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Schommer, el psicólogo sin diván

El fotógrafo falleció a los 87 años. Deja como legado uno de los trabajos más importantes para analizar la historia más reciente de España

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El fotógrafo falleció a los 87 años. Deja como legado uno de los trabajos más importantes para analizar la historia más reciente de España
Qué cosas tiene la vida, qué paradojas. El mismo día que Josef Koudelka inauguraba una exposición en Madrid, fotógrafo que está a la izquierda de esta página, jovial y pleno, también con su genio intacto a los 78 años, Alberto Schommer moría. El mismo día. El español tenía 87 años y toda una vida había cargado con el objetivo, con la cámara. Lo suyo había sido rastrear la psique de los personajes que se colocaban delante de su objetivo. Qué diferentes Koudelka y nuestro artista, que no fue un fotógrafo en el campo de batalla (aunque tuviera las suyas, pero ni tuvo que sortear las granadas, ni las bombas). Schommer, nacido en San Sebastián en 1928, según Cristina García Rodero, fotógrafa también de raza y compañera en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, «nos ha dado un ejemplo al trabajar hasta el último día y eso era por la ilusión que tuvo siempre por hacer cosas nuevas».
Cuando se decidió por aquella idea provocadora de los 70 (sus inicios fueron en una agencia de publicidad, ya apuntaba maneras) y que aún hoy sigue sin dejar indiferente, de los «Retratos psicológicos», una serie casi inabarcable, Schommer optó por marcar a fuego su huella. Los rostros en primer plano de Chillida, Antonio Gala, Buero Vallejo, Cela, Emilio Botín, ese Alberti mirando al infinito, un Manolo Rivera tapado por una de sus telas metálicas, el cardenal Tarancón en una imagen que se convirtió en santo y seña de la Transición (y que cuelga de las paredes del Museo Reina Sofía, donde le hubiera gustado poder inaugurar una exposición). No fue un artista que retratara campos, ni interiores (sí paseó por La Habana, y la inmortalizó; sí plasmó la historia de España en «Documentos Schommer»; sí captó la luz de Sevilla en otro de sus memorables trabajos; lo hizo, sí, pero no fue la columna vertebral de su trabajo).
La máscara de Franco
Su objetivo, como él, al cabo, se fijó en la psique del personaje, quiso desentrañar la madeja que cada uno llevamos dentro, que escritores, políticos, reyes, reinas y príncipes, cardenales y toreros guardan en sus cabezas. Él firmó la fotografía más polémica de Franco, en la que se le ve con una máscara en el lecho de muerte. Su último trabajo lo realizó en mayo pasado de cara a las elecciones municipales. Nunca dejó de trabajar, de idear, de pensar, de fotografiar dentro de su cabeza. Entre los numerosos galardones que recibió está el Premio Nacional de Fotografía en 2013. Su nombre quedará como uno de los grandes artistas de la historia de la fotografía en España y fuera de nuestras fronteras. Se va Schommer con uno de sus sueños cumplidos: haber colgado sus fotografías en el Museo del Prado.

Del blanco y negro al color

Sus retratos abarcaron desde lo más alto hasta el pueblo llano. Camarón de la Isla posó delante de su objetivo batiendo las palmas. Don Juan Carlos y el pequeño Felipe, hoy Rey, rieron delante de su cámara. Incluso Warhol, envuelto en la bandera de Estados Unidos, tuvo también sus cinco minutos de gloria frente a Alberto Schommer. Desde el color al blanco y negro supo extraer de cada uno de sus retratados la esencia.