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Más latinoamericano, imposible

Se presenta la histórica donación de Patricia Phelps de Cisneros, que cede un centenar de piezas de arte moderno de su colección privada –de Oiticica y Gego a Lygia Clark, pasando por Jesús Soto– al Museum of Modern Art de Nueva York.
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Se presenta la histórica donación de Patricia Phelps de Cisneros, que cede un centenar de piezas de arte moderno de su colección privada –de Oiticica y Gego a Lygia Clark, pasando por Jesús Soto– al Museum of Modern Art de Nueva York.
Desde muy temprano se dio cuenta de que la obra de artistas como Gego o Jesús Soto podía mirar a la cara de cualquier otra creada fuera de Latinoamérica. El gusto ya lo tenía educado por aquella Caracas cosmopolita en la que había nacido y que mucho tenía que decir dentro del modernismo internacional. Pero eso fue hace más de cuatro décadas, cuando Patricia Phelps de Cisneros empezó a pisar las galerías internacionales de la mano de Gustavo, su marido. Entonces, encontraba muy pocos compatriotas (o latinos) entre los nombres que engalanaban las paredes que iba recorriendo. Como si estuvieran «out». Por ello, la misión de Patty –así es como ella se presenta– no fue otra que cambiar el «canon de la historia del arte de forma agresiva», dice.
Cuarenta años después, la coleccionista anunció el lunes en Nueva York, uno de los pasos adelante más importantes para el arte de su región: «Esto, por supuesto, no lo hago por mí, sino por el MoMA y cada uno de los artistas, que no han sido lo suficientemente reconocidos». Tras un goteo constante de 40 obras que la pareja Cisneros ha donado al museo desde 2004, la venezolana abre su colección para ceder de golpe 102 nuevas piezas de arte moderno latinoamericano –además del compromiso del centro para la creación del Instituto de Investigación Patricia Phelps de Cisneros para el Arte Latinoamericano–. Treinta y siete artistas representados –21 debutan en el museo–, entre los que predomina la geometría abstracta. Su director, Glenn Lowry, no tarda en definir a la colección como «el catalizador principal para la comercialización de este arte y su impacto en los programas museísticos»; y a la filántropa como «una transformadora de la relación de la historia del museo con Latinoamérica». Y ella contesta: «Había que reescribirla y contarla de otra manera». Ampliarla.
Su relación viene de lejos. En 1994, durante un almuerzo, ya charlaron de su internacionalización, con vistas al sur, por supuesto. Una tradición que no era desconocida para el MoMA, pero en la que había que «llenar ciertas brechas», reconoce Patty. Ya en 1931 se convirtió en el primer museo fuera de América Latina en coleccionar obras de artistas de la región y hasta dedicó su segundo monográfico a Diego Rivera ese año. Sin embargo, la donación no deja de representar un hito en el objetivo de Patty Cisneros «de proveer un contexto más amplio para la historia de este arte», completa.

De 1940 a 1990

Alejandro Otero, Hélio Oiticica, Gego, Jesús Soto, Cruz-Diez... Ellos, y más, están representados con piezas que cubren una amplia zona geográfica y temporal de artistas de Argentina, Uruguay, Brasil y Venezuela que modelaron el legado constructivista durante la segunda mitad del siglo XX. Trabajos, fechados de 1940 a 1990, que ayudarán a entender el arte latinoamericano en este periodo, abriendo el abanico del museo neoyorquino hacia una narrativa que muestre el papel integral de Suramérica en el arte moderno, con la intención de crear un diálogo entre éstos y los artistas ya presentes en el MoMA.