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Bob Dylan, la leyenda que huye de sí misma

Con la voz cascada y decidido a eliminar cualquier atisbo de nostalgia en sus repertorios, Dylan sigue inmerso en la gira interminable
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Con la voz cascada y decidido a eliminar cualquier atisbo de nostalgia en sus repertorios, Dylan sigue inmerso en la gira interminable
Envejecer es hermoso si existe dignidad. Esto es lo que, aplicado a la música, representa hoy Bob Dylan. A sus 74 años visita España con seis conciertos en los que mostrará cómo se forjó una leyenda viviente que todavía, más de cinco décadas después, tiene cosas que decir. La gira española arrancará mañana en Barcelona y después visitará Zaragoza (domingo), Madrid (6), Granada (8), Córdoba (9) y San Sebastián (11). Seis fechas que suponen una lección de historia, el reencuentro con un mito que justifica con hechos la razón de su infinita influencia en la música popular.
Hace un par de años que Dylan eliminó de su repertorio las sorpresas y se maneja en «setlists» rígidos. Lo mismo está ocurriendo en la presente gira europea. Son conciertos de unos 100 minutos con un muestrario con el que parece huir conscientemente de cualquier atisbo de nostalgia. Tanto el sonido como las canciones recreadas remiten inevitablemente al Dylan de la última década, con un sonido pegado al revisionismo de la tradición musical americana. El núcleo de los «shows» aparece formado por las canciones de «Tempest», su extraordinario disco de 2012, con gemas como «Pay in Blood», «Scarlet Town» o la memorable «Long and Wasted Years». Además, está haciendo un par de temas de su último trabajo, «Shadows in the Night», compuesto íntegramente por canciones interpretadas en su día por Frank Sinatra. Apenas hay ya clásicos en los conciertos de Dylan y prácticamente ninguna referencia a la época dorada de los años 60, salvo «She Belongs to Me» o «Blowin’ in the Wind». En su repertorio no hace nada de los legendarios «Highway 61 Revisited» (1965) y «Blonde on Blonde» (1966), para decepción de los más nostálgicos. Es decir, no aparecerán himnos como «Like a Rolling Stone», «Just Like a Woman» o «I Want You». Si acaso, los más mitómanos se tendrán que conformar con «Tangled Up in Blue» y «Simple Twist of Fate», de su grandioso «Blood on the Tracks» de 1974.

Un hombre fatigado

Decididamente, Dylan se aleja de su leyenda, como si quisiera demostrar que todavía tiene un presente que defender. Lo hace sentado ocasionalmente al piano y, sobre todo, ocupando el centro del escenario junto al micrófono y ningún instrumento en la mano, salvo una armónica de vez en cuando. Pero le queda su voz. O, mejor dicho, su capacidad para comunicar. El descuido de su garganta y la fatiga propia de un hombre que lleva encadenando giras desde 1966 mermaron notablemente su capacidad, pero todavía sostiene su impresionante talento para expresar emociones.
Le ayuda una banda extraordinaria en la que destacan el «pedal-steel» de Donnie Herron y la sección de ritmo compuesta por los magníficos Tony Garnier y George Receli. Forman la armazón que sostiene sonidos tributarios del blues («Beyond Here Lies Nothing»), rock («High Water») o country-waltz («Waiting for You»), sin olvidar una pieza tan gozosamente inclasificable como «Love Sick», con la que probablemente cerrará sus conciertos españoles. Han pasado 31 años desde la primera visita de Dylan a España. Entonces, y en un momento extraño de su carrera, actuó en Madrid y Barcelona en grandes estadios para ofrecer una revisión rockera de su carrera con un repertorio con más pasado que presente. Su siguiente visita ocurrió en 1989, ya inmerso en su famoso «Never Ending Tour» (La Gira Interminable), una nueva prolongación de su original y grandiosa forma de entender el arte de la música contemporánea.
Dylan siguió visitando España durante años posteriores, aunque no con la asiduidad que hubiera sido deseable si se conoce que cada año incluyó Europa dentro de su indesmayable gira. Cómo olvidar, por ejemplo, sus espectaculares «shows» de 1995, incluyendo un concierto en La Riviera madrileña que se recordará como una cumbre musical de nuestro tiempo. También fue estupenda su gira española de 1999, la última que incluyó a la capital hasta la que ahora viene, y que presentó a un Dylan volviendo su mirada hacia escenarios más acústicos y tradicionales.
Pasaron los años y ahora Dylan muestra erosiones físicas, pero no artísticas. Es cierto que ya no se verá al mejor, a «la gran bestia del rock and roll», como le definió Chuck Berry. Pero, lejos de arrastrarse interpretando canciones fuera de su tiempo, de su propia edad, muestra la dignidad que existe en un artista que no sólo conoce su grandeza, sino que se aleja de ella para seguir avanzando. Éste es Bob Dylan, una leyenda que vive sin arrastrarse, un genio musical –y quedan muy pocos– de su tiempo. Ahora, en España.

50 años de una revolución

Hace medio siglo que el mundo se asombró con un monumento llamado «Like a Rolling Stone». Aquella canción fue una sacudida, seis minutos asombrosos que redefinieron el rock and roll. Entonces, Dylan estaba ya muy alejado del estereotipo de cantautor protesta. Unos meses antes había publicado el álbum «Bringin’ it All Back Home», el comienzo de su famosa trilogía eléctrica y en el que incluyó ya una cara con banda que se abría con la extraordinaria «Subterranean Homesick Blues», clara precursora del punk. Pero «Like a Rolling Stone» era otra cosa. Nadie había escuchado algo así. En primer lugar, llamaban la atención los seis minutos de duración. Luego estaba esa voz, ese desafío, esa forma de derramar versos interminables con una rima profundamente original. También estaba la instrumentación, con batería, bajo, guitarras eléctricas, los «licks» del recordado Mike Bloomfield, piano y el órgano indescifrable de Al Kooper. Una orquesta deliciosa, vitriólica y enloquecida. Había varias canciones en una. Una numerosa sucesión de acordes, nunca vista antes, desembocaba en uno de los estribillos más famosos de la historia: “¿Qué se siente? / ¿Qué se siente? / Al estar tan sola / Sin ningún rumbo / Como una completa desconocida / Como un canto rodado». Dylan elevó el rock and roll al siguiente nivel con esa canción e influyó en todas las generaciones presentes y futuras de músicos y cambió las reglas del rock. Y todavía hoy sigue en la cima. Intocable.