El humor en la música
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Dentro de las actividades del CNDM se ha incluido una conferencia de Alfred Brendel sobre el humor en la música. Tema interesante que el pianista desarrolló con la retranca inglesa que le caracteriza. Desgranó muchas ideas, a veces excesivamente técnicas para la mayoría de la audiencia, y dejó otras en el tintero. He aquí una mezcla de reflexiones suyas y propias. Comenzó con una pregunta clave: ¿por qué se tose y no se ríe en los conciertos? Lástima que no intentase una respuesta. La mayoría tose por incomodidad, porque aquello que escucha le resulta lejano sin que quiera admitirlo. La gente no ríe porque no es feliz. Hoy es imposible encontrar una persona que vaya por la calle canturreando.
Muchas veces los compositores introducen notas –acorde final de la cadencia del «concierto en do mayor» de Beethoven– para expresar algo como ¿no se está acabando ya esto? ¿Os dais cuenta de que os estoy tomando el pelo? La comicidad en la música puede venir de la ruptura de unas reglas establecidas que se espera se cumplan. ¿Se descubre esto en la «Humoresca en si bemol mayor» de Schumann? Quizá sonría algún oyente, pero será difícil ver esa expresión en el solista.
Sin embargo la expresión facial de éste puede ser fundamental para integrar al espectador en la obra interpretada. Cuántas veces vemos al barítono de una «Oda a la alegría» entonar el «¡Oh amigos, no estas notas! entonemos otras más agradables y llenas de alegría ¡Alegría! Alegría!» con cara de funeral. En ocasiones, el humor surge al percatarse el espectador o el solista de un error. Célebre es ya la aparición en Viena de Montserrat Caballé en la estancia de Scarpia por donde no debía. «¡Por ahí no señora!», le advirtieron, pero, sin ensayos, creyó que estaba en una antigua producción y salió por la chimenea. ¿Qué hacer en tal situación? ¿Volver a la chimenea para regresar por la puerta, pedir disculpas o hacer como si no pasase nada? Todo el público puede percibir una reacción u otra; no posiblemente cuando esto sucede –con frecuencia– en un recital de piano en el que el solista se despista. Recuerdo a Barenboim en una tarde aciaga en el Real con la «Sonata en si menor» de Liszt. Se saltó páginas de la partitura como si nada. Seguro que para él no resultó humorístico, pero sí para algunos de los pocos que se dieron cuenta. El humor tiene muchos caminos. El público se ríe de cosas tontísimas en el Met neoyorquino. ¿Serían capaces de sonreír ante la variación n.22 de las «Diabelli» con su «Notte e giorno faticar»? Y es que, hasta dentro de la música, hay un trecho entre el humor simplón de unos y la retranca de alguien como Brendel.