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Elton John deslumbra en Madrid

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Pareciera que los 70 fueron ayer cuando se asiste a un concierto como el de Elton John en Madrid, cuando hace sonar tan vivos, hoy como entonces, los éxitos que en la primera mitad de esa década construyeron su alargadísima leyenda, con la voz redonda y los dedos aún ligeros sobre el piano 40 años después.
Unas 11.000 personas, prácticamente el aforo completo dispuesto para la ocasión en el Palacio de los Deportes de Madrid, han disfrutado de las dos horas y media de concierto de esta noche, el primero de su segunda vuelta por Europa tras visitar EEUU, antes de recalar mañana en Bilbao y, ya en diciembre, en Barcelona.
El músico no se ha hecho esperar y el show, emotivo y enérgico a partes iguales, ha arrancado con la puntualidad que se le supone a un británico en general y con la porción de extravagancia que se espera de él en particular, todo de azul, incluidas las gafas y una larga chaqueta con incrustaciones que le hacían destacar como la estrella polar de las tablas.
De “The diving board” (2013), su último disco de estudio y el primero en solitario en siete años, ni rastro, ni siquiera el par de temas que había venido tocando en otras citas de esta gira.
En su lugar, glam, blues, rock seminal y exuberante pop melódico hermanado con los últimos instantes de The Beatles se han alternado en una velada variada, acompañado de su inseparable piano y con otro disco como gran protagonista, “Goodbye yellow brick road”, el más vendido de su carrera, de cuya publicación acaban de cumplirse cuatro décadas.
No hay que esperar para constatarlo, porque suyos son los cuatro primeros cortes del repertorio: “Funeral for a friend/Love lies bleeding”, “Bennie and the jets” y, cómo no, “Candle in the wind”.
Frente a la sobriedad extrema con la que aborda este mítico homenaje a dos rubias de trágico final (Marilyn Monroe y Diana de Gales), que es además el segundo “single” más vendido de la historia, contrasta la energía de “All the girls love Alice”, también de “Goodbye...”, en el que la guitarra se superpone al piano, y la larguísima y oscilante “Levon”, aplaudidas en pie.
“Estoy muy feliz de estar en Madrid”, ha dicho entonces, como preludio a “Tiny dancer” y “Believe” -”Una de mis favoritas”, ha dicho, “porque habla de amor y yo creo en el amor”-, mensaje subrayado por la vehemencia con la que recalca en el estribillo el “I believe!” (yo creo).
“Daniel”, también muy bien recibida, ha sido una de las grandes sorpresas del repertorio, probablemente incluida como guiño a España, país en el que, según la historia que relata, se refugia el soldado herido en Vietnam que le da título.
Pero no ha sido nada en comparación con “Rocket man”, que ha sonado evocadora y emotiva, creciente como la odisea espacial a la que remite cuando se le unen en pleno vuelo su banda de cinco músicos, con batería y percusionista adicional. Él, que lo sabe, se levanta al término y se pasea de lado a lado cual torero para recibir los aplausos, a pesar de estar resentido de una rodilla.
Ese ha sido uno de los grandes momentos, junto con su interpretación solo a piano de “The one”, una de las pocas canciones que se ha saltado los límites temporales de los 70, y, claro, “Your song”, su primer gran éxito. “Sin esta canción no estaría hoy aquí”, ha suscrito.
Y es que, a pesar de la pujanza con la que acomete los temas más roqueros, como “Grey seal”, también de “Goodbye...”, o “Burn down the mission”, son los himnos melódicos los que siguen llevándose las mayores aclamaciones.
Ahí han quedado la deslumbrante “Don’t let the sun go down on me”, en la que la voz se superpone a una producción colosal, y también la sentida “Sorry seems to be the hardest word”, dedicada a una amiga a la que ha dicho extrañar mucho. “Espero verte pronto”, ha añadido, visiblemente emocionado al final.
“Aparte de lo de la rodilla, me siento genial porque me dais vuestro amor”, ha ratificado el intérprete, antes de abordar “The bitch is back” y “I’m still standing”, convertidas a sus 67 años en una declaración existencial, con un repaso en imágenes a todas esas encarnaciones físicas que hicieron de él la primera diva del pop mundial, por delante de su odiada Madonna.
No había mejor momento, sumergidos en plena celebración, para abrir la veda del rock and roll con las vivaces “Your sister can’t twist” y “Saturday night’s alright for fighting”, con toques de música disco.
Gran parte del público, entre el que abundaban muchos coetáneos del intérprete de “Don’t go breaking my heart” (esta no ha sonado), se ha sentido también vivificado, de nuevo veinteañeros por un momento, pidiendo “otra, otra” entre saltos y “oés”, antes de los bises con la romántica “Sacrifice” y, como colofón, “Crocodile rock”.