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De otro tiempo

Crítica de ópera / «Anna Bolena». De Donizetti. Voces: Simón Orfila, Angela Meade, Ketevan Kemoklidze, Stefano Palatchi, Ismael Jordi, Alexandra Rivas, Manuel de Diego Real. Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro del Teatro de la Mestranza. Dirección musical: Maurizio Benini. Dirección de escena: Graham Vick. Teatro de la Maestranza. Sevilla.
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En el año 1957 tenía lugar en la Scala una representación histórica de este título donizettiano con Callas y Simionato, bajo dirección escénica de Visconti. Recuerdo de forma imborrable una larga entrevista con la célebre mezzo en su lujosa casa milanesa próxima a la Via Condotti. Se emocionó al rememorar su dúo con Callas: «Yo, de rodillas, suplicando humildemente...» y las lágrimas interrumpieron su relato. Afortunadamente conservamos, si no el vídeo, si el audio de aquella función. Esta escena en la Maestranza no es la misma, pero sí lo más parecido que se puede ofrecer hoy en el mundo. Angela Meade y Ketevan Kemoklidze no sólo interpretaron el dúo magníficamente, sino que hasta tuvo su punto de emoción. Ambas estuvieron recientemente en la «Norma» del Teatro Real y en Sevilla se superaron. La soprano americana ofreció toda una exhibición vocal en la escena final de la locura. Los sobreagudos, los graves, la homogeneidad del registro, el caudal vocal, el uso de las dinámicas, el legato en toda la extensa primera parte del aria y la explosión de pirotecnia vocal en la repetida cabaleta conclusiva... Todo estaba allí. No era Callas, ni quizá tampoco Gruberova en sus buenos tiempos o Caballé, quien luchó con problemas de salud cada vez que abordó el título, pero no es posible imaginar a nadie mejor hoy. ¿Lo será Netrebko? La representación de la Maestranza tuvo la virtud adicional de aportar un reparto sin fisura alguna. Ismael Jordi lució una impecable línea belcantista en sus tres arias –toda una lección de musicalidad, expresión y medias voces el «Fin dall’età più tenera»– y Simon Orfila, que va ganando cada día más peso vocal, compuso un sólido Enrique VIII. Mención especial merece el paje de Alexandra Rivas, un papel no demasiado grato pero con dos intervenciones relevantes. Maurizio Benini logró una de las mejores prestaciones de la ROS en el repertorio italiano de los últimos tiempos. Pocos cortes, más de tres horas de música que, sin embargo, no pesaron. La ROS se merece los apoyos que anda recabando ante el abandono en que se encuentra. Graham Vick diseñó una puesta en escena para Verona de carácter historicista, propicia para la fotografía pero con excesivo lujo en oropeles. La representación empezó a las 19 y se prolongó hasta las 00:15, pero el público no quería levantarse de sus asientos a pesar de la hora. Sabían que habían presenciado un bel canto como pocas veces se escucha hoy.