su hermana Araceli. Lo que intento plasmar es la razón poética de su filosofía y la fenomenología del sueño. Los sueños son para Zambrano un lugar creativo, donde se encuentra la razón intuitiva». La pregunta es, ¿cómo llevar esto al texto dramático? «Al no hacer un retrato biográfico hay que buscar otra cosa, el latir de la palabra». Zambrano entiende que «filosofía y poesía son una misma cosa» y este es un texto muy poético «porque no sé escribir de otra manera», apunta. «Mi ideal de teatro es buscar no solo la razón cartesiana, sino también el alma, que la pensadora situó en el corazón», añade.
Generar encuentros
La intención primordial del montaje es «llevar a la escena su filosofía desde el punto de vista poético. Que la gente que no la conozca se interese, que salga del teatro con ganas de descubrirla y de leerla. Ser la antesala de ese encuentro le da sentido a la obra, para eso hacemos teatro, para generar encuentros, aunque crear una dramaturgia desde la filosofía es difícil. Ha sido un viaje tortuoso, tanto desde la producción, hasta la búsqueda de cómo llevo la palabra poética al teatro. La obra ha ido evolucionando y hemos concluido que no todo debe pasar por la palabra. Aunar poesía, danza, música e imágenes plásticas –vídeos– ha sido clave en su desarrollo, le confiere otra perspectiva, otra visión».
Para ello, ha sido fundamental el trabajo de todo el equipo y en especial el de Jana Pacheco, la directora, que se planteó esta obra como un desafío. «Es complejo porque la estructura y el tiempo no son la de un texto al uso. Juega con dos momentos distintos de su vida, la infancia y la muerte. Establece una línea divisoria en el tiempo, a un lado está la niña y al otro la anciana muerta. Las dos historias simultaneadas, a la vez. He planteado la dramaturgia intentando traducir su poesía y su riqueza a lo visual, que se vea desde la escenografía, las coreografías y vídeos de Xus de la Cruz, esenciales, o la parte gestual, muy importante aquí. Hemos cuidado también el espacio sonoro, en el texto hay mundos oníricos y mágicos, una simbología difícil de plasmar y trasladar a la escena si no es de esta manera. Los sueños no tienen una estructura consecutiva de los hechos, un sueño no es consecuencia del anterior», explica Pacheco. «Se asocian a experiencias por imágenes y no tienen por qué estar conectados entre ellos».
Y concluye: «Su pensamiento sigue siendo necesario actualmente porque nos interpela, porque habla de una filosofía para la vida, y ,sobre todo, de no perder la esperanza. En un momento donde seguimos teniendo fronteras, guerras, desigualdades...
Ella dice: “El ángel de la paz se ha olvidado de Europa”, y esto podría decirse ahora. Reivindica no olvidarse de la infancia, recuperar la educación como fuente fundamental, de alimentar a los niños, de generar una semilla de cultura que los haga fuertes. Denuncia problemáticas sociales que siguen vigentes. Siempre que falte justicia social, hay que recurrir a María Zambrano». Nunca como ahora, opina, hace falta volver los ojos a esta mujer que bebió de los grandes de la filosofía y aportó una manera propia de entender el mundo.