Inma Shara: «Deberíamos tener en mente un acorde, seríamos más felices»
Creada:
Última actualización:
Inma llega moviéndose más como una bailarina que como una directora de orquesta, pero cuando se sienta, toma la batuta invisible entre sus manos y dirige la conversación entre la música, la armonía y el liderazgo: «Yo no soy escritora, pero he agradecido recibir esta invitación para contar, porque de alguna manera así la música se posiciona donde tiene que estar también. Porque la música genera armonía y serenidad y, en una vida tan loca como la que llevamos, es capaz de transmitir unos valores necesarios para crear un escenario más armónico». Le digo que siempre he pensado que habría que poner música en el Congreso, y no sólo porque amansa a las fieras, y ella sonríe y me dice firme, pero políticamente correcta, que: «Todos deberíamos trabajar con una batuta invisible y tener en nuestra mente una semicorchea, un acorde, porque, de verdad, seríamos más felices».
Encuentro que Inma tiene talento para contar, además de para dirigir. Provoca empatía y ganas de prestarle atención. No sé si será otro don... «Bueno –me dice–, fíjate que yo siempre he definido el talento como un ejercicio atlético. Es verdad que uno puede tener una predisposición, pero el talento, si no se pule, no brilla, y un gran talento si no lo ejercitas tampoco es un talento. Es decir, el talento radica en el esfuerzo, en la capacidad de sacrificio, en la confianza en uno mismo, en la autocrítica e incluso en la humildad cuando ejerces ciertas profesiones». Digamos que el talento, entonces, se tiene que trabajar como casi todo en la vida, pero se puede ser correcto y no ser genial. Para ser genial, y eso no me lo puede negar Inma, se necesita el alma. «Sí. Cuando nosotros interpretamos una partitura –y yo siempre hablo de interpretar y no de leer– tenemos que poner el alma. Pero eso te lo trae la propia convivencia con la música o con el arte. Yo siempre he pensado que la cultura refuerza a un país porque es ilusión, es esperanza... ¡Por eso debemos consumir cultura!». Eso es cierto, pero hay productos culturales mejores y peores y su calidad depende, en buena parte, de la capacidad de dirigirlos de sus líderes. Le pregunto a Inma si por eso es clave el director y su manera de comportarse y me responde: «El cometido de un director de orquesta no es solamente trasladar el contenido musical, ni la impronta musical, sino también liderar, además de dirigir, que no es exactamente lo mismo. Ese liderar supone implicar a un grupo en un proyecto común, hacerle partícipe y no sólo generar la inercia sino el interés de ser proactivo. Vivimos en una sociedad muy cuantitativa pero muy poco cualitativa y lo que hay que liderar es el desarrollo de los aspectos de calidad, como la comunicación afectiva entre los seres humanos. Y eso, los músicos lo tenemos a flor de piel, porque la música actúa directamente sobre los sentimientos. Ésa es la fuerza y la magia de la música: que no pensamos. Por eso no somos tan racionales. Y la racionalidad, a veces, genera la confrontación».
Inma sigue hablándome con entusiasmo de sentir, de confiar, de trabajar sin pensar y de que cuando se está preparado para llegar al público es cuando se tiene la confianza absoluta en el mensaje, en su caso en el mensaje de la música, y me convence de que ésta es pura armonía, justo lo que tal vez le falta a nuestra sociedad. «Claro, pero por eso hay que generarla en todos los ámbitos y no sólo en el de la música. Y para ello es necesario entender que no somos una cuenta de resultados. Porque hoy se han deshumanizado mucho las cosas y nos queda una sociedad demasiado individualista». Es curioso porque, en una orquesta, como tal vez en cualquier empresa, hay que trabajar en equipo, pero potenciando todos los valores y talentos individuales para conseguir un buen resultado. Y no hay nada más difícil que resaltar las individualidades dentro de un equipo. «Uno de los cometidos del director de orquesta es, efectivamente, ese aglutinar todas las individualidades artísticas y potenciar y gestionar correctamente los talentos. Y es una cuestión de cambio de actitudes. Es decir, cuando yo estoy delante de una orquesta soy muy consciente de que la partitura que interpretamos se ha interpretado muchísimas veces, pero yo quiero que nuestra interpretación sea única y lo siento así, lo vivo así y lo transmito así. Sólo así se consigue un resultado verdaderamente gratificante a nivel emocional, que hace que todos los instrumentos suenen al unísono... Y esto es algo que se puede trasladar a la empresa».
Para conseguir ese milagro del que habla Inma, el líder, según leo en su libro, no debe ordenar, sino influir, y no debe mandar, sino sugerir a través de un mensaje del que esté plenamente convencido, para a su vez poder convencer, y deber reconocer su fragilidad, su necesidad de aplauso, la misma, en realidad, que la de un director de orquesta. «Y esa fragilidad –apunta Inma– no merma el objetivo claro que tienes de la obra, sino que te hace saber que tu principal apoyo para conseguir lo que quieres son ellos: tu equipo, tu orquesta. A través de los valores del compromiso de la verdad, de la autocrítica, de reconocer que no lo sabemos todo y de que nuestra visión global, la que tenemos en la mente sólo puede hacerse realidad a través de ellos, lograremos nuestros objetivos».
Ojalá todos los líderes se aprendieran la lección para serlo de verdad y liderar como corresponde. De momento, por si necesitan inspiración, ahí tienen el libro de Inma Shara, un libro que ha escrito para compartir con todos su ilusión y esa capacidad de transformación que tiene la música y que ella conoce tan bien. Una capacidad que puede surgir de la emoción que a Inma le provoca la música y de la necesidad de producirla trabajando en equipo. Nada como que la copiemos en todos los ámbitos, nada como que nos hagamos con una batuta invisible para generar armonía.