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Antonio Lizana: «La gente, si no te encasilla, no descansa»

El artista, uno de los grandes talentos del jazz flamenco, acaba de publicar «Oriente», un trabajo que abarca de Turquía a África y que pasa por San Fernando.
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El artista, uno de los grandes talentos del jazz flamenco, acaba de publicar «Oriente», un trabajo que abarca de Turquía a África y que pasa por San Fernando.
Antonio Lizana nació en San Fernando por casualidad. Tiene un oído como una navaja suiza, lleno de trucos y de resortes para cualquier ocasión. Escuchen, si no, «Oriente», el disco que acaba de publicar con recursos de jazz, flamenco y armazón clásico que le convierten en músico sin etiquetas. Lo presenta estos días en Granada (11 de mayo), Almería (12), Málaga (13) y Sevilla (14).
–¿De dónde «le nace» a usted?
–De los vinilos de niñez de mi padre. Una vez escuché un saxo de Pink Floyd y me llamó. Empecé con 10 años en el conservatorio y con la música clásica.
–¿Y el flamenco?
–Años más tarde, tenía una novia que iba a una academia de baile flamenco y los chavales parábamos allí. Pasaban guitarristas y cantaores buenos. Un día me metí a tocar con ellos y les gustó. Tendría 13 o 14 años, y un cantaor me llamó para una academia y luego un guitarrista...
–No es un instrumento flamenco.
–No, el saxo no es uno de los clásicos, pero vieron que lo pillaba fácil. En un año estaba tocando en todas las academias de San Fernando, Chiclana, Cádiz...
–¿Su familia no es flamenca?
–No, sólo un par de tías. Yo no lo llevaba incorporado, pero me resultó fácil, me vibraba.
–¿Lo pilló de oído?
–Sí, con Paco de Lucía, Jorge Pardo... Hasta los 16 sólo tocaba flamenco, aunque iba al conservatorio. Me di cuenta de que necesitaba improvisar y me puse a copiar a Charlie Parker y John Coltrane. Me apunté a una escuela de jazz en Cádiz y estudiaba el conservatorio por la mañana, por la tarde aprendía jazz, y me ganaba la vida los fines de semana con el flamenco.
–¡Coltrane y Paco de Lucía!
–Tras diez años en Cádiz fui a San Sebastián, donde entré en el grado superior de jazz otros cuatro años. El flamenco lo aparté un poco para lidiar con todo eso.
–Pero tendría que comer...
–Sí, el flamenco lo aparté pero me seguían llamando de Andalucía para tocar y ganarme la vida.
–¿Y la clásica?
–Pues es que nunca llegué a enamorarme de esa música, por el repertorio. La dejé atrás. Me he vuelto a enamorar ahora.
–¿Y de qué bebe más ahora?
–Pues... los temas vienen por épocas. Si estoy totalmente sumergido en el flamenco, hago unas peteneras o unas alegrías pero me salen armonías de jazz, modernas. Pero otras veces estoy metido en la música turca o de medio oriente y veo un compás que me llama la atención. Y me gusta y trato de aprenderlo y lo llevo a mi sitio, que acaba siendo el flamenco.
–¿Es aleatorio?
–Es libre. Porque la gente si no te encasilla, no descansa. Yo no me preocupo por ello, sino que intento vivir mi día a día de forma apasionada. Para eso tengo que estar estimulándome con cosas nuevas, que enciendan mi curiosidad. Echarle ocho horas y que parezca que no he trabajado.
–¿Se ha enfrentado mucho a los intentos por encasillarle?
–Sí. De hecho, soy feliz con la música que hago, pero que si fuera un producto con etiqueta más clara, me iría mejor. Los programadores de un certamen no titubearían a la hora de llamarme, ya fuera para un festival flamenco, jazz o de músicas del mundo. Estoy un poco enmedio, así que un amigo me dijo que estaba creando mi propia etiqueta. Y eso me gusta.
–¿Sucumbiría a esas presiones?
–Tengo la clarividencia de ver que si me lo propusiera, podría hacerlo.
–Pero le gusta como le sale.
–Exacto, mientras no me falte para comer..
–Canta que «desde la cumbre del Mulhacén hasta la orilla del Nambé, somos agua de la misma fuente».
–La frase va en términos musicales y también humanos. Viajando me he dado cuenta de que sólo en la superficie hay diferencias de las personas, pero cuando pasas la primera capa te das cuenta de que todo el mundo quiere lo mismo. Estar bien con su familia, comer bien, cantar después, ser feliz. Somos iguales, pero la gente se queda en la superficie: el aspecto, la religión o las costumbres.
–Hay de ello en el disco.
–Sí, he tomado elementos de Turquía, Oriente medio, y africanas. Encajan.
–Y toca música sufí.
–He estado dando clase en Madrid con un maestro sufí de Ney, que es una flauta persa que procede de Irán Es un lenguaje por encima de los estilos musicales. ¿Tienes buen oído? ¿afinas? ¿tienes buen tiempo? Son cosas que se sienten en África o Nepal.
–Su disco abre con «Fronteras».
–Porque son arbitrarias. Es maravilloso que cada uno tenga su tradición, pero las fronteras causan sufrimiento. A algunos compañeros les parecía embarazoso abrir el disco con un noticiero. Pero yo creo que hace falta. La herramienta que tengo para crear conciencia es esta y la voy a usar.