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David Lovering, Pixies: «Nos permitimos el lujo de volver por diversión»

David Lovering / Pixies. La influyente banda americana publica a finales de abril su primer disco en 20 años y lo presentan en el Primavera Sound de Barcelona en mayo

De izda. a dcha. Frank Black, Joey Santiago y David Lovering, tres de los cuatro miembros fundadores tras la salida de Kim Deal
De izda. a dcha. Frank Black, Joey Santiago y David Lovering, tres de los cuatro miembros fundadores tras la salida de Kim Deallarazon

No eran conscientes de las repercusiones que tenían las canciones que estaban componiendo. Eran unos tiempos extraños para la música, todo estaba cambiando y la falta de cumplimiento de expectativas sumada a los afilados temperamentos de los miembros de Pixies precipitaron la disolución del grupo dejando atrás varias obras maestras. Sus canciones reverberaron en centenares de artistas pero en las cabezas de Joey Santiago, Frank Black, Kim Deal y David Lovering sólo sonaba el portazo de 1993. La abrupta disolución, mediante unas frías llamadas de teléfono y faxes, dejó remordimientos en todos los miembros y una leyenda de grupo atormentado. Por separado asistieron al imparable ascenso en popularidad de sus temas –a lo que ayudó mucho el éxito de la película «El club de la lucha», en cuya inolvidable escena final suena «Where Is My Mind?»–, en paralelo con el fracaso de sus proyectos en solitario. Se dieron cuenta de que lo mejor que habían hecho en sus vidas fue viajar en ese tren del que se apearon, así que, ¿por qué no intentar un último viaje?. En 2004 plantearon una gira de reencuentro para hacer algo de dinero y tocar tan fuerte como aún pudieran. El resultado fue un rotundo éxito y en su último paso por Madrid agotaron todas las entradas dos noches consecutivas. Incluso se produjo una pequeña fiebre de reventa. Pero sentían como una obligación publicar nuevo material. El 29 de abril aparece «Indie Cindy», su primer disco completo en dos décadas, un conjunto de canciones nada desdeñable y que contiene todas las facetas de la personalidad de los de Boston en su esplendor. Hay temas fuertes («What Goes Boom»), otros con piel de cordero (el fantástico «Greens and Blues» o «Bagboy») y las declamaciones con coro de contrapeso («Indie Cindy»). Lo presentan en España durante el Primavera Sound de Barcelona, que se celebra a finales de mayo. David Lovering habla de las nuevas canciones.

-¿Se esperaban la repercusión de su gira de regreso?

-Ni imaginarlo. Fue surrealista porque a muchos conciertos viene la gente con sus hijos. Niños que ni siquiera habían nacido cuando sacamos los álbumes. Es algo difícil de describir que jamás en la vida se me habría ocurrido que pasaría.

-¿Dónde están ahora mismo?

-En la piscina de mi hotel de Santiago de Chile.

-¿Alguna vez fueron a Suramérica en la primera etapa de Pixies?

-¿Bromeas? Puedo decir que tuvimos un éxito moderado en nuestra primera etapa, pero nada comparado con esto. Y desde luego éramos uno de los grupos más trabajadores de todos los que conocimos en aquellos años.

-¿Fue el éxito sólo relativo que consiguieron lo que precipitó las tensiones y la disolución?

-La verdad es que no éramos muy famosos y que desde luego lo somos mucho más desde 2004, cuando volvimos sin haber publicado ni una sola canción más. Lo cual ya es en sí mismo una situación digna de estudio (risas). Creo que todo se debe a la influencia que tuvimos en muchísimas bandas después, gente que seguía escuchando nuestros discos cuando nosotros ya no estábamos ahí para tocarlos. Pero nunca fuimos conscientes del efecto de nuestras canciones en otros grupos. Simplemente seguíamos tocando donde podíamos. Y no sabes lo afortunados que nos sentimos de volver a estar de gira, de tener una segunda oportunidad.

Pixies fueron unos de los pioneros de la escena independiente americana, de esos grupos que comenzaron influidos por el punk rock aunque abiertos a sonidos de sintetizadores, pero cuya aportación histórica se cuenta, además de lo estrictamente musical, por su actitud hacia el negocio y la industria, por la forma de entender su oficio como una pasión y el rechazo a los excesos de las megaestrellas. Sus temas, inquietantes y desafiantes por igual, no eran para cualquiera. Podían incluir guitarras fuertes y gritos desaforados y alternarse con acústicas y voz en falsete con un coro angelical. Pixies anticiparon en buena medida lo que ocurriría con Nirvana. Su disco «Surfer Rosa», editado por el sello underground 4AD (uno de los más serios de toda esa constelación de compañías basadas en el «hazlo tú mismo»), marcó a una generación. Lo produjo Steve Albini y su excelente acogida crítica les valió una oferta para firmar por una multinacional: Elektra, filial de Warner. Ése es exactamente el camino que tomaron Nirvana, de los que tanto se habla estos días, que eligieron a Albini para producir «Nevermind» tres años después, cuando ese trabajo cambió la historia de la música al desbancar a Michael Jackson del número uno de las listas. Sin embargo, la reunión y el relativo acomodo no parecen haber apaciguado los ánimos en el grupo.

-Cuando la carismática Kim Deal abandonó el grupo recientemente, ¿puso en peligro el nuevo trabajo?

-Desde luego que sí. Fue una situación muy delicada y difícil de sobrellevar para nosotros. Pero ya estábamos en el estudio y la decisión de grabar estaba tomada, así que seguimos adelante. Y el resultado es que ahora los tres somos más fuertes y que el disco surgió de un proceso democrático de hacer canciones.

-Lo que aparece publicado como álbum a finales de mes es el resultado de tres EP. ¿Por qué han decidido editarlo así?

-Para ser sincero, porque al principio no sabíamos qué iba a pasar. Teníamos cuatro canciones y luego llegaron otras. También hay un elemento de sorpresa que nos gusta. La primera situación inesperada es que grabemos canciones, la segunda es que las sacamos en EP y la tercera vuelta de tuerca es que no sale uno, sino tres. Yo, aparte de músico, soy mago, así que me encantan las sorpresas. Ahora podemos permitirnos el lujo de tomar nuestras decisiones por diversión.

-Ustedes tienen una imagen de banda atormentada, pero se les nota relajados ¿Qué expectativas tienen con el disco?

-Bueno, es interesante... (piensa). No nos habían preguntado por eso, ni creo que nosotros mismos nos lo hayamos planteado. La verdad es que es un álbum nuevo para una banda vieja, y como tal, bastante hemos logrado con volver a arrancar la maquinaria. ¡Casi cuatro años para sentarse a escribir! (Ríe). Y es curioso, porque nos sentimos felices de saber tocar y escribir todavía. Por suerte, ahí está Black Francis, que como compositor nos da algo increíble: se mantiene unido a la esencia de lo que queríamos ser hace 20 años. Imagínate que un músico se pasa dos décadas encapsulado en alguna parte, sin escuchar nada que contamine los gustos que tiene y la forma de sentir la música tan pura como antes de disolvernos entonces. Ése es él y por eso hemos vuelto.