Inbal e Urbanski, dos grandes maestros
Crítica de clásica / Temporada de la OCNE. Orquesta y Coro Nacionales de España. Obras de Penderecki, Liszt, Shostakovich y Schönberg. Piano: Katha Buniatishvili. Soprano: Christine Brewer (soprano). Mezzo: Katherine Wyn-Rogers. Tenores: José Ferrero y Alfred Conrad. Bajo y narrador: Albert Dohmen. Coro de RTVE. Coro Nacional de España, Orquesta Nacional de España. Directores: Krzystof Urbanski y Eliahu Inbal. Auditorio Nacional, Madrid, 20-XI- 2014.
En el curso de las dos últimas semanas, la Orquesta Nacional ha brindado dos extraordinarios programas, dirigida por dos músicos completamente distintos, incluso en la cronología, ya que casi medio siglo los separaba. Uno, el polaco Krzystof Urbanski (Pabianice, 1982), de 32 años; otro, el veterano Eliahu Inbal (Jerusalén, 1936), de 78. El joven Urbanski es titular desde hace tres campañas de la Sinfónica de Indianápolis; Inbal lo ha sido de la mitad de las orquestas europeas y de algunas japonesas. Con los dos, la Nacional echó chispas y sonó como unos de los grandes conjuntos internacionales.
Urbanski abrió sus sesiones con el «Treno por las víctimas de Hiroshima» (1959), de otro Krzystof, Penderecki, una página para 52 cuerdas hoy ya devenida en clásico, que fue traducida de manera rutilante. ¡Qué lejos quedan los tiempos, febrero de 1968, en que el gran André Vandernoot dirigió por vez primera el «Treno» a la Nacional, con ensayos exhaustivos y división de opiniones del respetable. Con Urbanski y la ONE colaboró la también muy joven pianista georgiana Katia Buniatishvili (Tiflis, 1987), de 27 años, con carrera ya cimentada y paraguas protector de multinacional discográfica: interpretó con elegancia, musicalidad y virtuosismo el «Concierto nº 2» de Liszt y regaló un Minueto de Haendel fuera de programa. Urbanski cerró su programa con la «Décima Sinfonía», de 1954, de Dmitri Shostakovich, una de las piezas del soviético asimiladas ya al gran repertorio, y su lectura fue devastadora en intensidad y pujanza rítmica.
Eliahu Inbal sólo tuvo una obra en cartera, nada menos que los «Gurre-Lieder», de Schönberg, interpretados, como bien recordaba Santiago Martín Bermúdez en sus notas, por Josep Pons con los mismos conjuntos hace una década. Y más de diez años (1900-1911) le llevó al austriaco la gestación de la magna partitura, inmenso canto de amor a dúo en su casi primera hora y progresiva pesadilla nocturnal («La cacería salvaje»), con eclosión final del renacer de la vida en el «viento del verano». Inbal lo gobernó todo con sabiduría de especialista, mimó hasta el más recóndito detalle de la monumental obra y supo crear un escalonado «crescendo» de principio a fin. Tuvo excelentes solistas: Christine Brewer y José Ferrero, como la pareja de enamorados transgresores, superlativa ella, valiente y fácil en el agudo él; encomiable Catherine Wyn-Rogers como la doliente «paloma del bosque», grotesco sin exageración Andreas Conrad como el «bufón», e imponente Albert Dohman en su doble cometido de «campesino» y «narrador», incluso cantando ciertos pasajes de esta parte declamada, con un doble «Erwacht!» (¡«Despertad!»), capaz de abrir las tumbas de los muertos. Los dos coros, el Nacional y el de Radio Televisión Española, se mostraron entregados y magnetizados por Inbal, que obtuvo una respuesta entusiasta de la audiencia. Fueron dos grandes fines de semana, con dos formidables maestros.