Barcelona

La dependienta que puso en pie al Teatro Real

Sara Villalba, 27 años, musicóloga, repartió octavillas para pedir la repetición del aria «Ah, mes amis». Y lo logró. Ésta es la historia de un bis histórico

Sara Villalba
Sara Villalbalarazon

No es un cuento, aunque lo pueda parecer. Es el relato de un sueño cumplido, el de una joven cuyo deseo era escuchar un bis en el Teatro Real. Érase una vez Sara Villalba, 27 años, musicóloga (licenciada en Historia y Ciencias de la Múisca), estudiante de canto, con abono en el coliseo desde hace siete años y dependienta en una zapatería de un enorme centro comercial de Madrid desde el 26 de septiembre, día en que los dueños abrieron el establecimiento y la contrataron en «RKS». Cuando el viernes se levantó de la cama había una idea que le rondaba: escuchar un bis de Javier Camarena, el tenor de moda, el de las óperas imposibles que interpreta en el Teatro Real «La hija del regimiento» de Donizetti, una ópera cómica tremendamente popular. Se preguntaba una y otra vez cómo podría conseguirlo. Salió del trabajo sobre las dos de la tarde y se marchó directamente al Real. Allí en la cola de las «entradas de último minuto» pensaba, no paraba de darle vueltas a la cabeza. La gente con que pudo hablar estaba muy receptiva y deseosa de escuchar una repetición del tenor de Txalapa. Con la entrada ya en la mano se marchó a su casa, en Leganés, se arregló y regresó al coliseo. La acompañaba su novio. Llevaba la chica (de apariencia jovencísima y voz casi adolescente) un montón de octavillas para repartirlas entre el público: «Yo sabía que era mi sueño y que lo tenía que vivir. No hacía mal a nadie y me dije: ‘‘Adelante, vamos a intentarlo, Sara”». Cuando entró en el teatro dejó un montoncito en el guardarropa, otro en los servicios, a la entrada y se quedó con un pequeño fajo que fue repartiendo. «Animemos a Javier Camarena para que haga bis esta noche. Gritemos todos juntos: ¡¡¡¡¡Bis!!!!!». Había comprado una entrada en la fila 9, a la izquierda (ella sabía por qué) y cruzó los dedos para que todo fuera tal como ella había pensado. Cuando llegó el aria «Ah, mes amis», endiabladamente difícil, tan vertiginosa como una montaña rusa, con nueve dos como nueve soles, Sara Villalba contuvo la respiración. Y Javier Camarena la interpretó como los ángeles. Cuando acabó, el tenor era un manojo de sonrisas, exultante, absolutamente feliz, sudando a mares y sin apenas poder ver a nadie del patio de butacas. Los gritos pidiendo la repetición arreciaron. Y pasados unos segundos fueron a más. El «bis inducido» (bendito haya sido) de la dependienta de la zapatería (que de ópera entiende mucho más que algunos con asiento cuasi vitalicio) se materializó. Camarena miró al maestro Campanella. «Chillé con todas mis fuerzas. Pero vi que no estaba sola. El teatro era un clamor. Mi novio, a mi lado, también gritaba y muchísima gente más. El bis estaba ahí. Y entonces me puse a llorar», relata la joven. Tonio volvió al aria de los nueve dos.

Lady Gaga, otra debilidad

Era la segunda vez que se bisaba un aria en el coso. La primera lo consiguió Leo Nucci, un barítono de los de antes, un artista mayúsculo, el mejor Rigoletto vivo de la historia, pero Sara no pudo escucharlo entonces, en 2009. Su «Vendetta, si, tremenda vendetta» dejó al patio de butacas de una pieza como el viernes lo logró este hombre nacido hace 38 años en México. «Nuestro público es bastante difícil y pensé que Madrid le debía un regalo especial a Camarena, que no se podía marchar de España sin haberlo recibido. Él se lo merece», comenta Sara. Cuando acabó la representación la joven se acercó a saludar al cantante a su camerino: «Fue cálido y cordial. Estuvo muy amable conmigo y se quedó con una de las octavillas. La grandeza de gente como él es que cuando más alto están más cercanos se muestran», apostilla. Desde hace 48 horas Sara Villaba no para de llorar. Tiene un hermano que es videógrafo y sus padres se dedican a la fotografía. Trabaja una semana de mañana y otra de medio día «para poder compaginarlo con los estudios». Ha cumplido uno de sus sueños. Otro era ver de nuevo a Lady Gaga. Por eso ayer cogió un tren con destino a Barcelona: «Es la tercera vez que la veo. El sábado daremos una vuelta por la ciudad y al menos podré ver, aunque sea por fuera, la fachada del Liceo. El domingo vuelvo porque el lunes tengo que estar a las diez de la mañana abriendo la tienda». Nunca ha sido espectadora en el coliseo de Las Ramblas. En diciembre, a partir del 19, el tenor regresa con otro Donizetti, «Maria Stuarda». Quizá entonces Sara Villalba pueda cumplir otro sueño. Quién sabe.