Milagro renovador «made in Almería»
El Reina Sofía acoge, dentro del festival PHotoEspaña, la exposición donada por Pérez Siquier en la que se muestra la revolución que la fotografía española vivió a raíz de la revista «Afal».
El Reina Sofía acoge, dentro del festival PHotoEspaña, la exposición donada por Pérez Siquier en la que se muestra la revolución que la fotografía española vivió a raíz de la revista «Afal».
«Las revoluciones tienen que morir jóvenes y no hay que procurar alargarles la vida porque languidecen». Lo dijo Carlos Pérez Siquier (1930) cuando le preguntaron los motivos del cierre de la revista especializada en fotografía y cine «Afal». Entonces, diciembre de 1963, el «hijo» que había engendrado junto a José María Artero García (1928-1991) rozaba los ocho años. No sumaría ni un mes más. Sin embargo, el «germen Afal» ya estaba ahí. La publicación era historia, pero se había convertido en la lanzadera de decenas de nombres que demostrarían con el paso de los años y la evolución de sus carreras que aquel movimiento había tenido un sentido: revitalizar el panorama fotográfico del país.
Un grupo heterogéneo en el que no había reglas. No existía un estilo conjunto. Primaba la confrontación y el intercambio de ideas. El valor era, como dejaron constancia en los escritos que publicaron, apreciar la obra de cada uno de sus integrantes. Se hizo desde una región «apartada» –en palabras de Pérez Siquier–. Un páramo en el que pocos hubieran puesto el cartel de «renovador», y que, sin embargo, se convirtió en el centro del movimiento: Almería –lugar de nacimiento de sus fundadores–. Así fue, y el empeño de los dos editores de poner en funcionamiento la revista terminó siendo «fundamental dentro de la historia de la fotografía española». Para Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía: «Un momento de inflexión. Los que participaron en ella fueron un poco de todo: reporteros, humanistas, comisarios, escribían, hacían revistas... Reflejando una situación más plural. Y Carlos fue fundamental en todo lo que ocurrió», comentó ayer durante la presentación de la muestra.
Vida humanista y real
La dictadura vivía su epicentro y los medios no eran los soñados. «Los fotógrafos más inquietos no tenían difusión, por lo que se inscribieron en las asociaciones que existían, donde imperaba una fotografía banal e insustancial, que no representaba las inquietudes de su tiempo», recuerda Pérez Siquier. Lo que ellos buscaban era «documentar la vida humanista y real», por lo que procuraron dotar a su idea de una independencia de planteamientos y una frescura que no había en otros conjuntos y que atrajera a los fotógrafos «inquietos e inconformistas» de cualquier parte de la geografía española. Retratar el ambiente y sus diferentes manifestaciones, y siempre «desde una postura intelectual». Hasta convertirse en el motor del cambio de la fotografía española tras la posguerra.
Ahora, todo ese trabajo de años de instantáneas de la realidad es el que recoge el Reina Sofía en su cuarta planta –hasta el 7 de noviembre– gracias a la donación de Carlos Pérez Siquier. Setenta fotografías y otros materiales documentales recogen el espíritu de aquel movimiento en «Humanismo y subjetividad en la fotografía española de los años 50 y 60. El caso Afal», donde se pueden ver instantáneas de Leonardo Cantero, Ramón Masats, Alberto Schommer, Joan Colom y Oriol Maspons, entre otros.
En época franquista no era raro que todo lo que olía a nuevo y transgresor molestara y, en éstas, el movimiento de denuncia –o de mostrar la realidad que veían a través de sus objetivos– de «Afal» no gustaba. Su fundador miró años atrás para recordar que en sus orígenes no tuvieron «una acogida agradable. Nos criticaban por fotografiar las miserias y la vida cotidiana, más cerca de los italianos». Curioso fue el caso en el que una exposición en París casi le cuesta el puesto al embajador español de aquel país porque la serie de imágenes del humilde barrio de La Chanca (Almería) se convirtió en un signo de referencia de la autenticidad de la posguerra. «Había dos tipos de censura, una política y otra moral, de buenas costumbres. Algunos mostrábamos que había una España doliente y no querían que exportáramos esas imágenes», comentó Pérez Siquier. Aun así, «la fotografía de aquí fue conocida en todo el mundo –continuó el editor– y, además, trajimos aquí la de fuera. Entraban todas las formas que tuvieran un rigor intelectual». Aunque fueron pocos los que viajaron al extranjero, todos tenían en la cabeza que, para que su colección tuviera peso, debían conocer lo que se estaba haciendo en Europa y América. Con lo que tomaron ejemplos de Henri Cartier-Bresson, Eugene Smith, Mario Giacomelli, Otto Steinert, William Klein y los trabajos de la agencia Magnum, además de dos revistas de referencia: «Life» y «Vogue». Aunque no les bastó con beber de sus trabajos, sino que Afal también se preocupó de enriquecer un panorama cultural pobre en fotografía hasta entonces con la presentación en España de algunos de estos.
Vida humanista y real
Su proyecto más ambicioso fue el «Anuario de la Fotografía Española» (1958), una obra que reunía cien obras de 48 autores y que reflejaba la diversidad de enfoques que coexistían en España, distanciándose de otras monótonas recopilaciones europeas que sólo mostraban una tendencia. Fuera de nuestras fronteras gustó, sin embargo, la crítica española, mucho más cerca de la fotografía más académica, no apoyó la idea.«Fue un grupo de gente muy joven que logró hacer un proyecto que todavía hoy vive, un milagro que pudo llevarse acabo en Almería», resumió la comisaria de la exposición, Laura Terré Alonso.