Daniel Bianco, nuevo director de la Zarzuela: «Os pido clemencia y un poco de tiempo»
«En la zarzuela hay que cambiar el libreto y la estética». Daniel Bianco es el nuevo director de la Zarzuela. Nacido en Buenos Aires y curtido en los más importantes teatros españoles, llega con ganas, ideas, fuerza y un proyecto bien estructurado que se propone llevar a puerto
Daniel Bianco es el nuevo director de la Zarzuela. Nacido en Buenos Aires y curtido en los más importantes teatros españoles, llega con ganas, ideas, fuerza y un proyecto bien estructurado que se propone llevar a puerto
No está el Teatro de la Zarzuela para experimentos, sino para alguien «sólido y con una experiencia contrastada». Así lo reconoció ayer la directora del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem), Montserrat Iglesias. Lo dijo del tirón y sin aspavientos. Era un día para celebrar. «Sabíamos lo que buscábamos», fue otra de las frases con las que fue caminando metafóricamente hasta el caballero que tenía al lado, un hombre de 57 años, argentino nacido en Buenos Aires, bien parecido y bien conocido en la casa grande del teatro. Daniel Bianco será desde el 1 de noviembre el nuevo inquilino del Teatro de la Zarzuela. Se lo comunicaron, dijo, ayer mismo por la mañana.
Había cinco finalistas (y 26 proyectos presentados) y entre ese quinteto el nombre de quien iba a regir el destino del inmueble de la calle Jovellanos, una vez que Paolo Pinamonti, su actual y querido regidor, presentara su renuncia al aceptar una oferta del San Carlo de Nápoles. Por concurso público, con luz y taquígrafos, como ya se hiciera con su predecesor, llega este hombre porteño que se ajustaba como un guante a las intenciones ministeriales de contemporaneidad, apertura, interés y cuidado del patrimonio musical y del repertorio, además de para tender lazos con Latinoamérica y dar importancia a los proyectos pedagógicos. Y abrir puertas y ventanas para que entre el aire fresco en el coliseo. Él, cuando tomó la palabra, dio las gracias y confesó que apenas había tenido tiempo para bosquejar unas cuartillas con sus intenciones. Dio un sorbo a un botellita de agua con el tapón amarillo. Tragó y comenzó su exposición a la que pocos peros se le pudieron poner porque más claro no pudo ser su discurso. Recordó su «Don Gil de las calzas verdes» y tantas noches de La Zarzuela vividas: «Lo llevo en el corazón. He discurrido, que no digo transitado, por todos sus rincones. Soy un hombre de teatro».
Lírica seducción
Y leyó entonces su «Zarzuela en un cuadro y tres actos», que se antojó, de primeras, muy apetecible. En el primero se recuerda limpiando pinceles y siendo experto en los cafés de los otros, además de un escenógrafo que recorre los teatros de todo el mundo. El segundo le llevó a definirse como «conciliador, infatigable, devoto del diálogo y muy apasionado. Salgo al escenario con la maleta llena de ilusión y con la intención de seducir a todas las franjas del público». Para el último acto dejó su deseo de «contar con los mejores profesionales para demostrar que La Zarzuela es un teatro de nuestro tiempo, apostar por los emergentes allá donde estén. Hay muy buena gente trabajando en todo el mundo y es necesario aprovecharla. Y eso, dar con ellos, sólo se puede hacer trabajando. Algo está sucediendo ahí fuera y yo no puedo ser ajeno. Os pido clemencia y un poco de tiempo».
Y desgranó los ejes sobre los que apostará durante los próximo cuatro años: la curiosidad del descubrimiento antes que la dinámica del recuerdo; construir sobre los cimientos que otros levantaron y hacia arriba; diseñar para el futuro («espero no defraudar»); gestionar con vocación de contemporaneidad; programar para todos («no vengo a programar lo que a mí me guste»); convencer y seducir a todo tipo de espectadores».
El currículum de Bianco es amplio: ha sido corrdinador artístico y director técnico del María Guerrero, del Lliure de Barcelona, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y del Teatro Real, donde trabajó estrechamente junto a Emilio Sagi. Desde 2008 es director artístico adjunto del Teatro Arriaga delBilbao y del que se despedirá (de hecho, ya lo comunicó ayer de manera oficial, aunque su contrato en Bilbao finalizaba en diciembre) para regresar a Madrid, ciudad en la que vive desde hace casi treinta años. ¿Dirigirá en el Real? «Soy escenógrafo y en mi cabeza no está dirigir, aunque sí me gustaría montar alguna escenografía». Habla de abrir puertas, ventanas y compuertas para que el agua lírica no se estanque, sino que corra, y suelta la frase del millón: «En La Zarzuela hay que cambiar el libreto y la estética», pero que no cunda el pánico, «siempre con respeto y si sirve para actualizar. No soy una persona de levantar ampollas ni molestar». Nos deja tranquilos, porque ya había algunas susceptibilidades heridas. Sobre si colaborará con el Real, su antigua casa, es claro: «Mi filosofía es la de sumar y nunca restar. Cuando tengo un objetivo voy directamente a por él. Y La Zarzuela es un caballo que hay que domar».
Insiste en abrir y tender puentes con América Latina «porque no olvidemos que se canta en una lengua que hablan 500 millones de personas y tenemos que abrir los brazos al mundo». Vamos, una Zarzuela contemporánea y con «ñ» de español, a lo que añade su interés por programar todas las disciplinas artísticas que abarcan el género (zarzuela, género chico, revista musical y ópera barroca), al tiempo que convocar un concurso para una obra de encargo. Sobre la temporada que ahora arranca ,no entrará como elefante en cacharrería, no es su estilo. Respetará la herencia de Pinamonti porque lo suyo es construir. Quienes han trabajado cerca de él aseguran que su llegada a Jovellanos es lo mejor que le podía pasar al Teatro porque de técnica y funcionamiento interno lo sabe todo. «Es un hombre de teatro, un superfichaje, claro y director y con caracter a quien le sobra creatividad». Como retrato a vuela pluma no está nada mal para empezar.
La mano derecha de Sagi
«Emilio Sagi es para mí como un hermano teatral; yo diría que somos como un matrimonio teatral», decía ayer Daniel Bianco del director del Teatro Arriaga. Con él ha trabajado en infinidad de producciones. «Hemos hecho y seguimos haciendo muchas cosas juntos», aseguró de quien comentó que «ha sido capaz de hacer lo que muchos no han hecho». Y puso como ejemplo su producción de «La del manojo de rosas», que se ha convertido en un clásico y a la que «dio la vuelta con mucho respeto». Ahora Sagi tendrá que buscar un nuevo director artístico adjunto para el Teatro Arriaga.