Comunidad de Madrid

«Carmina Burana», un reto en imágenes

Crítica de ópera. De C. . Voces: A.Navarro, V.Khroshev, T.Marsol, L.Espinosa. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Dirección escénica: C.Padrisa. Dirección musical: V.P.Pérez. Teatros del Canal. Madrid, 16-I-2015.

La Razón
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Loable empeño el de Carlos Padrisa, de la Fura dels Baus, por escenificar «Carmina Burana» de Orff, una de las obras que más atractivo tienen para el público y, desde luego, la más popular de Carl Orff. Escrita a finales de los años treinta del siglo pasado y estrenada en Frankfurt en 1937, se basa en trescientos cantos goliardos de los siglos XII y XIII. Orff seleccionó veinticinco de ellos para componer su cantata con textos cantados en latín, alemán y provenzal antiguo a cargo de soprano, tenor y barítono, con amplia participación de los coros y con gran presencia de la percusión en una plantilla orquestal de notable riqueza rítmica. Es por tanto una obra que perfectamente puede escenificarse aunque se escuche habitualmente en concierto.

La presente producción, de gran impacto artístico, ha sido ya presentada en otros lugares de España, como Oviedo y Granada, aunque con otros conjuntos y solistas y, de hecho, la han visto más de cien mil espectadores. El coro se coloca a ambos lados de la orquesta, que se ve envuelta en un cilindro sobre el cual se proyectan imágenes de imaginación desbordante que en algunos casos pretenden reflejar más o menos fielmente el texto y en otros son ajenas a él. La ventaja de la imaginativa y potente propuesta es que permite disimular las calidades interpretativas, de forma que éstas no precisan alcanzar las cotas de calidad exigibles en un mero concierto. Es lo que sucede con los solistas, orquesta y muy especialmente coro de la Comunidad de Madrid, dirigidos con nervio por Víctor Pablo Pérez.

El espectáculo resulta vistoso y, si bien precisaría un marco algo mayor que evitara un cierto abigarramiento en la ubicación del coro, la alternancia en el uso de escenario y sala para su escenificación atenúa esa cierta monotonía de la que la partitura puede adolecer a los oídos actuales. El público interrumpe el discurso musical para aplaudir algunas escenas, como aquellas que bañan de agua al público de las primeras filas, al que afortunadamente se provee de plásticos. El espectáculo, que con ovaciones y propina incluida alcanza unos ochenta minutos, entusiasma al público.