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Mircea Cartarescu: «Nunca he entendido los criterios del nobel»

Tras lanzar «Solenoide» el año pasado, una de sus obras fundamentales, vuelve con «El ojo castaño de nuestro amor», un recopilatorio de textos que ha publicado en revistas y periódicos de toda Europa
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Tras lanzar «Solenoide» el año pasado, una de sus obras fundamentales, vuelve con «El ojo castaño de nuestro amor», un recopilatorio de textos que ha publicado en revistas y periódicos de toda Europa.
Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) habla pausado y bebe sin prisas un café largo, un retrato de un hombre que también es representativo de su literatura, un espacio donde encontrar calma y paz.
–¿Para quién escribe?
–Todos los autores lo hacen para gente que se parece a ellos, pero incluso los artísticamente más elevados presentan fragmentos más sencillos que sean legibles para todos los lectores. Un escritor es bueno cuando sus libros, o al menos parte de ellos, resultan accesibles. Hay muy pocos libros imposibles de leer, yo sólo conozco uno, «Finnegans Wake», de Joyce.
–Usted debe ser de los buenos porque es un eterno nominado al Premio Nobel.
–Nunca he entendido los criterios que sigue el comité del Nobel, de hecho, creo que nadie los comprende. Hay unos cien autores que siempre entran en consideración y son tan magníficos que cualquiera podría recibirlo, pero como se da sólo uno al año no se puede elegir objetivamente. No creo que exista una relación efectiva entre la calidad de la obra y lograr el premio. Sí que hay normas ya escritas, si un año lo gana un africano, al siguiente no; si se lo dan a un poeta, el próximo será un narrador... En cualquier caso, siempre resulta una sorpresa.
–¿Le afecta el proceder de una cultura casi desconocida como la rumana?, aunque Borges era argentino y tampoco se lo dieron.
–En cierto modo, la nacionalidad tiene su importancia, pero en el caso de Borges, él se considerada prácticamente europeo. Su obra es tan impresionante y poderosa intelectualmente que no necesitaba ningún impulso por su origen. Pero no creo en literaturas universales ni cosas de ese tipo, los autores son individuales y personales.
¿Qué opina de que Vargas LLosa sea más «celebrity» que autor?
–Es un escritor tan grande que no puede ser ignorado, y considero que su Nobel es uno de los más merecidos de los entregados los últimos años. El resto ya tiene que ver con la parte humana de la persona y no me interesa.
–La Rumanía en la que creció fue la de Ceaucescu, ¿le recuerda a aquel país las nuevas políticas que están ascendiendo en Europa?
–Estamos viviendo una gran crisis de valores y los europeos sienten amenazas que llegan desde lugares diferentes, es como una ciudadela asediada. En situaciones así la gente se agarra a los valores primitivos, y el nacionalismo es el que más lo es. Por ello están creciendo en el continente, especialmente en el Este, lo que sucede ahora mismo en Polonia o Ucrania es típico, y en Rumanía cada vez estamos peor en este sentido. En estos momentos el partido liberal ha propuesto como candidato a la alcaldía de Bucarest a un criptofascista, una persona que ha seguido la trayectoria de la antigua Guardia de Hierro. Es monstruoso que una organización política que ha ayudado a crear una Rumanía moderna haga esto.
–En aquella Rumanía usted fue censurado, ¿cree que a día de hoy se mantiene la censura pero de un modo más discreto?
–Es una práctica que se puede llevar a cabo de bastantes formas, ha habido una censura religiosa, y existe una que es económica, pero la más insoportable es la de los estados totalitarios porque en los sistemas de estas características sólo se ofrece un discurso y la gente no puede expresar su opinión. El silencio que provoca es tan terrible como la hambruna u otros sufrimientos. Es cierto que mi obra fue censurada en la etapa comunista, pero todos los libros lo eran, ninguno se publicaba íntegro, ni siquiera los infantiles o de cocina.
–De sus lecturas se deduce que no está a favor de que el Estado controle los servicios y los medios de producción.
–En Rumanía las cosas son muy diferentes, el sector privado es dinámico mientras que el sistema público es terriblemente conservador, por lo que todos los rumanos desean acudir a los servicios privados. Por ejemplo, la escuela pública es conocida por su ineficacia y, sin embargo, las privadas están empezando a estar bastante bien consideradas porque ofrecen servicios mucho mejores a la clase media que puede pagarlos.
–¿Pero se considera un liberal?
–Soy un hombre de centro, ni de izquierdas ni derechas, me baso en la razón y en el sentido común a la hora de juzgar los sucesos que me rodean, y siempre he deseado una sociedad que equilibre el dinamismo de unas políticas con el espíritu conservador de otras.
–Los escritores rumanos están un poco divididos actualmente.
–En Rumanía hay una única Unión de Escritores que incluye 2.800 autores. Es una organización semisindical y los miembros de más edad reciben una pensión por parte de ella. No obstante, actúa a veces con un criterio discrecional, por eso muchos autores piensan que debería ser reformada, y últimamente ha habido discusiones al respecto. Además, es demasiado poderosa y ha impuesto una especie de pensamiento unidireccional, un discurso singular. No tengo fe en las instituciones únicas, lo democrático es que haya más y el autor pueda decidir la que quiera. Yo soy miembro de ésta, pero si la criticase me echarían.