Customizados en gris
Custo Barcelona se sirve de un color a priori antagónico para él y dibuja una colección luminosa
Custo no se achanta. Tampoco se acomoda. Eterno adolescente en lo creativo, madurez a la hora de rendir cuentas. Es el cóctel que ha hecho de él un indispensable en la Semana de la Moda de Nueva York, en la que desfiló cuando ningún otro extranjero lo hacía. Han pasado 17 años de aquello. Y la fórmula no se agota. Y eso que hay quien le auguraba que aquello de las camisetas estampadas tendría fecha de caducidad.
Y no se ha quedado atrás porque Dalmau ha aprendido a conjugar su verbo, customizar, en un presente continuo –a la manera americana–, ampliando el sujeto y variando los complementos (el último, un perfume que funciona, y mucho). De ahí los 70 millones de euros que factura al año, como 80 espacios propios de venta y 2.500 multimarca en más de 50 países.
Ahora se vuelve gris. Sin traicionarse a sí mismo. Depurándose quizá. Del perla al casi negro, se asienta en el horizonte del patrón y va cobrando vida a través de los toques de oro, cobre y plata vieja, así como los bordados y los apliques en patchwork. Así conforma en un mismo «look» prendas con peso y aire opulento con otras más ligeras y sensuales. A saber. De un lado, por ejemplo, un abrigo más que apetecible en el que combina el pelo sintético, potro de imitación y aplicaciones de lana y pluma para dejar para el interior el astracán. Del otro, minivestidos de lana con una estampación digital sobre pailletes que perfila la silueta femenina.
«Es la evolución del viaje. Comenzamos con el grafismo en «print». Ahora mantenemos ese elemento gráfico pero lo hacemos con los microensamblajes, el relieve, las manualidades...», detalla Custo antes de presentar una colección de mujer y hombre sin duda de las más redondas de cuantas ha presentado en Manhattan, con el toque justo de barroquismo y apetecible en cada una de sus vertientes. «Vivimos la pasarela de Nueva York como un laboratorio. Aunque se trata de una Semana de la Moda, donde las principales firmas presentan sus colecciones más comerciales –y por tanto minimalistas–, a mí me sirve para experimentar», detalla el creador, que hace una semana presentó precisamente en Barcelona las prendas que se verán en tienda.
Para Nueva York se dejó el alarde tecnológico de los tejidos y el trabajo artesanal. Como el papel rugoso con un película plateada que al tacto y la vista se asemeja a la piel de caballo o las vetas de lana. Ellas desfilaron más masculinas que nunca, con pantalones de espiga caídos y favorecedores. Pero también con minivestidos, joyas, abrigos de pelo cuatricolor y zapatos que por delante simulaban ser bota, pero que escondían una sandalia detrás. El avance en el hombre es mayor, con una sastrería en la que ha dado un salto. Los ponchos, divertidos. Las americanas y los tres cuartos sientan a la perfección, mientras que los pantalones alcanzan el punto justo del «slim fit». Al finalizar, uno escucha más aplausos de lo habitual. O quizá uno aplaude más. «Nuestro proyecto es durar al menos 33 años más», ironiza haciendo un guiño a los años cumplidos en el negocio. Y él, que sabe conjugar, custumizará.
«España está bien considerada»
Encontrarse con Custo (en la imagen) es un buen momento para pulsar la imagen de nuestro país, cómo se ve desde fuera. Con un pie en Shanghái, donde espera abrir tienda este mismo año, y la mirada puesta en el mercado brasileño –«es complicado entrar, son muy proteccionistas»–, mira desde su tribuna global a la Península. «El problema económico es una anécdota; España tiene muy buena fama, está muy bien considerada», explica el único creador que resiste a los envites del tiempo en Nueva York, teniendo a Estados Unidos como su principal cliente y habiendo contagiado de color el sector. «Cuando empezamos, vendíamos sólo en verano y prácticamente nos teníamos que tomar vacaciones en invierno, porque no se entendía un grafismo en diciembre».