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Milgram y su experimento sobre la obediencia ciega

El profesor puso en marcha una revolucionaria prueba que daba respuesta a cómo y por qué obedecemos a la autoridad. Una película de Michael Almereyda, que se estrena mañana, recrea este hecho en la vida del psicólogo
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El profesor puso en marcha una revolucionaria prueba que daba respuesta a cómo y por qué obedecemos a la autoridad. Una película de Michael Almereyda, que se estrena mañana, recrea este hecho en la vida del psicólogo
Stanley Milgram había nacido en 1933 en Nueva York. De padre húngaro y madre rumana, su ascendencia hebrea le había marcado fuertemente y le había hecho preguntarse sobre el tema de la obediencia ciega a la autoridad, a raíz del juicio al criminal nazi Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad: ¿actuó cumpliendo órdenes? ¿podía haberse negado a ejecutarlas y con ello haber librado de la muerte a miles de judíos? La pregunta empezó a martillear en su cabeza. «La vida sólo se entiende mirando hacia atrás, pero debe vivirse mirando hacia adelante», se le escucha decir a Sarsgard (que da vida al profesor de Psicología) en «Experimenter». Miró hacia el pasado reciente y vio el comportamiento de Eichmann y su inquebrantable obediencia a la autoridad.

En 1961 Milgram comienza a realizar su experimento en la Universidad de Yale, en el Interaction Laboratory, con el objetivo de detectar el nivel de acatamiento a una autoridad que ordena la ejecución de una conducta que entra en conflicto con su conciencia, tan contraria a la moral como hacer daño a un inocente. ¿Qué sucede, pues cuando el sujeto A recibe de la autoridad B la orden de dañar a un tercero, C? El trabajo se desarrolló entre 1960 y 1963, aunque la elaboración de la teoría no llegaría hasta 1973 y se realizó entre un grupo de adultos cuya edad estaba comprendida entre los 20 y los 50 años, de los más diversos estatus profesionales (los estudiantes y universitarios quedaban excluidos).

Una serie de anuncios publicados en las paradas de los autobuses daban cuenta de la realización de un experimento (la verdadera naturaleza del mismo se ocultaba) sobre «Memoria y aprendizaje», remunerado (cuatro dólares con dietas aparte, lo que sería unos 32 dólares actuales) cuya duración no excedería de una hora, a cuyo frente estaba el profesor del Departamento de Psicología de la citada Universidad, Stanley Milgram. Según el esquema del docente, en cada experimento intervienen tres personajes: el experimentador (autoridad), el aprendiz (la víctima) y el enseñante (el agente), encargado de realizar preguntas académicas al aprendiz y castigarle con la aplicación de descargas eléctricas dolorosas cada vez que falle una.
- 450 voltios de descarga
Mientras que los dos primeros son actores que conocen el desarrollo de la trama, el tercero es el verdadero sujeto de la prueba, el eje del experimento, el que deberá apretar un botón con una descarga eléctrica de voltios (que oscila entre los 15 y los 450) que afectará supuestamente a la víctima (jamás la recibirá) y cuyos gritos escuchará al aplicarle las corrientes (gritos que están previamente grabados en una cinta magnetofónica y cuya intensidad varía, más fuertes, lógicamente, cuando la descarga sea mayor). Los resultados del experimento Milgram resultaron demoledores y fue tachado de «monstruo». Así, todos los participantes llegaron a aplicar los 300 voltios. Ninguno se negó rotundamente a detener el experimento, aunque muchos continuaron visiblemente incómodos y afectados, rechazando el experimento e incluso prometiendo devolver los cuatro dólares que les habían pagado. El 65 por ciento llegó a aplicar los 450 voltios de forma muy incómoda y con un alto nivel de estrés. Cuando la descarga se aplicaba tres veces seguidas, el experimento finalizaba.
«¿Me está diciendo que se ha llegado a torturar a personas?», le preguntan al profesor tras las pruebas, a lo que él responde: «Nada de los que se hizo fue obligado. El experimentador pedía que ejecutara una acción y él (la víctima) podía elegir entre obedecer o desobedecer». La pregunta surge inmediatamente: ¿Hasta qué punto un ser humano obedece órdenes de la autoridad aunque entren en conflicto con su moral y ética personales?
Peter Sarsgard asegura que lo que aprendió sobre su personaje le pareció todo un descubrimiento, aunque le dio que pensar: «Me parecía increíble ver el comportamiento de determinados sujetos, que se limitaban a seguir órdenes como si no fuera con ellos» y marca distancias entre él y el personaje real al que interpreta: «Yo soy Peter, un actor, y en la película llevo una barba postiza, que nadie se equivoque», asegura con cierto tono de ironía.

La huella a través del tiempo

El experimento de Stanley Milgram revolucionó el mundo de la Psicología y ha tenido enorme trascendencia. Por ejemplo, Peter Gabriel (en al imagen) incluyó en su álbum «So» (1986) un tema llamado «We do what we’re told (Milgram’s 37)», en el que hace explícita referencia al experimento. En 2010, por ejemplo, se estrenó el documental francés «El juego de la muerte (Le jeu de la mort)», donde se recrea el experimento de Milgram pero adaptándolo para que parezca un concurso de televisión.

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