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Año de Nieves y escotes

La modelo capitaneó la pasarela de diseños en la noche de los Premios T de Telva de la Moda, mientras Marta Sánchez brilló en la pista de baile
larazon

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El Canapero llegó a los Telva con la pajarita torcida, la lengua fuera y metiendo tripa por no llevar faja ni fajín. Iluso, pensaba que en la noche de la moda española, el personal le pondría tibio al verle entrar con el «look» a medio hacer. Pero en El Palace el nivel era tan alto que no había ojos para el intruso. Las miradas indiscretas, para Ana Rodríguez, y su novio. «Es un chico estupendo», asentía ella a los piropos hacia el galán. Mirada de arriba abajo. Las de envidia, siempre, para Nieves Álvarez que dejó KO al personal con cada lentejuela de su Zuahir Murad. Preocupado dejó Blanca Marsillach a servidor. Debe haber pasado la semana a golpe de Frenadol, porque con ese escote, catarro de pecho seguro. Ya podría aprender de Lomana. Estilo no es provocar, ni enseñar. Por eso Carmen tiró del armario de su madre para desempolvar un Pedro Rodríguez de aúpa. Que Marsillach quería insinuar, le podía haber pedido el vestido a Ana Locking, el mejor escote de la noche, por detrás y por delante. Que quería vuelo, Patricia Rato. Lucir tipo, preguntar a María León y su Pedro del Hierro. Y mientras El Canapero le hacía un traje para la actriz, Stella McCartney recogía su premio a la mejor diseñadora internacional con su vestido corto chandalero y Tatiana Santodomingo hacía lo propio con el premio a la moda solidaria mostrando al mundo su embarazo monegasco. Aplausos. Moët. Y música. La pista se llenó, y cuando algunos anunciaban retirada, aquello vivió su cénit. El dj pinchó «Soy yo». Y ahí estaba ella. En riguroso playback -que pondría el rotulista de «Sálvame»-, Marta Sánchez se entregó a la causa. Todos con ella. Incluido David Delfín que la cogió en brazos zarandeándola a la manera de la boda de Farruquito. Pero con estilo, nena, que estamos en los Telva. El novio de Marta -adicto al betún de judea- miraba orgulloso. Y Marta, al verse en el centro, sonrojó y quiso apartarde. Pero ya era tarde, señora. Cuando una es una estrella, brilla, aunque su Caprile no lleve lentejuelas.

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