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Jesús López Cobos: «Mortier no me dejó más opción que ir a los tribunales»

Estrena en el Teatro Arriaga de Bilbao la ópera «Il mondo della luna», de Haydn

Jesús López Cobos
Jesús López Coboslarazon

El Teatro Arriaga de Bilbao llevará a escena el próximo jueves su primera producción de ópera de esta temporada, «Il mondo della luna», una divertida pieza de Haydn que se representa muy poco (en España se estrenó en Barcelona en 1964) cuyo libreto escribió Goldoni. De ella se representarán dos funciones, el 16 y el18 de mayo, en las que este drama jocoso pone en solfa y ridiculiza los vicios y defectos de la sociedad del siglo XVIII y cuyo argumento gira alrededor del rico e ingenuo Buonafede, que es engañado para que dé el consentimiento de matrimonio para sus hijas haciéndole creer que ha llegado a la luna. Como en los viejos tiempos cuando eran las dos cabezas visibles del Teatro Real, estos dos veteranos vuelven a reunirse en el escenario y el foso, ya que la dirección de escena la firma Emilio Sagi, mientras que en el foso estará el maestro Jesús López Cobos (Toro, Zamora, 1940), que contesta en esta entrevista tranquilo y reposado, sin eludir ninguna pregunta que se le plantea.

–Se le nota con una voz estupenda, maestro.

–Es que no tengo que cantar (ríe).

–Viene muy bien esta divertida comedia de Haydn en tiempos en que la carcajada es contenida.

–Es efectivamente una comedia muy divertida que escribió Goldoni. Dentro de las óperas de Haydn posee el atractivo de ser la que reúne mejor equilibrio entre la música y el texto, que está muy bien construido, es un punto delirante, yo diría que casi surrealista e incluso daliniano, pero siempre inteligible. Quizá sean todas estas características las que han hecho que vuelva a los escenarios.

–No es de las óperas más conocidas de Haydn, al contrario.

–Así es. Ya habíamos hecho este plan hace tres años, cuando decidí abandonar el Real. Nos pusimos en contacto para sacar adelante el proyecto y le animé para que leyera el libreto, que es una delicia, y lo pusiera en escena. También encajaba dentro del presupuesto del teatro, un tema fundamental en estos tiempos, puesto que es una ópera que se puede y debe hacer con voces jóvenes. No hay más que mirar el reparto, estupendo, en el que están Maite Beaumont, Manuel de Diego o Silvia Vázquez, junto a la veteranía de Carlos Chausson, que interpreta al padre, Buonafede, y al que le va perfectamente. Tenemos una ilusión grande en estas dos representaciones. Posteriormente viajará a Montecarlo en 2014, se ha hecho en coproducción con su teatro de ópera.

–Trabajar de nuevo con Emilio Sagi, para usted, para ambos, es jugar sobre seguro, maestro.

–Es un placer porque nos entendemos muy bien. Estoy muy en la fibra de lo que él hace estéticamente y este tipo de óperas, tan delirantes, divertidísimos, le van como anillo al dedo a Emilio.

–¿Suena bien la Sinfónica de Navarra, la formación que estará en el foso?

–No la conocía, pero me ha asombrado su espíritu de colaboración enorme. Posee muy buenas cuerdas y esto es muy importante en una obra de este compositor.

–Hablaba de las voces jóvenes que inundan este reparto. ¿Goza de buena salud la lírica española? ¿Hay recambio para la generación de Bros, Álvarez y Bayo?

–No hay más que escuchar a estos cantantes para darse cuenta de que sí. La cantera que tenemos es estupenda y la formación, impecable, sobre todo desde el punto de vista musical, que es sólido. Desde luego, el futuro está garantizado. Tenemos un muy buen recambio. Otra cosa bien distinta es que estos cantantes que ahora están en la treintena sepan y quieran desarrollar su carrera con inteligencia.

–¿Ha tenido que rebajar su caché para que le contrataran?

–Todos hemos tenido que rebajarlo porque todos estamos sufriendo la consecuencia de este momento de crisis que atravesamos. Los teatros no se andan con rodeos y te lo dicen de una manera clara: no pueden pagar más y es necesario ajustarse. Durante muchos años hemos disfrutado de una época de vacas gordas que pensamos que nunca se iba a acabar y no hemos sabido ahorrar y guardar para cuando no hubiera. Lo estamos viendo cada día. En España hemos vivido por encima de nuestras posibilidades en muchos ámbitos y el de la cultura no ha sido ajeno.

–Ahora está trabajando con Emilio Sagi y muy pronto aterrizará en el Auditorio Nacional, donde interpretará un «tour de force» con la integral de nueve sinfonías de Beethoven en doce horas dentro de la programación de Antonio Moral para el Centro Nacional de Difusión de la Música.

–Efectivamente ha sido pura casualidad. Yo hablé con Antonio de esto hace unos seis o siete meses.

–Trabajar con ambos es lo más cerca que va a estar del Teatro Real, las espadas están en alto con un director artístico, Gerard Mortier, después de las declaraciones que hizo al diario austriaco «Kurier», en las que comentaba que le habían tenido que despedir del coliseo «porque no trabajaba lo suficiente con la orquesta». ¿Que pensó cuando lo leyó?

–No me lo podía creer. Que hiciera una aseveración de este tipo me parecía increíble. De verdad que me costó creerlo. Cada uno tiene su opinión. La suya será ésa, pero yo tengo la conciencia absolutamente tranquila de que hice con la formación todo lo que tenía que hacer. Hallé una orquesta pequeña, apenas tenía 80 miembros, y dejé una formación renovada que está en evolución y que tiene mucho trabajo por hacer y potencial. Me alegro profundamente de los progresos que están realizando, aunque hace tiempo que no la he escuchado.

–Y el tema con Mortier ha acabado en los tribunales.

–Así es. Traté de que se retractase y rectificase, pero al no hacerlo no me quedó otro remedio ni otra salida que acudir a la Justicia porque considero que se ha lesionado mi derecho al honor. La demanda que presenté está admitida y ahora la solución está en manos de los jueces.

–Aunque hay alguno que se empeña en reabrir la puerta, usted cerró el capítulo del Teatro Real cuando decidió no renovar su contrato. Ése fue su punto y final con el coliseo.

–He cerrado capítulo y estoy tran-quilo, aunque haya quien se empeñe en reabrirlo. Llevo dos años dedicado a mi trabajo, a mi ritmo. Ya no siento esa presión inmensa de tiempo atrás. Ahora tengo tiempo para la lectura, doy largos paseos. He llegado incluso a tener dos meses seguidos de vacaciones, algo que no conseguía desde hace treinta años. Vivo el día a día y disfruto de ello. Lo que ha sucedido con Mortier me disgusta porque no lo esperaba y siento tremendamente que haya acabado así, pero no me ha dejado más opción.

–¿Le quedan ahora ganas de volver al Teatro Real a dirigir como titular?

–Ninguna, pero ni al Real ni a ningún otro teatro. Ser titular es mucho más que dirigir una orquesta. Yo quise dejar la titularidad porque sabía que había llegado el momento de ceder la responsabilidad a otros para hacer música. No me lo planteo en absoluto en este momento. Ni hoy ni mañana. Y es una decisión que no voy a cambiar ahora.

–Su salida como titular de la Orquesta Nacional de España no fue precisamente agradable. ¿Se considera injustamente tratado en España?

–Es difícil saberlo. Forma parte de los gajes de esta profesión, yo creo que más bien tiene que ver con un tema de gustar o no gustar. Si uno se propone llevar adelante su trabajo según el gusto, está perdido. Hay que ser honesto con la música y con uno mismo. Cuando dejé la ONE prometí no volver a dirigir en España. Durante diez años, de 1988 a 1998, no lo hice, pero regresé por razones emotivas. España ha sido el único país donde no he terminado por las buenas.

–Precisamente la ONE tiene vacante el foso desde la salida de Josep Pons. ¿Algún nombre para sustituirle?

–Es muy complicado hacer quinielas. Yo espero sencillamente que quien llegue se quiera implicar con la orquesta y pueda acabar de consolidar la magnífica labor que Pons realizó. Me da igual que sea español o extranjero porque no creo en las nacionalidades, sino en la personalidad musical y en que encaje con la formación.

–¿Es usted un director que deja discípulos?

-La verdad es que nunca lo he pensado, pero no ha sido mi vocación ser profesor ni maestro de nadie, aunque sí he ayudado a los jóvenes que empiezan. Cada uno tiene que seguir su camino y su propio yo, no ha de continuar la labor de nadie. Hay algunos, pero no me obligue a dar nombres, que lo están haciendo estupendamente y otros que están en camino, por ejemplo, como asistentes, aunque su nombre no suene tanto.

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Boys como Bob Fosse y modernazas en la luna

Asiente Emilio Sagi (en la imagen) cuando le decimos que López Cobos enseguida pensó en él para dar forma a esta ópera, que el director de escena define como «un delirio divertidísimo que hace escarnio de un señor tan machista como determinista», dice. La ópera está traída a nuestro tiempo, «y es que la luna ya no es un mundo lejano», añade. Y habla del parecido que tiene con el del cabaret y la fantasía. «Yo espero que a la gente le divierta tanto como a nosotros», apostilla el regista asturiano, que confiesa que había escuchado la obra en un par de ocasiones, pero sin detenimiento: «No la había estudiado y cuando entré en ella me di cuenta de la potencia que tenía, porque sólo escuchándola se puede hacer un poco pesada. Decidí hacer caso al maestro, entré en ella, me divirtió y aquí estamos». El ensayo del viernes fue estupendamente. Reacio a desvelar cómo es el vestuario ideado por Pepa Ojanguren (la escenografía la firma Daniel Bianco), deja escapar alguna pista: «Está lleno de color. La segunda parte está concebida como si fuera una comedia musical, muy cambiante. Y desde luego, por la manera en que arranca no eres capaz de imaginar cómo puede acabar. El vestuario de las chicas en la primera parte es muy de ahora, van muy modernazas, magnificas están. Los "boys"del coro, por ejemplo, visten en plan Bob Fosse, con bombín y todo», adelanta.

Gloria para España

En la conversación, López Cobos habla de la nueva generación de voces, de un recambio asegurado, y recuerda también a las grandes, Montserrat Caballé y Teresa Berganza, ambas con los 80 recién cumplidos: «No han hecho otra cosa que dar gloria a nuestro país». Cuando se le pregunta por qué el Teatro Real homenajeará a la segunda en junio y no a la soprano catalana, prefiere no entrar al trapo: «Da igual que haya celebraciones o no. Lo que tenían que hacer ya lo han demostrado sobre los escenario de todo el mundo». Dice que el de Domingo (en la foto) es «un caso único se trata de un cantante incombustible. La primera vez que yo trabajé con él fue en un «Werther» en 1980-81 en Múnich. Fíjese que ya se decía que su carrera estaba acabada. Y no para de debutar, ahora como barítono, y cada vez está más volcado en la dirección de orquesta. No existe otro caso similar en la lírica», asegura.