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Moon Ribas: Esta artista es una máquina

Con capacidad para detectar «microterremotos» de hasta 1 grado en la escala Richter, Ribas traduce en su propio cuerpo los «latidos» de la Tierra a la manera de vibraciones
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  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

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Con capacidad para detectar «microterremotos» de hasta 1 grado en la escala Richter, Ribas traduce en su propio cuerpo los «latidos» de la Tierra a la manera de vibraciones.
En 1960, Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline acuñaron el término «cyborg» para referirse a un cuerpo humano mejorado con implementaciones tecnológicas que fuera capaz de sobrevivir en entornos extraterrestres. Más de dos décadas después, en 1985, con la publicación del «Manifiesto Cyborg», firmado por la teórica Donna Haraway, el mundo del arte comenzó a interiorizar esta idea del «cuerpo mixto», medio humano, medio máquina, potenciándose una línea de trabajo que, hasta hoy, ha ofrecido casos inverosímiles y apasionantes. Uno de ellos es el de la artista catalana Moon Ribas, bailarina y coreógrafa, que, desde hace algunos años, porta en su brazo un implante cibernético que, conectado a internet, le permite sentir cualquier movimiento sísmico que se produzca en un punto del planeta.
Con capacidad para detectar «microterremotos» de hasta 1 grado en la escala Richter, Ribas traduce en su propio cuerpo los «latidos» de la Tierra a la manera de vibraciones, cuya intensidad depende de la magnitud del temblor. Habida cuenta de que, diariamente, se producen en la tierra un promedio de 50 incidentes sísmicos, es fácil calcular que, cada 10 minutos, su cuerpo es «sacudido» por las vibraciones del planeta. No contenta con esta íntima conexión con la Tierra, la artista añadió recientemente a sus pies nuevos implantes que, conectados a un satélite, le permiten recibir los movimientos sísmicos que se producen en la Luna. Como bailarina que es, sus performances se hallan articuladas por la propia voluntad de la Tierra: quieta sobre el escenario, solo reacciona en el momento en que sus implantes le transmitan vibraciones del planeta y su satélite, las cuales ella traducirá en movimientos.
En el caso de que no haya actividad sísmica su cuerpo permanecerá inmóvil, sin actividad alguna. Esta línea de investigación, que amplía el campo de la performance en un modo impensable hace unos años, no tiene parangón en el panorama artístico actual. En una dimensión casi «vintage» quedan, por ejemplo, las instalaciones de la serie «Puls», de la coreana Jeogmoon Choi, quien, mediante hilos y luces ultravioletas, teje complicadas formas geométricas que pretenden reproducir las líneas con las que cualquier sismógrafo traduce la actividad de la Tierra. Pese al carácter futurista de sus piezas éstas disminuyen su impacto cuando se las compara con las performances «cyborg» de Moon Ribas. El «sexto sentido» que le ha proporcionado la tecnología
sitúa al cuerpo humano ante una interrogante que, cada día que pasa, urge responder con mayor urgencia: ¿será suficiente la carne, lo orgánico, para encarar los retos que depara el futuro? La pregunta realizada por Haraway en 1985 continúa abierta y está vigente.