Coppini, malos tiempos para la Movida
El que fuera cantante de Siniestro Total y memorable compositor de canciones con Golpes Bajos falleció de una dolencia hepática el día de Nochebuena. Era una voz única del pop español
Tienen razón los críticos que desmontan la Movida. Quizá fue un tiempo frívolo que pasó como un meteoro, como las vidas fugaces de sus alocados protagonistas. Sin embargo, figuras como la de Germán Coppini (Santander, 1951) prueban que entre las estrellas fugaces hubo satélites con gravedad intelectual propia, referentes en ese universo veloz que buscaban trascender y perdurar, digan los astrónomos lo que digan. Coppini falleció el día de Nochebuena dejando un gran catálogo de canciones misteriosas seguidas de años de incógnito, o puede que, una vez terminada esa Movida tan bien empaquetada, ya no encajase en ninguna estantería.
Coppini fue una de las razones de la edad de oro del pop español. Desde la periferia de Vigo fundó Siniestro Total, y desde la irreverencia punk aportó el eclecticismo musical a las toneladas de sentido del humor y retranca de la banda gallega que le reclutó hábilmente. Y no sólo sería su cantante –y una de las pocas voces con calidad de la época–, sino compositor del único disco (más un EP) en el que participó, un tanto encorsetado en las maneras urgentes de hacer de Julián Hernández y los suyos. Pronto sintió la necesidad de ampliar horizontes. Rápido como pasaban las cosas en la escena musical española de los ochenta, con apenas un disco de Golpes Bajos, que surge como proyecto paralelo para saciar sus ansias creativas, dan el salto al programa de televisión de «La Edad de Oro», la antesala del olimpo pop. Resulta que la historia de Golpes Bajos (banda que forma junto a Teo Cardalda, Pablo Novoa y Luis García) viene a sintetizar lo que les ocurrió a muchos grupos de la Movida, que, con apenas unos temas editados, concitan enorme atención social y mediática y se ven obligadas a tocar en directo canciones inéditas. De su primer trabajo homónimo editado en la discográfica Nuevos Medios venden 20.000 copias y «Malos tiempos para la lírica» se convierte en un hit al que sigue un disco completo titulado «A santa compaña» junto a los singles con las canciones «Escenas olvidadas» y «Fiesta de los maniquíes» y del maxi «Colecciono moscas». Temas de enorme aliento metafórico y un trasfondo inquietante a los que siguen apariciones en otro de los programas emblemáticos de la época, «La bola de cristal» incluidas colaboraciones con Alaska y los Pegamoides, por si faltaban símbolos que les vinculen directamente con la Movida. Coppini alimentaba literariamente al público más informado de la época y las melodías de Golpes Bajos sonaban contemporáneas gracias a ramalazos reggae, techno o funk, que puede que hoy suenen inocentes por ese barniz imposible de los ochenta que se pega como alquitrán. Sin embargo, su sello ha quedado por ser escritor de poderosas imágenes que describen con palabras corrientes las presencias ocultas de la vida, las misteriosas fuerzas de la naturaleza humana. Y es evidente que «Malos tiempos para la lírica» o la impresionante «No mires a los ojos de la gente» no serán las piezas esenciales que son de haber sido cantadas con la voz cavernosa y única de Coppini. Hasta que, en 1985, sobre el escenario en Barcelona, anuncian la disolución del grupo con tan sólo tres años de historia.
Tras tomarse un tiempo para la digestión de esta época frenética, Coppini inició una colaboración con Nacho Cano, de la que salió un EP llamado «Edición limitada» y una fructífera pero poco comentada carrera en solitario. El intento de reunión del grupo en 1998, promovido por Teo Cardalda para el lanzamiento de «Vivo», un nuevo trabajo que no devolvió las energías al grupo, ino que desunió definitivamente al dúo Cardalda y Coppini y a puntio estuvo de llevar a la quiebra a Nuevos Medios, que asumió los costes del vídeo que dirigiría Juanma Bajo Ulloa tras el rechazo de la multinacional Warner del proyecto. Con Coppini se va una voz única, por ética y estética, por forma y contenido, de un tiempo irrepetible cuyos ecos seguiremos escuchando: mágicos y patéticos como una cena recalentada que puede ser metáfora de la vida.
NO MIRES A LOS OJOS DE LA GENTE
No mires a los ojos de la gente / me dan miedo, mienten siempre / no salgas a la calle cuando hay gente / ¿y si no vuelves? ¿y si te pierdes? / escóndete en el cuarto de los huéspedes / con todo a oscuras no pueden verte / las calles se van llenando de gente / en mi escondite puedes quererme / puedes quererme / quédate a mi lado / no lo pienses más / no mires a los ojos de la gente / me dan miedo, mienten siempre / no salgas a la calle cuando hay gente / ¿y si no vuelves? ¿y si te pierdes? / ¿y si te pierdes? / escóndete en el cuarto de los huéspedes / con todo a oscuras no pueden verte / las calles se van llenando de gente / en mi escondite puedes quererme / puedes quererme / quédate a mi lado / no lo pienses más / quédate a mi lado / no lo pienses más / quédate a mi lado / no lo pienses más / quédate a mi lado / no lo pienses más / (quédate, quédate) / (quédate, quédate) / quédate a mi lado / no lo pienses más / (quédate, quédate) / (quédate, quédate) / quédate a mi lado / no lo pienses más / quédate a mi lado / no lo pienses más
Letra de Germán Coppini
La maldición de los 80
La crónica negra de la Movida comenzó a escribirse a la vez que la artística. El primero de los ilustres de la época que falleció fue Eduardo Benavente, pegamoide y líder de Parálisis Permanente cuando a los 20 años falleció en accidente de tráfico. Después vendrían Enrique Urquijo, y Santiago Ulises Montero por sobredosis, y otros personajes singulares como Ignacio Gasca «Poch» o Toti Árbores. La enfermedad hepática que se ha llevado por delante a Coppini ya lo hizo con Pepe Risi (Burning) en 1997 y con Carlos Berlanga en 2002. El sida acabó con Eduardo Haro Ibars, y también el cáncer acabó con la maltrecha existencia de Antonio Vega. Enrique Sierra, bajista de Radio Futura, murió de una enfermedad renal en 2012. El último en esta maldita lista hasta el fallecimiento de Coppini era Bernardo Bonezzi, miembro del grupo Zombies y compositor del tema «Groenlandia», que compuso con apenas 13 años. Bonezzi, ganador de un Goya, fue otro de los niños prodigio de esa generación y vivió tan deprisa como para marcharse con 49 años el pasado mes de agosto.