Más ficción que ciencia
Dos libros, uno coordinado por Guy Haley y otro de Miquel Barceló, repasan la historia de la ciencia ficción, sus obras esenciales y autores más relevantes.
En «La vuelta al día en ochenta mundos», Julio Cortázar escribía: «Me acuerdo: a los once años presté a un camarada “El secreto de Wilhelm Storitz”, donde Julio Verne me proponía como siempre un comercio natural y entrañable con una realidad nada desemejante a la cotidiana. Mi amigo me devolvió el libro: “No lo terminé, es demasiado fantástico.” Jamás renunciaré a la sorpresa escandalizada de ese minuto. ¿Fantástica, la invisibilidad de un hombre? Entonces, ¿sólo en el fútbol, en el café con leche, en las primeras confidencias sexuales podíamos encontrarnos?». El au-tor argentino, defensor de la idea de que la cotidianidad está llena de acontecimientos inexplicables, fue uno de los escritores que no se avergonzó de rendir pleitesía a Verne. El francés era consciente de que lo fantástico podía ser sinónimo de algo que será posible en el futuro, pues no en vano, para inspirar a su imaginación portentosa, se apoyaba en revistas científicas. Una de las obras destacadas del género fantástico es «El hombre invisible», de H. G. Wells, de 1897. Este relato, junto con «La máquina del tiempo», «La isla del doctor Moreau» y «La guerra de los mundos» copan las primeras páginas del espectacular volumen «Ciencia ficción. Crónica visual del género más apasionante de la galaxia» (editorial Lunwerg), coordinado por Guy Haley.
Sociedades irreales
El autor conoce en profundidad el terreno que pisa, y en una breve introducción sienta las bases de lo que él considera el género de entretenimiento más emocionante, además de lanzar una definición: «Ciencia ficción es un conjunto de géneros de ficción cuyo impulso narrativo depende de sucesos, tecnologías, sociedades, etc., que son imposibles, irreales o que se describen como si ocurrieran en el futuro, en el pasado o en un mundo de creación alternativa». Siguiendo esta fórmula, el lector se adentra en unas páginas donde no pueden faltar, en la llamada «Época “pulp”: la edad de oro de la ciencia ficción»: «Metrópolis», «Un mundo feliz», «King Kong» y «Superman», o autores como Ray Bradbury, Isaac Asimov o Stanislaw Lem. A ello le seguirá el capítulo «La era del átomo: maravillas y peligros de la ciencia 1950-1970», con «2001: una odisea en el espacio», Philip K. Dick, «Godzilla», «El planeta de los simios» o «Blade Runner»; «Futuros oscuros: apocalipsis y guerra en el espacio 1970-1990», con Steven Spielberg, «La guerra de las galaxias», «Mad Max», «Alien», «Terminator” o «Regreso al futuro»; para acabar en «La aventura continúa: ciencia ficción moderna», que va de 1990 hasta el presente, con obras como «Parque jurásico», «Expediente X», «Resident Evil», «Matrix» o directores como Christopher Nolan.
Con este último cineasta acaba Miquel Barceló su «Ciencia ficción. Nueva guía de lectura» (Ediciones B), al hablar de «Interestelar». El autor, de currículum impresionante en el campo de la ingeniería aeronáutica, nuclear e informática, además de miembro de diversas sociedades inglesas y americanas de ciencia ficción, ha revisado este libro, publicado en 1990, y comparado ambas etapas en la presentación, concluyendo que ese lejano año y el presente comparten elementos de bonanza para el género en España. Para él, y en contraste con el otro volumen, «la ciencia ficción es, esencialmente, una literatura de ideas», y pone el acento en que «el placer que se puede obtener de la lectura de la literatura de ciencia ficción es esencialmente un placer intelectual y atañe en primer lugar a la racionalidad del lector y, sólo en segunda instancia, puede, a veces, llegar a ser un placer de tipo estético motivado por la belleza del lenguaje y la forma literaria». Es decir, estaríamos ante un género donde prima el tema antes que la forma, advierte.
Ciencia de pura ficción
Ello es debido a que la prioridad de la ciencia ficción no ha sido lo estético. Barceló concreta más este asunto en el ámbito español, afirmando que el nivel de nuestros escritores en el género está lejos de ser el deseable, aun insistiendo en que lo verdaderamente importante son las ideas que se propongan desde lo narrativo. En todo caso, el objetivo del autor es crear un filtro para que el lector y espectador tenga al alcance lo mejor de la ciencia ficción, pues no duda en calificar de «basura» más del noventa por ciento de lo que él ha leído o visionado. Así, a lo largo de la primera parte del libro, se presentan las características del género, su historia y principales temas: «viaje espacial, paradoja temporal, utopías, antiutopías, ordenadores y robots», amén de sus principales manifestaciones en cine, literatura, televisión, teatro, poesía y juegos de tablero. A eso se añaden páginas sobre diversas series literarias y una selección de títulos con un pequeño comentario.
Resulta interesante cómo aborda Barceló la palabra «ciencia». La citada película de Nolan le sirve para ejemplificar, como en lo dicho al respecto de Verne, «esta relación entre ciencia y ciencia ficción. Es este caso cabe reconocer que, de entrada, la película nace de un viejo proyecto de divulgación científica». Sería a partir de un encuentro que concertaría el científico Carl Sagan con un físico y una productora ejecutiva de Hollywood. Lo cual daría no sólo un filme narrativa y visualmente excelso sino que el trasfondo científico, como en lo que respecta a los agujeros negros, presentarían un rigor académico alabado por los estudiosos. El lector podrá conocer los intersticios de estos asuntos, bien diseminados por Barceló, que explicará la dificultad del término apoyándose en lo que también se ha llamado «ficción científica», «cientificción», «fantasía científica», «ficción especulativa» y «anticipación científica».