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Benjamin Clementine: hablar con Dios

El músico británico, que vivió en la calle en París, presenta el excepcional «At Least for Now» en el Vida Festival, su única fecha en España
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El músico británico, que vivió en la calle en París, presenta el excepcional «At Least for Now» en el Vida Festival, su única fecha en España
Mide dos metros y las facciones de su rostro parecen diseñadas por Brancusi. Su voz es apenas audible en la cafetería de un hotel de Madrid pero el contenido de las palabras de Benjamin Clementine dista mucho de ser convencional, igual que las canciones de su disco «Al Least for Now» (Universal) suenan clásicas de una manera especial, como si Nina Simone hubiera quedado para tocar una tarde con Anthony Heagarty. Clementine no entrará en detalles sobre su vida, que incluye los siguientes hechos más o menos admitidos: es el quinto de cinco hermanos y sus padres, de ascendencia ganesa, le abandonaron. Fue criado por sus abuelos, pero por algún problema, Clementine dejó Londres por París durante un tiempo en el que, esto es seguro, vivió en la calle, antes de encontrar un hostal y un bar irlandés en el que cantar un par de noches a la semana. En una de esas historias que tanto gustan a la prensa y al cine, un productor musical debió tomarse la mejor pinta de cerveza de su vida en ese antro, y con él grabó un EP antes de fichar por una multinacional para grabar el álbum que ahora presenta, escrito en primera persona en forma de diario de estos años misteriosos. La única oportunidad de ver a este verdadero monstruo, músico y poeta, será en el Vida Festival de Vilanova y la Geltrú (Barcelona) el próximo mes de julio.
La sensación que deja Clementine en el aire al despedirse es que la suya es la historia de uno de esos genios a los que el sistema escolar no sabe detectar y mucho menos tratar. Una de esas personalidades tan excepcionales para las que la estreñida y rígida sociedad británica no tiene respuestas. «Pasé mucho tiempo solo, en casa. Realmente no tenía amigos, así que probaba con el piano todas las tardes. Investigaba, leía libros de teoría y tocaba. Descubrí a Erik Satie y empecé a tocar adivinando las notas», explica cuando la conversación aún está fría. Clementine se crió en un suburbio tan al norte de Londres que cuesta decir que pertenezca a la ciudad, y aunque no era bueno para la escuela, leía por su cuenta a T. S. Elliot y a William Blake. «Para mí, el arte es como hablar con Dios o con el dios del arte. Creo que los creadores tenemos una llave encontrar la paz, y al mismo tiempo yo tengo una relación con cierto ser superior, que no es algo en concreto sino algo quizá yo mismo invento», dice el músico, que confiesa devoción por Nietzsche y asegura que tiene una guía de comportamiento que la rige «la simpatía, la empatía, la ética, la moral, el respeto y la disciplina». ¿Ha estado la sociedad a la altura de su talento? «Creo que he sido traicionado por la vida y salvado por el amor».
«Si miras al álbum, creo que tiene un concepto. Pienso que es el de contar cómo te puedes perder y el camino que haces hasta encontrarte», dice sobre un disco que tiene un piano siempre protagonista y un fraseo que puede ser vanguardista o totalmente clásico y a veces ambas cosas, como en la conmovedora «Condolence». «No soy un cantante, ésa es una descripción falsa. Porque yo no cuento historias, yo soy la historia. Creo que la gente no viene a verme cantar sino a ver mis dedos, mi expresión facial. El primer hombre que dijo ‘‘La mujer es una flor’’ fue un genio. El segundo era un tonto. Yo no imito a nadie, soy mi historia», comenta. Su familia no se preocupó por él «una mierda», así que tampoco mantiene relación ahora. ¿Qué es lo que quiere? «Todos buscamos atención. Cuando nací sólo quería la de mi madre y ahora quiero que la gente escuche lo que hago, que me den esa oportunidad. Eso, y seguir al lado de mi mujer, que es el mayor desafío de todos los hombres».

Baltimore y «Charlie Hebdo»

Está cansado de escribir de un «yo». «He hablado mucho de mí mismo. El próximo disco, que ya estoy desesperado por publicar, tratará del mundo, de los disturbios raciales de Baltimore (EE UU) y de los atentados del ‘‘Charlie Hebdo’’. Pero trataré de hacerlo en tono íntimo, como cuando le dices a tu amigo cómo te siente por algo que te concierne en el mundo. Si sientes lo que estás cantando, puede funcionar. Creo que no hemos aprendido a convivir», señala Clementine.

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