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«La Bohème»: de la tierra a la luna

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La ópera de Puccini se ha convertido en uno de los títulos más populares del repertorio. Hoy sube al escenario del Teatro Real con un montaje de Richard Jones que nada tiene que ver con la puesta en escena al estilo Kubrick, firmada por Claus Guth que ofrece hasta finales de mes la Ópera de París.
iene al pelo el título de la novela de Julio Verne para hablar de Puccini. Lo explicamos. «La Bohème», uno de los títulos más populares de la ópera (así consta en los ranking que año tras año se realizan en los teatros más importantes) debutó con mal pie. La crítica de la época le aseguró un futuro efímero. Afortunadamente se equivocó y ahora la obra se puede ver, por citar dos capitales líricas cercanas, en el Teatro Real (donde se han ofrecido 60 funciones de esta pieza desde su reapertura en 1997), a cuyo escenario regresa hoy, y en la Ópera de París, con dos puestas en escena radicalmente distintas. Mientras que en Madrid hay buhardilla, en la parisina la acción se traslada a una nave espacial, con astronautas incluidos, a caballo entre «Solaris» (libro de Stanislaw Lem que ha inspirado, según declara el regista, Claus Guth) y «2001, una odisea del espacio», que bien podía haber firmado Stanley Kubrick.
Cuando se estrenó el 1 de febrero de 1896 en el Teatro Regio de Turín, la reacción de público y crítica fue despiadada. ¿Por qué hoy es tan popular? «“La Bohème” se ha convertido en una ópera inmensamente popular, pero hay que recordar que en su estreno la crítica italiana masacró la nueva ópera de Puccini. Carlo D’Ormeville opinó que “La Bohème’’, ópera fallida, no dará muchas vueltas”; y Carlo Bersezio calificó la partitura de “error de un momento”, diciendo de ella que no dejaría “gran rastro en la historia del teatro lírico”. Si se descuida... ¿Por qué se ha convertido en una de las óperas más idolatradas? Seguramente porque, más allá de los credos estéticos de los talibanes de la modernidad, habla de temas que nos tocan muy de cerca: la fragilidad de la felicidad en un mundo de miseria, frío y enfermedad. Cuatro jóvenes artistas viven esperando, entre sueños y desengaños, algún acontecimiento que les lleve a la gloria, mientras a los protagonistas –Mimí y Rodolfo– la pobreza y la desgracia cortan de cuajo sus deseos de amarse», responde Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, quien alaba la producción que subirá esta tarde al escenario del coliseo: «Richard Jones es uno de los grandes directores de teatro y ópera de nuestra época, y esta “Bohème” va a ser su debut en España. Es una propuesta inteligente que no cae en los tópicos convencionales trillados y, al mismo tiempo, no fuerza la obra».
Lejos del «verismo»
¿Habrá buhardilla? Explica el responsable del Real que Jones «de entrada, se distancia del código tradicional del “verismo”, por cierto tan poco grato a Puccini. En el primer acto el espacio escénico es el esqueleto de una buhardilla: no es un lugar realista sino el espacio mental que asociamos a una buhardilla de una crudeza inhóspita. Frente a ese minimalismo antirrealista del primer acto,el segundo impone el mismo código por el procedimiento opuesto: decorados suntuosos, monumentales e idealizados. Al ritmo de un abigarrado ballet navideño aterrizamos en tres bulliciosas galerías comerciales del “quartier latin”y, finalmente, un restaurante parisino de ensueño cuyo coste exorbitante no se pueden permitir esos aspirantes a artistas que, pese a todo, han decidido celebrar la Navidad tirando la casa por la ventana», comenta Matabosch, quien subraya que los decorados no se vayan ocultando sino que se acumulan «al fondo y en los laterales del escenario dando la sensación de formar parte de una secuencia vital que avanza a trompicones. Se trata literalmente de “Scènes de la vie de bohème”, exactamente el título del texto de Henri Murger en el que se basa el libreto».
La puesta en escena de Guth, sin embargo, viaja en el tiempo, y aterriza en un planeta muy muy lejano. No le faltaron las pitadas ni los silbidos, que tornaron en aplausos cuando el maestro de orquesta, Gustavo Dudamel, salió a saludar. «La Mimí de Sonya Yoncheva es sun sueño pero la nave espacial de Claus Guth se estrella», escribe Shirley Apthorp en «The Financial Times». El director lo concibe como un grupo de artistas amigos del Barrio Latino supervivientes de un mundo desaparecido que viven sus horas últimas y recuerdos en una destartalada y gélida estación. Guth, nacido en Frankfurt en 1964, declaraba a una publicación francesa que «es un pilar del repertorio que los teatros de ópera no se atreven a tocar y lo que sucede es que las producciones caen en estúpidos clichés: los artistas pobres, el taller bajo los techos de París, la nieve que cae», con los que cree que los jóvenes no se acercarán a la lírica, con lo que le dio una vuelta. Tanto en este montaje con en el del Teatro Real cantan dos elencos. En Madrid habrá 19 funciones (hasta el 8 de enero) y contará con la dirección de orquesta de Paolo Carignani.
¿Es ésta una obra coral en la que el conjunto tiene que funcionar como un equipo bien engrasado? «Así es. Ha sido muy frecuente convertir “La Bohème” en un vehículo para el lucimiento de una gran soprano lírica o de un tenor con tendencia a los espasmos melodramáticos. El resultado de estas aberraciones es un par o tres de momentos vibrantes y que, finalmente, no se entienda la obra. Eso es precisamente lo que hay que evitar. Esta es una ópera de conjunto que tiene que estar dirigida musical y teatralmente con atención a miles de detalles y en la que cada personaje ha de estar en su sitio. Luego resulta que, ciertamente, también a título individual tienen que reclutarse grandes cantantes porque casi todos los personajes tienen momentos de una gran exigencia vocal», responde Marabosch. En los papeles de Mimí se alternarán las sopranos Anita Harting y Yolanda Auyanet, mientras que los tenores Stephen Costello y Piero Pretti darán voz a Rodolfo.

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