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Mel Gibson, de incógnito en el parador del reino nazarí

Apareció en secreto en Granada, recorrió su monumento más conocido y degustó sus delicias
larazon

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La voz se corrió tan rápido como la pólvora. El día que Mel Gibson apareció en la Alhambra de improvisto muchos de los presentes dudaron de que realmente fuera él. Camuflado tras una larga barba y enfundado en unos vaqueros pitillo, el intérprete de «Braveheart» se acercó al monumento nazarí como si se tratase de un turista más: adquirió las entradas con antelación e hizo la cola oportuna. Disfrutaron de una jornada en Granada, entre fans vacilantes y fotógrafos inadvertidos. También visitó la heladería Los Italianos y acudió a un espectáculo de flamenco en el Sacromonte. Sin embargo, su almuerzo en el Parador Nacional dejó una huella que no consiguieron los otros atractivos. Él pidió cochinillo; ella, asadillo de hortalizas con boquerón en vinagre. Dos platos estrellas que hicieron las delicias de la pareja que, aunque se mostró algo reticente a las fotos, finalmente accedió a ellas. Su experiencia fue tan especial que, con el paso de los meses, volvieron a repetir. Aunque de esta segunda ocasión no trascendieron apenas datos.
Pasar una noche en el recinto de La Alhambra, entre jardines y fuentes que evocan un pasado donde se mezcla lo árabe y lo cristiano es la oportunidad exclusiva que brinda el Parador de Granada, antiguo convento construido por decisión de los Reyes Católicos sobre un palacio nazarí del que aún se conservan restos como la Al Qubba y la Sala Nazarí. El hotel tiene un interior de ensueño, acorde con la magia que destila cada rincón de la ciudad. Obras de arte y excepcionales piezas de mobiliario decoran el claustro y las estancias interiores. Algunas de las habitaciones del Parador de Granada cuentan con excepcionales vistas sobre el Generalife, los jardines de Secano y el Albaicín, mientras que el clasicismo del mobiliario y múltiples retratos marcan la decoración de las estancias interiores. En el restaurante o en la terraza de verano se ofrece lo mejor de la gastronomía local, sea gazpacho andaluz, habas a la granadina o piononos de Santa Fe.

Destila belleza

La Alhambra y el Generalife, el monumento más emblemático de la provincia, destilan belleza en cada rincón. Sus jardines son uno de los lugares más románticos de la ciudad; sus colores, el aroma de las flores y el sonido del agua hacen que el entorno resulte embriagador. Maravilloso resulta también el antiguo barrio árabe de El Albaicín, formado por un entramado de calles blancas sobre una colina, con sus iglesias barrocas y aljibes árabes. El monasterio de La Cartuja, la Catedral, los Baños Árabes o el Parque de las Ciencias forman parte de los infinitos tesoros de la ciudad. Y es imprescindible acercarse al menos una noche para asistir a una zambra en una cueva del barrio de Sacromonte. Además de sus monumentos Patrimonio de la Humanidad, Granada es ciudad universitaria de las que nunca duermen, y sus calles invitan a vivir un fascinante y mágico ambiente nocturno. La calle Elvira y la calle Pedro Antonio de Alarcón son dos de sus focos más importantes: es la zona frecuentada por lo más jóvenes. Hay muchos bares, pubs y música en vivo. Por otro lado, encontrará muchos puestos de comida rápida hasta altas horas de la noche.
No sabemos qué fue lo que más encandiló a Mel Gibson. Sin embargo, el intérprete de William Wallace seguro que apreció la historia escondida tras las paredes de La Alhambra. Él, que ha participado en tantas películas históricas e, incluso, las ha dirigido, como «La Pasión de Cristo». Tampoco se habrá ido descontento con la comida a saber por las fotos que finalmente se sacaron. Eso sí, no logró confundirse con uno de los miles de turistas que visitan Granada cada día, ni siquiera escondido bajo un aspecto poco propio del estrellato. Puede que ese haya sido el punto desagradable del viaje. El precio para pagar por la fama de ser actor internacional.