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Héctor Berlioz y el túnel del tiempo

Orqueta y Coros Nacionales de España. Obras de Turina, Sibelius y Berlioz. Intérprete: Frank Peter Zimmermann (violín). Orquesta Nacional de España. Director: Juanjo Mena. Auditorio Nacional de Música, 19, 20, 21-XII-2014. Madrid.
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La última vez que la Orquesta Nacional interpretó la «Sinfonía Fantástica» de Héctor Berlioz fue hace casi tres años, en los memorables conciertos –20 a 22 de diciembre de 2012– dirigidos por el de-saparecido, en junio de este 2014 que ya fenece, Rafael Frühbeck de Burgos. Unas sesiones que fueron comentadas por Gonzalo Alonso en estas páginas. En esas mismas jornadas un gran solista, Emanuel Ax, interpretó el «Concierto Emperador» para piano de Beethoven. Los paralelos se suceden ahora, cuando Juanjo Mena, que ha asumido parte de los compromisos de Frühbeck con la agrupación, ha vuelto a la obra de Berlioz y también con otro solista de campanillas, el violinista germano Frank Peter Zimmermann, traduciendo el «Concierto en Re menor»de Sibelius. Por cierto, los dos artistas, Mena y Zimermann, son de la misma quinta, 1965, 49 años, nacido uno en Vitoria, el otro en Duisburg. La «Fantástica» de Frühbeck, que entonces tenía 77 años, fue, es curioso indicarlo, más «rompedora» que la de Juanjo Mena, con el empleo en el segundo tiempo de la corneta/trompeta de la edición revisada por el compositor en sus años finales, con campanas tubulares grandes en el Finale, y un talante globalmente más áspero, más descarnado, patente sobre todo en los dos «tremendistas» movimientos finales de la obra.
Mena se movió en un ámbito más tradicional, buscando de una parte la belleza, y la energía incombustible de la partitura de otra, con una dirección casi «a lo Bernstein», con gestos exaltados que a punto estuvieron de provocarle un percance en el podio. La primera obra del programa, la fantasía coreográfica «Ritmos», de Joaquín Turina, magníficamente tocada, sólo provocó un timorato aplauso el viernes y más justa, calurosa, recepción el sábado y el domingo.
Zimmermann concibe el «Concierto Op. 47» de Sibelius como un cuadro expresivo en el que una técnica prodigiosa se somete a la expresividad del exquisito fraseo musical. La obra, magistralmente interpretada por parte del solista, fue acompañada con gran sabiduría por Mena, quien hizo de la página un diálogo continuo entre violinista y orquesta. El público del viernes, glacial y parvo en el aplauso, no obtuvo de Zimmermann regalo alguno, pero el éxito de los otros días motivó que el artista alemán exhibiera sus cualidades camerísticas, recurriendo, con técnica depurada y musicalidad extrema, al primer tiempo de la «Partita nº 3» de Bach, con Juanjo Mena, elegante gesto, sentado en los últimos atriles de las cuerdas para escuchar al otro maestro. En estos conciertos se jubilaba otro gran profesor de la Nacional, el histórico flauta (y «piccolo») José Oliver, saludado con cariño y entusiasmo por director y audiencia.