«Hardcore of Beauty», electrónica de clase
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Su estilo musical es difícil de definir, y Beltrán Cavero no va a ayudar a nadie a hacerlo, "para que no me coloquen en una estantería y me digan a qué público me dirijo", dice la cabeza pensante detrás de The Hardcore of Beauty, un grupo que acaba de publicar su EP de debut, "This aint rock n'roll; it's a mass murder Vol. N1", pop electrónico con mucha clase. Cavero, que se confiesa "obsesivo compulsivo, pero de los de carnet", ha publicado un trabajo lleno de detalles y matices, "y muchas muchas capas", asegura. Para todo el que quiera, el disco se puede oír en Spotify y está a la venta en iTunes y Amazon.
"Me rompo mucho la cabeza sobre de dónde parte un tema y hacia adónde va. Después de darle bastantes vueltas, lo grabo en casa, y lo que me interesa son dos cosas: la estética de la electrónica, que es el grano más frío, pero al mismo tiempo soy un hombre de banda. No quiero que sea sólo sintético, uno paga para ver un concierto con gente tocando. Porque eso es lo que le da a las canciones el "groove". Una caja de ritmos está muy bien y puede sonar genial, pero yo quiero actuar con una banda", explica el músico que, sin embargo, compone casi todos los temas en solitario. "Los temas son casi íntegramente míos, y la verdad es que a cada uno le he dado miles de vueltas. Es un horror ser tan obsesivo, pero tiene sus cosas buenas. En mi caso, no voy ni a cenar ni a dormir si no termino un tema. Me quedo pensándolo hasta que lo soluciono, pero al final, como decía Miles Davis, una canción nunca se acaba, la abandonas", señala.
Los temas de este primer EP (seguramente en el segundo que ya casi tiene terminado, la cosa cambiará) son todos medios tiempos, algo bastante raro en el caso del pop electrónico, que tiene una tendencia a acelerarse. "Bueno, me gusta que vayan los temas a 120/130 beats por minuto. Ese el tempo del house o la música disco, y me gusta porque cuando vas caminando o bailas en un club ese es el latido del corazón", señala Cavero, que tienen preferencia por el baile. "Cuando voy a un concierto quiero que me hagan bailar, no que me den una leccioncita de nada. Me gusta el jazz, y, en un momento dado, un tema así mola. Es estimulante, pero al final, el buen rollo, el calor, está en bailar"comenta.
El disco tiene un aroma muy hedonista: "Mira, tengo un amigo que es pianista de jazz y a veces estamos juntos tocando con la partitura y estamos bien. Pero en el escenario, según mi experiencia, ya no voy a conciertos porque, en pocos, bailas. Así que sí que me parece que el disco es hedonista, pero con su complejidad. Por un lado está el curro estético de las 800 capas que lleva cada instrumento, eso está muy pensado; pero hay un lado frívolo en la intención de hacer bailar y en la temática de las letras, que es el amor instantáneo. Cuando me pongo a escribir, me da vergüenza ponerme intenso. Y por eso en las letras surgen los encuentros furtivos y nocturnos. Me gusta más lo irreverente y sobre todo me horroriza sonar medio cursi", explica.
Cavero lleva desde los 19 años en el negocio de la música, ha publicado en una multinacional, tiene contactos en varias y la clase del EP es evidente, pero se ha autoeditado, ¿por qué?. "Pues la verdad es que me he vuelto muy punk con el tiempo. En su día vivía en Londres y saqué dos discos con EMI. Y fue una gran oportunidad, pero me sentía como un traidor. Porque al final terminaba haciendo temas más cortos de lo que me gustaba o cambiando las letras porque ellos me lo pedían. Terminé muy quemado, no me gustaba el planteamiento que tenían ni la fórmula ni nada. Y cuando fui a hablar con ellos para editar este trabajo, me decían que no me podían dar nada, que el curro era cosa mía. Así que lo saqué yo con total libertad. Me parecía más honesto", comenta. "¿Sabes? He terminado por no creer en la industria. Yo trabajaba en una compañía de discos cuando llegó la gran debacle y ahora siguen igual. Sólo les importa a qué suenas, para colocarte en una estantería y buscar qué tipo de público es el tuyo. Y yo eso lo odio". Tanto, que no sabe definir su estilo, como decíamos al principio. "Cuando colgué los temas en Spotify, apareció un desplegable infinito de géneros y yo no sabía qué hacer ni qué poner... no me interesan las palabras, sino la música", sostiene. "Me gustaría dedicarme a la música, pero no a cualquier precio -explica-. Tengo un buen trabajo que es un aburrimiento, y si pudiera vivir de tocar por ahí, sin pretensiones, pero ir a sitios y comer de ello... es lo que más me gustaría".