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Maxime Chattam, el sucesor de Stephen King: «El miedo despierta la parte animal del hombre»

Publica «La señal», una novela ambientada en un pueblo que remite a las historias de terror del famoso escritor estadounidense.
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Publica «La señal», una novela ambientada en un pueblo que remite a las historias de terror del famoso escritor estadounidense.
Un escritor, una telegénica presentadora y su proles, deciden instalarse en un pueblo, Mahingan Falls, Nueva Inglaterra, Estados Unidos. Pretenden alejarse de la turbamulta y el ruido de Nueva York, de sus escaparates y fama agobiante, pero pronto descubrirán que su destino no es tan idílico como figuraban al principio. Una serie de extrañas muertes y sucesos interrumpirán su tranquilidad y los sumergirá en una intriga inesperada. El novelista francés Maxime Chattam hace un guiño a los clásicos de Stephen King en «La señal» (Alfaguara), un libro para los que disfrutan con los escalofríos.
–¿Por qué existen personas a las que les gusta el terror?
–El miedo es una emoción primitiva. Con la literatura y las películas tenemos miedo, pero jugamos a tener miedo. Sabemos que lo tenemos, aunque en condiciones de seguridad. El miedo nos lleva a algo casi animal. Esto funciona bien en los libros porque es lo contrario de un proceso intelectual, que es la literatura. Es una contradicción. La ventaja de una novela es que se puede tratar el miedo desde diferentes ángulos. Todas las personas, por eso, encontrarán un miedo que les remitirá a algo personal.
–¿Y cuáles aborda?
–Comienzo con los más primitivos: la oscuridad, la claustrofobia. Luego con los sociales, como el de perder el confort, que se derrumbe el mundo que nos rodea, pero también están el terror que nos produce la brujería y los monstruos, de lo que se mueve en el bosque, todo eso que hace que el lector pierda las referencias cotidianas, sobre todo porque descubren que en la realidad existe algo que se nos escapa.
–¿Quién aguanta mejor el miedo: los niños o los adultos?
–En este libro he puesto juntos a hijos y padres para ilustrar este aspecto. Los adultos son más reacios a aceptar lo fantástico. Solo lo hacen cuando no les queda más remedio. Es un miedo que van a rechazar y solo asumen cuando no les queda más remedio. Entonces todo es más dramático. Los adolescentes identifican inmediatamente lo fantástico y pasan a la acción en cuanto subliman el miedo.
–¿Qué dicen los miedos sobre nosotros mismos?
–El miedo despierta la parte animal de los hombres y los retrotrae a todo lo que hemos sido antes de la civilización, a lo que habíamos reprimido. El hombre no es más que un animal que se ha civilizado, pero continúa siendo un animal. La tecnología lo lleva a estar menor pendiente de esa parte, nos sosiega y tranquiliza. Lo interesante es que el miedo recupera esa parte que hemos eclipsado. Nos remite a ella. Pero, también, a nuestras grandes contradicciones intelectuales. La omnipresente tecnología y la psicología actual han logrado sublimar el monstruo que siempre nos figurábamos que había debajo del armario o la cama. Pero a mí me gustan esos monstruos.
–¿Dónde los encontramos hoy en día?
–Los asesinos en serie encarnan en la actualidad a esas criaturas de otra época. Entendemos que tienen algo terrible en su interior que nos lleva a pensar que no pueden ser completamente humanos. En mi libro quería regresar a los anteriores, a esos que nos esperan debajo de la cama, a que reflexionemos sobre si existe o no la brujería.
–¿Es necesario que sintamos de nuevo ese sentimiento de inseguridad?
–Todas las sociedades tienen la necesidad de conocer ciertos límites. Queremos conocer lo que está fuera, lo que está bien o mal, pero también hay un marco donde reposan cosas muy primitivas, que es de donde procedemos. Es una zona de sombras en la cual no hay certidumbres. Ahí existen aspectos que nos inquietan, que nos sacan de nuestras comodidades. La rutina, la tecnología nos tranquilizan, pero está bien que en ocasiones retornemos a esas zonas, a ese miedo animal. Lo que me apetecía tocar en esta novela son estas áreas oscuras, lo que no controlamos ni dominamos.

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