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Zaha Hadid, el poder de la línea curva

La arquitecta, una de las más importantes y revolucionarias de la actualidad y única mujer en conseguir el Premio Pritzker, falleció repentinamente en Miami a causa de un infarto. Tenía 65 años y muchos proyectos por delante
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La arquitecta, una de las más importantes y revolucionarias de la actualidad y única mujer en conseguir el Premio Pritzker, falleció repentinamente en Miami a causa de un infarto. Tenía 65 años y muchos proyectos por delante
El sueño visionario que de niña tuvo Zaha Hadid la marcó. Hasta tal punto que decidió convertirlo en realidad. Nació en Bagdad en 1950 y vivió imbuida de un ambiente cosmopolita, pues su familia pertenecía a la clase adinerada iraquí y tanto sus hermanos como ella estudiaron en los colegios más selectos. Ella siempre estará agradecida al de monjas en que aprendió sus primeras enseñanzas. Como un mantra que se le quedó ,repetía que la exigencia empezaba por uno mismo. De pequeña ya era inquieta y el papel y el lápiz se le quedaban un tanto pequeños. Su necesidad de crear excedía los límites en un mundo profundamente masculino en el que tuvo que aguantar no pocos desplantes y abrirse paso de la única manera que supo, con su trabajo. Tras graduarse en la prestigiosa Architectural Association de Londres, donde recibió las enseñanzas de uno de los grandes maestros del arte de construir, Rem Koolhas, la joven Hadid empezó a ver el mundo de la arquitectura con otros ojos. En 1979 estableció su propio despacho en la ciudad del Támesis y comenzó a participar en concursos en todo el mundo.
- Hacia el futuro
Algunos de sus proyectos no llegaron a verse materializados pero despertaron la atención de los jurados de medio planeta. Sus señas de identidad ya estaban marcadas hacia una arquitectura que huía de lo tradicional, se centraba en la noción de espacio y tenía más que presente la línea curva. En la década de los 90 cuenta ya en su haber con dos diseños clave en su carrera, la estación de bomberos Vitra en Weil am Rhein, Alemania, y la Ópera House de Cardiff, en Gales. En el decenio siguiente tocaría el cielo con las yemas de los dedos al conseguir ser la primera mujer en ganar el Premio Pritzker, el equivalente al Nobel de la arquitectura en 2004. Ayer, la organización lamentaba su repentina pérdida mediante un comunicado: «Era realmente una pionera en el campo de la arquitectura (...) representa las más altas aspiraciones del Pritzker. Zaha Hadid será recordada por su talento, la creatividad, el compromiso, la lealtad y la amistad». No fue éste el único galardón internacional que llegó a sus manos, pues suyo era también el Mies van der Rohe y la medalla de oro del Royal Institute of British Architects. Sus colegas de profesión han reconocido en ella tanto su valentía como su coraje, su capacidad para no darse por vencida incluso cuando las circunstancias le han sido más adversas. Su mundo era un universo en expansión en el que construir un edificio se le quedaba a veces pequeño. Tanto, que decidió diversificar su creación y además de imponentes museos, puentes o centros de ocio, gustó de dejar su impronta en joyas (anillos y pulseras), como la que hace muy pocos días presentaba.
En Madrid plantó sus reales en un hotel, el Puerta de América, todo un zontecimiento en su momento, pues cada planta se encargó a un prestigioso profesional. De la angloiraquí son las habitaciones de la primera planta, aunque no quiso saber cómo se descansaba en ella y decidió probar fortuna en la de Jean Nouvel, otro de los arquitectos convocados para poner su firma en el edificio.
A los 65 años, en plena creatividad profesional, deja inacabados una serie de proyectos, como el Centro de Interpretación de las Artes que se levantará en Abu Dhabi, uno de los edificios que se convertirá en reclamo de la ciudad de las artes, junto con las museos satélites de Jean Nouvel y Frank Ghery. O el ambicioso plan de remodelación del barrio de Zorrotzaurre, en Bilbao, llamado a impulsar el desarrollo de la ciudad donde deja para siempre su sello.

La ópera china de cristal

Diseñó Zaha Hadid (en la imagen) puentes, estaciones y museos, pero pocos tan espectaculares como el edificio de la Ópera de Guangzhou (China, 2010), un imponente diseño de granito, acero y cristal, cuya construcción se prolongó durante cinco años y que se ha convertido en el símbolo de esta pujante ciudad del sur de China. Pese a su enorme tamaño, el cristal le confiere gran ligereza.