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Maxim Huerta: «Suceden novelas en la mesa de al lado todos los días»

Presenta su séptimo libro, «Firmamento», una inesperada historia de amor que se desarrolla en el exclusivo Hotel Formentor de Mallorca.
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Presenta su séptimo libro, «Firmamento», una inesperada historia de amor que se desarrolla en el exclusivo Hotel Formentor de Mallorca.
Maxim Huerta tiene por delante varias semanas de firmas, cenas y charlas para promocionar su más reciente novela, «Firmamento» (Espasa). El libro salió hace apenas diez días y ha tenido tanto éxito que mientras concede esta entrevista el autor recibe ya las pruebas de la portada de la segunda edición. Al verle sentado con pantalón blanco, blazer de lino azul y el exuberante jardín del Hotel Formentor de fondo, parece que el verano se ha adelantado en Mallorca gracias a su novela.
–Empecemos por lo evidente. Mientras en Madrid llueve, nosotros estamos sentados al sol, viendo el mar. ¿Por qué eligió este hotel como escenario de la obra?
–Vine por recomendación de una amiga. De hecho, teníamos que haber sido dos, pero hubo una ruptura y al final la cama fue toda para mí. Y me enamoré del lugar: de los azules del mar, de los olores de las flores, del ruido que hacen los pinos cuando los mece el viento. Descubrí, además, que era un hotel con historia –en el que habían estado Gandhi, Grace Kelly, Peter Ustinov...–, y pensé: por qué no crear una historia actual en este lugar que ya la tiene.
–Cada capítulo lo narra un personaje, pero también están las cartas que se intercambian y una novela dentro de la propia novela...
–Que hablen ella y él intercaladamente es un homenaje al mar. Quería que los capítulos fueran como olas: primero viene la de Mario, y luego la de Ana. Ambos narran la misma historia, porque pertenecen al mismo océano, pero cada uno lo hace a su ritmo. Además, quería construir una novela que a priori pareciera muy sencilla y fresca, pero que escondiera las almas de dos personas que se están desmontando y necesitan cura. Por eso todo lo que la envuelve es agua salada: sudor, lágrimas y mar.
–¿Es el mar más redentor que la literatura?
–Van a la par. Pero tienen algo en común: el mar también es ficción. La literatura es para mí el sitio que visito y creo, un lugar de huida. Y el mar tiene el mismo componente. Siempre que uno se queda mirándolo, acaba mirándose a sí mismo.
–Hablemos de Ana y de Mario, los protagonistas.
–Los dos trabajan con la mentira: él escribe las novelas de otros y ella trabaja con la ficción. La mentira es un elemento clave en la novela: la mentira de la ficción, la del amor, la de las redes sociales, la de fingir que todo va bien de puertas para afuera. Porque la verdad no tiene remedio, pero la mentira es nuestra propia ficción. Y dice mucho de nosotros.
–Un tema recurrente en sus libros, y también presente en «Firmamento», es la memoria. ¿Ese interés está relacionado con la enfermedad que padeció su padre?
–Cuando escribí «La noche soñada», que habla del Alzheimer, el olvido y la memoria, no existía esa enfermedad en mi casa. No pensé que luego la vida se encargaría de hacer realidad una novela. Aunque sí es cierto que estos últimos tres años mi obsesión por fijar los recuerdos ha estado relacionada con el Alzheimer que vivió mi padre, y que vivimos mi madre y yo. He visto cómo desaparecen los recuerdos, y la única posibilidad es que tú te conviertas en guardián de alguien que lo pierde todo. La memoria es la única herencia que nos queda. Hay mucho de eso en la novela. Seguramente existen mil experiencias mías que acaban en voz de personajes, y creo que es necesario y sano.
–En este caso, no se trata de autoficción como en «La parte escondida del iceberg», pero sí hay algo suyo en Mario. Por ejemplo, él asegura que roba frases escuchadas en cafés o restaurantes para sus textos, algo que usted también ha confesado hacer.
–Aunque Mario no soy yo, sí me gusta escuchar conversaciones porque suceden novelas en la mesa de al lado todos los días. A veces solamente les faltan las tapas. Escribir es observar los gestos, las formas de hablar, de coquetear, de mirar, y también escuchar frases. En mi obsesión porque «Firmamento» fuera muy verdadera, muy carnal, quise que los diálogos sonaran reales.
–¿La tele ha sido una bendición para su carrera literaria o lo contrario?
–Me cuesta responder. Me llegó por sorpresa, fue un regalo de un martes y trece, el día en que empecé a trabajar hace veinte años. Allí aprendí a cambiar de registro y viví acontecimientos históricos. La he disfrutado mucho, pero había que parar, sobre todo porque es muy transparente y se nota en el plano corto de la mirada si lo estás dando todo o no. Me han ofrecido oportunidades para volver, aunque pesa más la parte literaria.