Mitomanía «teen»
Se suele ningunear o hablar mal de las revistas dedicadas al fenómeno fan, pero hubo una época de nuestras vidas en la que todos las comprábamos. Sí, en la adolescencia, cuando la pasión que sentíamos por nuestros ídolos musicales y cinematográficos era tan o más grande que la que nos producía un amor de verano. La «Súper Pop» fue la publicación reina, con permiso de la mucho más amarillista y vulgar «Vale», en la España feliz de los ochenta y los noventa. Una celebración de la mitomanía «teen», colorista y refrescante, que aún conservaba algo del candor e inocencia del fenómeno fan moderno nacido en los Estados Unidos de los años cincuenta y de Elvis Presley.
Ahora nadie lo recuerda, pero «Súper Pop» era una revista para chicos y para chicas, pura democracia popular. Ellos colgaban el póster de Samantha Fox en «top less» ante la estupefacta mirada de sus pobres mamás, y ellas hacían lo propio con los desplegables gigantes en los que aparecían George Michael o en elenco masculino de la serie «Sensación de vivir». De hecho, había pósters que colgaban de las paredes de los dos; cómo no acordarse de aquella serie dedicada a los miembros del grupo de rock duro Europe, que empapeló la mitad de hogares españoles a mediados de los ochenta. Su cantante, Joey Tempest, era guapo e iba de rockero de cuero negro, razón suficiente para convencer a unas y a otros. Los mismos que cada verano esperaban con ansia esos números especiales a modo de paquete sorpresa que incluían todo tipo de regalos, además de la revista: chapas, pegatinas, lápices, carpetas...
«Súper Pop» forma parte de la educación sentimental de varias generaciones de españoles, y también significó el primer contacto de muchos con la cultura. Sí, la popular, que merece el mismo respeto que la considerada académica y seria. ¿Acaso había algo malo en ser fan de «Sensación de vivir», de Rob Lowe, de Kirk Cameron, de Jason Donovan, de Madonna y Michael Jackson, o de las Spice Girls y los Backstreet Boys? La verdad era y es que no.