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Locking se fuma Cibeles

Tercera jornada de la Fashion Week Madrid. El ingenio de Ana Locking, que materializa en cada una de sus prendas, eleva el nivel creativo de una pasarela en la que los más jóvenes no destacan precisamente por el atrevimiento
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Andrés Sardá y Ana Locking han apostado por prendas pensadas y correctas con cierto sabor americano que les permita alcanzar su sueño: vender
Alguien se escandaliza. «¡Una modelo fumando en la pasarela!». Ojalá la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid provocara un suspiro más allá de un pitillo políticamente incorrecto. No vale un perro desfilando ni un pavo en la cabeza si tras el efecto no hay magia sino truco. Las ideas. Sólo eso cuenta si se quiere contar. A lo Locking. Alguna vez uno ha pensado que lo de la creadora madrileña es arte, pero por no parecer un elogio gratuito y banal, se lo ha reservado. Pero ahora llega Carlos Urroz y le quita a uno la palabra de la boca. Con autoridad. Faltaría. El director de ARCO ha fichado a Ana para que creara una sudadera que vista al «staff» de la feria. Un premio a su ingenio, a sus comeduras de tarro y a la capacidad para materializarlas sin caer en la locura.
Ayer, más allá de la anécdota irrisoria del tabaco, proponía un periplo de costa a costa por Estados Unidos. Con la ropa a cuestas: el parque de Yellowstone, Maine, Texas, Las Vegas, Hollywood.... «A veces uno va por la autovía y decide desviarse. Es ahí donde encuentra lo interesante. Reivindico el trayecto como la parte importante del viaje, más que el destino». Buena reflexión. No hay maleta que lo soporte. Peligro de Diógenes. Pero no. La cabeza de Ana piensa, revuelve, ordena y pare. Paradigma: sus chaquetas. Perfectamente estructuradas, contienen un juego de cremalleras que permiten abrirla y romperla por completo hasta crear otra prenda diferentes. Los contrastes se crecen en los abrigos, donde el tejido «denim» se empasta con las mantas, y se avivan con los «animal print» de vaca en los pantalones. Todo, con un patronaje «cowboy» que se percibe no sólo en los bolsillos, sino en los cortes propios de las camisas de los vaqueros que ella lleva hasta los escotes. Los materiales también tienen miga: algodón prensado que imita a la rafia, punto de lana, «tweed» de lurex o neopreno de doble faz. Cada una de las paradas en la carretera dejan huella en las prendas. No se le escapan ni los zapatos –reinventando los botines de «cowboy» y los zapatos de salón–, y menos aún los guantes, unos mitones con flecos de lana y lúrex. Para ellos, se sirve de la sastrería clásica a la que respeta, pero que cose en una lana fina. De paso, les viste con un poncho de jaquard «tan bonito por dentro que no lo hemos querido ni forrar».
De Hollywood a la Luna
Llega a California y Locking se lanza a la alfombra roja. «Con todo este viaje, no me imagino llegando a una gala con el vestido en perfectas condiciones», asevera. Esta premisa le lleva a maltratar el tejido con tanta mesura que construye un palabra de honor de deliciosas lentejuelas trasnochadas –unas en perfectas condiciones, otras decoloradas...– con un forro en azul cielo que ya les valdría llevar a las actrices goyescas, que sólo miran a París cuando tienen dos líneas de más en un guión. Y para terminar, se va a la Luna. No crean que aquí ha desbarrado. Tiene su explicación. «Es la última conquista de Estados Unidos. La Luna no la recordamos sola como tal, sino con el astronauta y la bandera norteamericana», reflexiona con acierto.
Al final todo se depura en el sueño americano. El que tiene Ana. «En eso estamos. Con el paso del tiempo he descubierto que aquí lo diferente se señala con el dedo y te sientes aislado, mientras que allí, donde busco ahora contactos y mercados, buscan precisamente la diferencia. Si además con tu estilo consigues vender y hacerles ganar dinero, te adoran».
Meditación nada baladí que de la profesora universitaria y creadora deberían tomar nota Juan Vidal y Moisés Nieto, los noveles de la pasarela. Vidal lo bordó la pasada temporada. Con el ADN de la costura de familia, ayer quizá se quedó algo corto en su apuesta, repitiendo algunos «looks», aunque acertó sobremanera con el estampado reptiliano y la elegancia que se le ve innata al bucear en los 60 y los 70. De ovación los abrigos, pero aburrido en conjunto. Le contagió la desgana a Nieto. Negro sobre blanco, blanco sobre negro, se mostró correcto. Pero no más. Y el que no arriesga pierde seguro. Pues eso.
Los Victorio&Lucchino se lo aplican desde hace varias temporadas y, aunque algunos echen de menos los volantes y los mantones, ellos dan un paso al frente. Sus vestidos en negro lucen más de cerca que en la pasarela y, sobre todo, ganan al tocarlos, con un tejido tecnológico de neopreno, la franela de cashemere y la lana con aspecto de visón rasé. Ellos, que tienen callo, también dan clase magistral a los que llegan: «Hay que diferenciarse, el que se topa contigo en internet no pasará más de tres segundos viendo tus diseños si tienes lo mismo que otro y además lo pueden conseguir más barato».
Este esfuerzo por dar una vuelta de tuerca también se percibe en la colección que cuidó Ion Fiz. A él no le hace falta cruzar el charco. De la meseta ibérica roba los tonos verdes y tejas y viste al hombre como pocos hacen en Cibeles: con unas chaquetas versátiles y unos abrigos de mohair con forro de zorro de «cum laude», con permiso de la maestra Locking, que sabe de poner notas.

Sardá y Bimba: el fin de la monotonía

Cuando se llevan encima diecisiete desfiles de la Fashion Week Madrid, el ojo parece agotarse de mirar de arriba abajo un «look» y de izquierda a derecha el pase-pose. Se agrieta la retina y lo que está detrás. El oído ignora la banda sonora que cada diseñador prepara al dedillo. Pero de repente irrumpen ellas. Las chicas de Andrés Sardá. Suena «musicote». El volumen sube y tiembla el suelo. Un telón de fondo va mostrando los lugares emblemáticos de Las Vegas hasta que desaparece la pantalla y se identifica a Bimba Bosé y a su novio, el modelo Charlie Centa. «Somos DJ por las carreteras de España. Venimos directos de Bilbao donde trabajamos anoche, no hemos dormido ni estamos drogados», subrayaba ella. Lo cierto es que despertaron del letargo al público cibelino y el «front row» pedía un «after» en el que continuar la fiesta. «Con este subidón, ¿ahora cómo me voy a casa a cocinar?», bromeaba Soraya Arnelas, que ya ha fichado varios «looks» para su próximo videoclip. Destape de ingenio el de Andrés Sardá. De nada sirven los fastos, si por debajo sólo hay humo. No es el caso. El ingrediente principal lo aportaba el equipo de diseño y confección que lidera Nuria Sardá, con un trabajo minucioso del encaje, los bordados, la seda y los flecos. Y como no todo es enseñar, algunas iban tapadas. Y bien cubiertas por unas pieles «delicatessen» de Santiago de Palacio. Más allá de «boom» Sardá, el «front row» asustó a primera hora de la mañana, cuando sólo se dejaron ver «celebrities» efímeras como el hielo, véase un concursante de «¿Quién quiere casarse con mi hijo?» y las sobrinas de Ana Belén –las del bolso en la cabeza «y pumba»–. Por el Cibelespacio cazaron a Yola Berrocal. Ella, que fue la abanderada de la fuga de cerebros de nuestro país, regresa a casa. Podemos respirar.

El detalle

PARECIDOS RAZONABLES
Está claro que no es una copia, pero Moisés Nieto debería haber revisado antes de comprar el tejido que utilizó (a la izda.), el mismo que Rabaneda empleó en la colección que presentó en septiembre.

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