Artistas

La coronación definitiva

El Teatro Real brinda un cálido homenaje a la gran Teresa Berganza. Gala Homenaje a Teresa Berganza. Música de Rossini, Mozart, Alonso, Giménez, Vives y Sorozábal. Presentador: José Luis Gómez. Distintos solistas vocales. Orquesta y Coro del Teatro Real. Directores: Alejo Pérez y Sylvain Cambreling. Madrid, Teatro Real, 21-6-2013.

Doña Sofía, junto a la cantante en un momento del acto
Doña Sofía, junto a la cantante en un momento del actolarazon

La voz de Teresa Berganza siempre poseyó un timbre más bien claro, de corte lírico, que se encontraba bien en Mozart y Rossini. Y lograba, gracias a un inteligente enmascaramiento, sonoridades áureas, singularmente tersas y cálidas. La cantante, a quien se le iba a imponer en privado la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, leyó, tras el concierto, unas líneas muy expresivas, emocionadas y agradecidas en las que, de manera sencilla, expuso su credo artístico y esbozó las bases sobre las cuales edificó, apasionadamente, su larga carrera. Servicio a la ópera, ese género mágico, apertura a la sociedad y petición a quien corresponda para que se siga cultivando y protegiendo. El acto empezó con un sonoro abucheo al ministro de Cultura, presente en el palco al lado de la Reina y de la homenajeada. Luego todo se desarrolló con tranquilidad. Lo mejor fueron las intervenciones de la mezzosoprano Serena Malfi, de voz carnosa y oscura y estilo de canto efusivo y refinado. Nos gustó la línea, el color vocal de soprano lírica de Sofía Soloviy, aunque en el aria «Dove sono» de «Las bodas de Fígaro» evidenció una frialdad poco estimulante. En el campo rossiniano, Marie-Nicole Lemieux, de timbre próximo al de contralto, delineó con fortuna, con abundantes sonoridades de pecho, el aria de «Tancredi». Annick Massis cantó de forma irregular «Bel raggio lusinghier» de «Semiramide», con algún que otro sobreagudo destemplado. Carlos Álvarez mostró en Mozart y Alonso, que se encuentra bastante recuperado, aunque la voz ha perdido cierta redondez y parece manejarse con una técnica distinta, de sonoridades más abiertas.

Fina y musical, Auxiliadora Toledano, de frágil instrumento de soprano, estuvo expresiva como Susanna y José Bros que levantó al público con sus notas altas bien puestas, algo oscilantes, en la romanza de «La tabernera del puerto». María Bayo entonó con acierto la romanza de «La tempranita» y David Alegret, tenor ligero, mantuvo el tipo en el «primo finale» de «El barbero», donde hubo desequilibrios ostensibles y desigualdades no evitadas por la batuta de Alejo Pérez. Fue algo más diestro en Mozart Cambreling, siempre seguro aunque escasamente contrastado. Resultó simpática la presencia del veteranísimo bajo-barítono José van Dam, tantas veces al lado de Berganza, pero artísticamente no pudo mantener el nivel, dada su edad y su falta de fuelle. Un aportación testimonial y poco más. Nos habría parecido bien que en este acto en homenaje a una cantante española por los cuatro costados hubiera habido más voces de esta tierra. Los extranjeros, algunos tan poco relevantes como Tassi Christoyannis (Fígaro en Rossini), Jonathan Lemalu (Fígaro en Mozart), Luca Dall'Amico y Helene Schneiderhan, podrían haber sido sustituidos por gente de aquí. Pero ya sabemos cuál es la política del Real.